CAPÍTULO 24 ∆

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Abro la boca bostezando y arqueo mi espalda para que cruja.

Miro a mi alrededor y los veo a todos durmiendo.

— Wale.— susurro para que despierte.

— Mmm... Un poco más.— muerdo mi labio para no reír.

Me acerco a la mochica con comida y cojo una manzana roja.

Le doy un gran mordisco y sigo hasta terminarla.

Paso la mirada por todo el lugar para saber por dónde hay que seguir.

— No Cindy...— niego convenciéndome.— Y si... ¡No!

Me doy la vuelta para acercarme a los demás.

Miro uno por uno y una culpa inmensa se instala en mi cuerpo.

Todo esto es por mi culpa...

Me paso la mano por toda la cara y suspiro frustrada.

Sin pensarlo ni un segundo más, me acerco a una de las mochilas, cojo una pequeña manta y meto un paquete de galletas en el bolsillo del chaleco.

Echo una última mirada a todos y me acerco al árbol más cercano.

Saco mis garras con un simple movimiento y hago una flecha mirando hacia la dirección en la que me voy a dirigir.

No lo hagas Cindy...

Me doy la vuelta sobresaltada mirando hacia todos lados.

— ¿Curtis?— pregunto con un poco de esperanza.

No lo hagas.— vuelve a repetir.

Niego mirando el suelo.

Toda mi vida he sido engañada, toda mi vida he pensado que era hija única y ahora que se que tengo un hermano, no voy a dejar que le pase nada.

— Lo siento Curtis.— susurro.

Muerdo mi labio y doy un paso hacia delante indecisa.

Vamos Cindy...

Sin mirar hacia detrás, empiezo a andar rumbo a la cima de la montaña.

Una pequeña lágrima se desliza por mi mejilla y la quito lo más rápido que puedo.

Aún sigo sin entender cómo pueden estar a mi lado...

Desde que llegué al internado lo único que hice fue causar problemas e incluso la muerte.

Un recuerdo de los cuerpos esparcido por todo el internado se me viene a mente y muevo la cabeza para borrarlos.

Esto no es lo que parece.

Vuelvo a mirar a mi alrededor asustada.

El pánico aumenta un poco más al recordar que estoy sola, sin ninguno de ellos.

— ¡Dios!— susurro más fuerte de lo que debía.

El sol deslumbra haciendo que me ponga una mano encima de los ojos para poder ver mejor.

— ¿Y si no la encontramos?— una voz de una chica hace que me esconda tras un árbol.

— El ciervo ha ido por ahí Lucy.— otra voz se escucha un poco más cerca.

No tardo ni un segundo más y pronuncio Diaphanum perlucidum.

Todo mi cuerpo se vuelve transparente y se me quita un gran peso de encima.

La Chica NuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora