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  Si la policía hubiera encontrado a Riker en el lugar, lo habrían llevado esposado. A pesar de su increíble habilidad para evitar el tema de su actividad delincuente anterior, permanecí consciente de su relación con la autoridad. Le daban una mirada y lo declaraban culpable.

Decidí que era probablemente mejor enfrentar las luces azules intermitentes de frente, así que deje al hombre arrugado en el suelo del garaje e hice señas al coche de la policía con mi mejor mirada angustiada. No fue tan difícil. Mis lágrimas eran frescas, no una consecuencia de lo que yo supuestamente tenía, las rayas que hacían pistas por mis mejillas eran evidencia de un ser destrozado.

"¡Aquí!" Grité.

Me mantuvieron lejos de la conmoción, hacia un lado pero no olvidada. Una mujer policía de más edad continuó para preguntarme si estaba bien, si necesitaba sentarme. Se asumió que mi comunicación en mute era una consecuencia del shock. No tenían ni idea.

Poco tiempo después, observé desde un costado como el padre de Riker fue en camilla a la parte trasera de una ambulancia. Me sentí aliviada al oír el chirrido de las ruedas sobre el pavimento. Una parte de mí se había inquietado por el hombre que hizo una escena, gritando a los ángeles de la persona cargada de culpabilidad. Alabé las drogas cosidas en su brazo, la fuente de su silencio.

La ambulancia fue peculiarmente acompañada por dos motocicletas de la policía. El encendido gutural me sobresaltó, chocando con un oficial que llevaba un cinturón con artículos para forzar la sumisión.

***

Nunca me había sentado en un coche de la policía antes. Me complació el pensar en los otros vehículos vigilantes con que compartimos el camino, cada uno cumpliendo con el límite de velocidad, indicando buena conducta, absteniéndose de sobrepasar a otros en la rotonda. Yo estaba bastante segura de que en cuanto termináramos, los coches volverían a los hábitos de conducción precarios que tiene la gente.

Mi nombre fue tomado de nuevo en el mostrador de recepción en el interior de la comisaría. Me sentí fuera de lugar y sola. Busqué consuelo en el efecto fantasma de los dedos de Riker retorciéndose entre los míos, lo había hecho tantas veces con una sonrisa en su rostro. Pero ahora no había nadie para darme la mano.

***

"Señorita?"

Mis ojos flotaron de nuevo al joven oficial sentado delante de mí. Él me había dado un vaso de papel lleno de té con leche, mis manos lo usaron como fuente de calor hasta que estaba tibio y no bebible. Habíamos estado sentados en la sala por un monto de tiempo incierto, las paredes de color magnolia, un color para calmar los nervios. Me había imaginado siendo arrastrada a un interrogatorio oscuro con el haz de luz de una lámpara brillando en mis ojos como exigiendo saber "la verdad". Pero no, era una silla acolchada con brazos, imágenes de veleros anclados en la pared junto a la puerta y una mesa de centro con revistas.

Yo iba a tener una "charla informal".
Mi rodilla saltó hasta que me di cuenta del movimiento y puse mi mano en mi muslo para controlarme a mí misma. "No parezcas culpable", me repetía interiormente en el mantra. Ayudó poco.

"¿Estoy bajo arresto?"

Mi voz estaba llena de nervios, rompiéndose bajo la presión que sentía bajo la mirada implacable. No importa que tan casualmente hubieran decorado la habitación, mis ojos no hacían más que buscar a la cámara en la esquina superior derecha del espacio.

"No, señorita", me contestó con una pequeña sonrisa.

Él estaba sentado en el borde de su asiento, el que frente a la mía. Su cuerpo se inclinó hacia delante, casi como si no quisiera perderse una sola palabra pronunciada de mi boca, como si cada sílaba fuera una pista en el crimen cometido.

Dark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora