Capítulo 2

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"Mejor que el tabaco"

Se había vuelto loco. No más loco que el chico que miraba por la ventana de aquel taxi, pero sí lo suficientemente loco como para estar yendo a casa de un desconocido a... tener sexo. O a "follar", "copular", "coger" ¡¿"aparearse"?! Y es que Hyukjae se había quejado al menos diez veces sobre lo mal que sonaba esa expresión, había insultado a la gente normal, había mascullado sin disimulo todas las palabras que podrían sustituirla y Donghae se había dado cuenta de que no entendía ni la mitad de ellas. Pero a Hyukjae no le había importado que él estuviera a su lado ni que el taxímetro subiera como la espuma, seguía con el codo en el pequeño alféizar y la cabeza girada, dejando que Donghae se mordiera las uñas nervioso. Su acompañante podía ser muy atractivo, pero no dejaba de darle miedo, cosa que le hizo entender por qué todo el mundo había huido en las discotecas. Pero él quería ayudar a su hermano, a Amber y a Henry, y demostrar que podían confiar en él, aunque terminara huyendo de donde fuera que Hyukjae lo estuviese llevando.

—Deja de morderte las uñas, es incordiante, o al menos pasa al pulgar, no te queda uña en el índice.

Primero se miró las manos, descubriendo que, efectivamente, la uña de su dedo índice estaba a ras de la yema. Luego parpadeó sorprendido y miró a Hyukjae, que no había movido su cabeza un segundo. ¿Cómo demonios lo sabía?

—¿Tienes ojos en la nuca? —preguntó divertido y el otro lo ignoró, sumergido en sus pensamientos o lo que fuera que estuviera haciendo mirando tan intensamente a las calles en penumbra. Donghae se giró hacia su ventana, queriendo averiguar hacia dónde iban y descubrió que no estaban en la ciudad y mucho menos cerca de ella, sino en las afueras, circulando por un camino de tierra suave— ¿A dónde vamos?

—A mi casa.

Se mordió el labio. A su casa... ¿iba a ir a la casa del loco? Su corazón se aceleró y trató de que no se le oyera respirar acelerado, nervioso, horrorizado. ¿Y si le tocaba escapar, cómo lo haría? Hyukjae debía conocer cada rincón de su casa y él ni siquiera llevaba un día entero en Seúl.

Pasó a morderse el pulgar, tal y como Hyukjae había sugerido, y continuó mirando con expectación a todas partes a través del cristal, intentando encontrar algún camino o memorizar el de ida para saber por dónde volver a la ciudad. Y de repente una casa enorme apareció a lo lejos, cada vez más cerca, más grande, más bonita y más solitaria. Donghae observó los árboles que la rodeaban y que parecían no haber sido regados en años, prácticamente a un paso entre la vida y la muerte, y la hierba alta y sin cortar a su alrededor.

Miró a Hyukjae justo cuando el coche paraba a pocos metros de la puerta.

—¿Cuánto tiempo llevas fuera?

—Día y medio, no literalmente, treinta y tres horas y cuarenta y siete minutos para ser exacto, y lo segundos digamos...—miró el reloj en su muñeca— cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, treinta y tres horas y cuarenta y ocho minutos.

Se giró y le sonrió, totalmente forzado, mostrando sus encías y cerrando los ojos, pero bajando los labios al instante y dio media vuelta otra vez para salir del coche con un portazo. Donghae salió después. Le temblaba todo el cuerpo, sobre todo la mano que aún sujetaba la puerta abierta. Miró a Hyukjae, que dejaba el dinero del viaje en la mano del taxista, y pensó seriamente en aprovechar lo poco que tenía en su bolsillo para volver a Seúl y dejar al loco abandonado en su casa lejos de Henry y Amber.

—Chico, ¿puedes cerrar la puerta? —la voz del taxista lo sacó de sus pensamientos, pero fue la mano de Hyukjae la que cogió sus dedos, uno a uno, quitándolos de la puerta para luego cerrarla con el pie.

Crown [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora