Cuando la luz rompió a través de la pequeños espacios a ambos lados de mis cortinas cerradas, mentalmente se disparó otra noche de sueño interrumpido. Mis manos se aferraron a los espacios vacíos que una vez habían sido ocupados por alguien cuya imagen ya era dolorosa evocar en mi mente. En cierto modo lo odiaba por eso.
Los días se habían fundido uno en otro, sin saber si se trataba de un día de trabajo. Un rápido vistazo a la pantalla de mi teléfono confirmó que era, de hecho, el sábado. Suspiré, volví a caer en el desorden de la ropa de cama con la que había luchado durante la noche. Esperaba que el sueño que estaba a punto de recuperar estuviera vacía de sueños, algún lugar donde pudiera escapar de él. Pero mi madre tenía otras ideas.
"Buenos días."
Gemí, tratando de vincularme a mí misma más en la cama. Un peso hundió el colchón, su mano descansaba en mi hombro cubierto de edredón.
"Dale, Bo. Me lo prometiste."
Su tono de voz era suave, pero el sentimiento era fuerte. Estaba cansada de que estuviera encerrada en mi habitación, y yo estaba cansada de estar allí. Por mi cuenta. Me comprometí a por lo menos un día estar limpia y completamente vestida.
"Te he traído un poco de té."
Me asomé desde mi escondite, descubriendo que había, de hecho, una taza humeante en mi mesita de noche desordenada. Necesitaba poner orden.
"Gracias."
Me senté, tomando las cubiertas arrugadas conmigo. Mi madre se quedó como un pisapapeles, frenando mi esfuerzo de tirar de la manta hacia arriba y por encima de mi cabeza. Sabía que mis intenciones se inclinaban hacia enterrarme a mí y a mis problemas juntos.
"Debes levantarte, está un poco frío, pero ya salió el sol."
"¿Y hacer qué?" Le espeté.
Su sonrisa se fracturó con mi respuesta. Sentí una punzada de culpa, tan pronto como las palabras crueles habían salido de mis labios. Pero ella era mi mamá, ella comprendía que a pesar de los avances logrados, aún algo pequeño podía poner el dedo en la llaga y estaríamos de vuelta como espiral a los días en que no quería salir de las cuatro paredes de mi dormitorio.
"Pensé que podríamos ir de compras, o a ese café en el parque que te gustaba cuando chiquita. O si no quieres hacer eso, podríamos tomas el auto e ir a caminar a algún lugar."
Ella estaba tratando, desesperadamente. Pero, ¿De que serviría una caminata? La fisura rompiéndome solo se haría más grande.
"No se que hacer."
La sonrisa de mi mama fue con esperanza.
"Bueno, no tienes que decidir ahora. Toma desayuno y luego podemos..."
"No." Moví cabeza, lagrimas se asomaron. "No se que hacer Mama."
El entendimiento la golpeo al mismo tiempo que me tomo en sus brazos. Fue el mismo tipo de abrazo que recibía cuando me raspaba las rodillas al caerme en el parque cuando tenía seis años. El mismo confort de cuando me acariciaba el cabello. En cambio, tenía el dolor en mi corazón en vez de en mis rodillas. Hubiera preferido que me noquearan en un ring antes de sentir el sentimiento de falta de esperanza en mi estómago.
"Oh, Bo." Dijo tristemente.
"Lo extraño."
"Y está bien. No tienes que olvidarte de Riker."
Me apretó más aun cuando rompí en horribles sollozos. Probablemente estaba arruinando el hombro de su blusa; poniendo mi nariz en la cuenca de su cuello para zafar de mis responsabilidades, o el hecho de que el único amor correspondido que había tenido estaba siendo demolido. Podría haber parado si trataba, pero hubo factores fuera de mi control. Riker y yo estábamos al mismo tiempo e igualmente devastados con heridas espantosas.