Evan:
Voces. Ruidos. Gritos. La voz de Ángela gritándome inútil, bueno para nada. La voz de mamá diciéndome que me quiere. No sé si es un recuerdo o un deseo. Muchas voces, peleas, gritos y discusiones. Mamá gritándole a Ángela, insultando a mi padre. El suspiro de mamá muriendo de tristeza. Muriendo frente a mí... muriendo sin camino. Sus ojos claros escurriendo lágrimas. Me agité e intenté secarlos, pero el recuerdo se hizo borroso. Las lágrimas simplemente se volvieron inalcanzables.
Me desperté y me senté en la cama. El maldito sueño de siempre. La misma angustia y el mismo dolor.
La angustia y el dolor tienen sonido. Suenan a nudo en la garganta, a lluvia y frío. Miré a mí alrededor y todo es oscuridad. Quité las sábanas que me cubrían y me puse de pie.
—¡Diablos! —dije entre dientes al pisar algo que se clavó en la planta de mi pie.
Cuando lo quité lo pateé a varias centímetros de mí. Caminé, casi a ciegas, hasta la puerta del baño. Prendí la luz cuando entré y me sobresalté al ver mi reflejo en el espejo. Solté un suspiro y abrí la canilla del agua fría. Necesitaba despertarme un poco... Aunque no sé qué hora es y por lo que vi en la habitación aun no había amanecido. Tres suaves golpes provinieron desde la puerta. Giré a ver ¿Quién podrá ser?
—Evan, ¿estas bien? —su voz llegó a mis oídos. Es Danielle, mi prima.
—Ya salgo —le dije.
Tomé la toalla y sequé mi rostro. Salí del baño y ella estaba parada frente a la ventana de mi habitación. Se giró a verme.
—¿Qué pasó? —me preguntó. La miré extrañado.
—Nada, ¿Por qué? —le dije mientras volvía a mi cama. Ella se acercó y se sentó en el borde.
—Porque te escuché maldecir y no lo se... últimamente estas muy raro.
—Tonterías, Danielle. Además ¿desde cuando te preocupas por lo que me pasa? —le pregunté.
Ella me miró mal y se puso de pie. Caminó hasta la puerta y antes de salir se giró a verme.
—Tienes razón no sé para qué demonios me preocupo, si eres un idiota —salió de allí.
Me volví a recostar en mi cama y mi mirada quedó clavada en el techo. Nunca tuve una buena relación con mi prima. Bueno si la tuve, pero éramos niños. Después crecimos y todo cambio. Ella es una tonta, insoportable. Y según ella yo soy un idiota sin remedio. Y gracias a la indecente y mal agradecida de mi tía Lisa tengo que aguantarla todos los días en mi casa.
Hace exactamente 5 años que Danielle vive conmigo y con mi padre. Ya que su madre está loca y por ende encerrada en donde debe.
¿Cómo diablos pudo dejar que un hombre arruinara su vida?
Aunque a decir verdad... no la culpo. No puedo juzgarla. Yo mismo se como mi madre arruinó su vida por un hombre. Y aun no entiendo por qué.
Aun no entiendo por qué sigo soñando con sus palabras.
¡Maldita sea! Soy un hombre no un niño. No necesito absolutamente de nadie. Tengo todo lo que quiero en la vida. Dinero, una novia realmente hermosa, amigos algunos. ¿Qué más necesito? Absolutamente nada. Giré sobre el colchón y me puse boca abajo. Cerré mis ojos e hice todo lo posible por intentar dormir.
Alguien comenzó a acariciar mis cabellos. Me moví un poco para que dejara de hacerlo. Pero no dejó de hacerlo, sino que se volvió más constante.
—Evan, arriba mi cielo —su voz sonó cerca de mi oreja.
Lentamente abrí mis ojos y la miré. Una luminosa sonrisa atravesó su rostro algo pecoso.
—¿Quién te dejó entrar? —le pregunté con voz ronca.
—¡Evan! —dijo elevando un poco más su voz —Soy tu novia, puedo entrar aquí cuando se me de la gana.
—Pues fíjate que serás mi novia —le dije acomodándome para seguir durmiendo —Pero no puedes entrar cuando se te da la gana. A mi padre no le gusta. Ahora dime quien te dejó entrar.
—La mucama —dijo con enojo.
—Pues por culpa tuya esa mujer acaba de quedarse sin trabajo —le aseguré.
—¿Sabes qué? Te odio cuando estas recién levantado. Eres intolerable —dijo y sentí como se levantaba de la cama.
Me senté y la miré. Caminó hasta los cajones de mi mueble y como siempre comenzó a revisarlos.
—No vas a encontrar fotos de mujeres con poca ropa, Isabella —le dije. Ella levantó su verdosa mirada hacia mí.
—No me llames Isabella.
—Ven aquí —le ordené. Ella negó con la cabeza —Que vengas aquí —repetí pero en tono más amenazador. Como una niña pequeña se acercó de nuevo a la cama y se sentó en la punta.
—¿Qué quieres? —me preguntó.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté. Ella se puso de pie con un gesto de indignación.
—¿Acaso no puedo pasar a buscarte antes de ir al colegio? —dijo sin poder creerlo.
—Primero que nada te calmas, linda —dije. Ella volvió a sentarse —Y segundo creo que sabes que odio que no me avises las cosas.
—Eres tan desconsiderado. Quería darte una sorpresa, nada más.
—No me gustan las sorpresas Isabella —me puse de pie y caminé hacia el baño.
—Evan —me llamó. Detuve mi paso y me giré a verla —¿Y me beso de buenos días?
La miré fijo por unos cuantos segundos, allí sentada totalmente arreglada para ir a un simple y aburrido día de clases. Así es Isabella Roberts, llamativa, exuberante, provocadora, algo irritante, pero sensual. Su cabello castaño es ondulado o lacio, depende, y no muy largo, ella es bonita, siempre lo fue. Solté un suspiro y me acerqué a donde estaba. Me incliné sobre ella y apoyé mi boca sobra la suya. Pero sentir aquello me alejé rápidamente.
—¡Diablos, Bella! —maldije. Ella me miró bien.
—¿Qué? ¿Qué pasó ahora? —preguntó confundida.
—Te he dicho cientos de veces que odio que utilices ese maldito brillo labial. Lo detesto completamente —dije mientras me dirigía de nuevo al baño. Entré y cerré la puerta.
—¡Pues no voy a dejar de usarlo! —dijo fuerte.
—Deberías, porque no pienso besarte de nuevo hasta que dejes de hacerlo —le conté mientras prendía la ducha.
—No serías capaz —aseguró.
—¿Quieres probar? —le pregunté. Ella no dijo nada. Me quité el pijama y entré a ducharme.
No había sido una buena noche... después de haberme despertado no logré dormir del todo. Y justo cuando estaba logrando encontrar al señor sueño llegó esta chica. Pero qué más da, dormiré en clases de estadística.
Salí de la ducha y me sequé. Entré a la habitación y divisé a Bella acostada en mi cama. Levantó la cabeza y su mirada se clavó en mí. Pude ver la perversión en sus ojos.
No había un solo día en el que ella no me mirara de esa forma. A veces me asusta.
—¿Por qué no me quieres besar? —me preguntó mientras se ponía de pie y comenzaba a acercarse a mí.
—Porque odio tu brillo —le contesté.
—Pero si es de fruta.
—Tiene sabor a todo menos a fruta.
Se detuvo justo frente a mí. Levantó sus largos y delgados brazos y los colocó sobre mis hombros. Se acercó más a mi rostro.
—Yo se que te mueres por besarme —susurró.
—No estés tan segura —le dije con fría indiferencia. Si en algo soy bueno es siendo indiferente. Ella comenzó a jugar y se acercó un poco más.
Alguien abrió la puerta y giré la cabeza para mirarla.
—Ups, debí tocar —dijo mi rubia prima. Bella soltó un irritado suspiró y se alejó de mí.
—Un poco tarde para pensarlo ¿verdad? —le dijo ella. Danielle revoleó los ojos.
—No tengo tiempo para tus tonterías, tontita —dijo y me miró —Dice tu padre que no quiere que cierta gente —miró a Isabella —entre aquí como si estuviera pancha por su casa.
—¿Dónde está él? —le pregunté.
—Acaba de irse.
—Isabella espérame en el auto, ya bajo —la miré.
—Pero...
—Ahora —sentencié.
Ella tomó su bolso y caminó hasta la puerta. Danielle la siguió cerrando la misma. Solté el aire que tenía en mis pulmones y busqué la ropa para cambiarme.
Esta chica jamás va a terminar de caerle bien a mi padre si sigue haciendo lo que se le da la gana. Tendré que hablar seriamente con ella. Tomé mis libros y bajé a la sala.
Danielle estaba sentada leyendo el New York Times mientras tenía una taza de café en la mano.
—¿Qué hay para desayunar? —le pregunté mientras me sentaba.
—¿Acaso no tienes ojos para ver? —me preguntó sin sacar su vista del periódico.
—¿No estas de buen humor hoy primita? —dije irónico.
—Pues lo estaba. Pero la imbécil de tu novia me puso así —contestó.
—¿Dónde está ella?
—En tu auto —dijo y tomó café. Tomé una medialuna y me puse de pie. Caminé hacia la salida pero me giré a verla —¿No iras al colegio?
Ella levantó su vista y me miró sobre el borde de sus anteojos de lectura.
—Si, pero Logan viene por mí.
Asentí y salí de casa antes de que se nos hiciera un poco más tarde. Entré al auto y sin decir nada lo encendí y comencé a manejar.
—Pásate al asiento de atrás —le dije sin mirarla.
—¿Por qué? —me preguntó.
—Porque iremos a buscar a Alex y quiero que se siente en donde estas sentada.
—¿Sabes? Estoy harta de tus humillaciones —se quejó mientras se pasaba al asiento trasero. Sonreí sin que me viera —Siempre están los demás primero antes que yo. Primero estas tú, después está tu padre, luego tus amigos, e incluso tu prima que la detestas está antes que yo para ti.
—Tú no te ganas ese lugar —le dije y la miré por el espejo retrovisor.
—Si que lo hago —susurró.
—No alcanza con sexo Isabella, tienes que esforzarte más.
—Es lo que siempre intento pero tú solo sabes decirme: Cuantas veces te dije que odio las sorpresas —dijo imitando el tono de mi voz.
Reí por lo bajo y ella me fulminó con la mirada.
Me detuve frente a una pequeña casa y toque la bocina tres veces. Él salió al instante y corrió hacia el auto. Se subió y me miró.
—Estamos por llegar tarde —dijo algo agitado. Mi mejor amigo y casi hermano Alexander Benally. Él miró a Bella —Oh, no sabía que estabas ahí. ¿Qué tal?
—Bien —dijo ella de mala gana.
—¿Por qué tan preocupado por la llegada tarde, Benally? —le pregunté.
—Por si no te habías dado cuenta, Barlip, estoy con la soga al cuello. El rector llamó a mi madre y le dijo que si llegaba tarde una vez más me haría hacer horas extras.
—Uuh, eso debe doler.
—Hasta los huevos. Así que por favor acelera —me pidió. Asentí y aumenté la velocidad. Miré a Bella por el espejo y ella estaba concentrada escuchando música con su Ipod —¿Has escuchado? —me preguntó sacándome de la imagen de Bella.
—¿Qué cosa? —le pregunté.
—Hoy llega un/a alumno/a nuevo —me contó.
—¿Otro nuevo más? —dije. Él asintió —No se cansan de dejar entrar a gente mediocre y sin vida en ese maldito lugar. ¿Es hombre?
—No lo se, no estoy seguro. Por lo que escuché es una chica, pero no te aseguro nada.
—Una chica. Otra más para la lista de las nuevas y rezagadas por Isabella —dije y la volví a mirar. Ella cantaba la canción que escuchaba pero sin voz. Alex rió.
—Es que tu novia es la abeja reina —dijo divertido.
—Solo quiere llamar la atención —le aseguré.
Llegamos a la preparatoria y estacioné en el lugar de siempre.
Los tres bajamos del auto y justo en ese momento estacionó Logan y Danielle bajó de allí.
—¿Qué tal Dani? —la saludó Alex. Ella le sonrió.
—Hola Alex —dijo amable.
—¿Qué onda muchachos? —nos saludó Logan.
—¿Qué hay Logan? —le preguntó Benally.
Yo solo me limité a saludarlo con la cabeza. Ellos entraron al colegio y Alex caminó con ellos. Miré a Bella y ella solo miraba sus uñas.
—Bella —la llamé. Ella me miró. Le tendí la mano y sonrió como una niña pequeña para tomarla.
—Te amo —me dijo mientras apretaba mi boca con su otra mano.
—No hagas eso —me quejé y me solté de su agarre. Ella rió y comenzamos a caminar en la dirección en la que se habían ido los demás, tomados de la mano como a ella le gusta.
Al entrar al salón Isabella se juntó con su grupo de amigas mientras que yo me acerqué a mi lugar al lado de mi mejor amigo. Los demás chicos también se acercaron a nosotros. Por así decirlo somos el grupo, como decirlo y no sonar tan idiota como diría Danielle, seríamos el grupo más conocido. La profesora de estadística entró al salón y todos nos pusimos de pie para saludarla. Nos volvimos a sentar y ella se acercó hacia la puerta.
—Bueno alumnos, voy a presentarles a su nueva compañera —dijo. Miré hacia donde estaba Bella y pude notar la ganas de conocer a esa persona que tenía —Ella es Hanna.
ESTÁS LEYENDO
Nothing in my way EN EDICIÓN
Novela JuvenilCuando pasas toda tu vida cumpliendo órdenes dentro de un buncker, inevitablemente, algún día tienes que salir al mundo real. Tienes que aprender a ser una chica como cualquier otra, hacer amigos, guardar secretos, ser cautelosa y evitar a los idio...