Con la nevera plateada abierta, había hueco suficiente para que un hombre de estatura media se encerrara en ella. Hyukjae había decidido que, ya que estaba apagada y no iba a congelarse, era un buen escondite para pensar. Después de todo ya podía abrirla. Ya le había quitado la contraseña y el láser, aunque estaba un poco decepcionado porque no había conseguido convertir ninguna cabeza en lonchas de jamón. Quizá en otro momento, cuando no estuviera ocupado pensando en lo que nunca creyó que iba a pensar.
Se hizo pequeño, con las rodillas en el pecho y un plato de fresas sobre ellas. La puerta estaba abierta y podía ver la cocina desde la altura de un niño. Incluso se sentía como uno. Como él mismo antes de que su madre dejara de ser mamá. Solo que ahora no podía permitirse perder a ese ser que quería... no, que amaba. A ese ser que amaba.
–Uhm... –hizo girar la fresa entre sus dedos una y otra y otra vez, observándola. Luego la mantuvo sobre las yemas como si fueran su pequeño apoyo y apoyó la sien en la pared de plástico duro– ¿Cómo se pide perdón?
La fresa no respondió. Nunca respondían. Así que se la comió. Cogió otra y le preguntó lo mismo. Y con cada fresa que pasaba por su garganta con despecho, el Palacio hacía más y más grande su radio de búsqueda. Tenía veintisiete años; algo debía haber sobre el perdón, ¿no?
Pero es que no había nada, absolutamente nada. El Palacio quería seguir buscando. Hyukjae estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Solo quería oír a Donghae diciendo que lo amaba otra vez.
–Vamos –se apretó las sienes. La cabeza iba a estallarle. Las fresas se cayeron de sus piernas y no le importó porque tenía algo más importante que hacer– ¡Encuentra algo! ¡Vamos!
Cerró los puños en las greñas de pelo blanco que le caían por los lados, la sacudió, apretó los ojos. Insistió e insistió, pero solo encontró a su madre llorando y perdonando a ese hijo de puta que nunca se iba a permitir llamar padre. Su corazón pulsó con fuerza, dolorosamente.
Se levantó tan de golpe, que su cabeza se golpeó con el estante de la nevera. Cayó de rodillas al suelo, jadeando por el dolor. Justo en la cicatriz de bala.
–¡Heechul! –gritó, viendo la sangre en sus dedos. Los pasos fueron rápidos y llenos de miedo. Heechul estaba muy asustado cuando apareció frente a él.
–¿Qué ha pasado? –cuando lo vio, se llevó una mano a la boca. Salió corriendo a por el botiquín que había guardado un par de horas antes en el baño. Luego se había dejado caer en el sofá, después de repetirle muchas veces que lo llamara con cualquier mínima cosa que ocurriera.
Eso es lo que había hecho, ¿no?
Se levantó, chasqueando la lengua. La sangre no paraba. Cogió impulso en la mesa y se sentó, cruzando las piernas como los budistas. No es que le doliera demasiado, aunque era incómodo tener abierta de nuevo la dichosa cicatriz que tantos problemas había dado en su momento. No a él, más a los médicos.
A Hyukjae solo me molestaba una cosa: su pelo.
–¡Date prisa! ¿Sabes lo difícil que es limpiar la sangre del pelo blanco? –gritó, cerrando un ojo porque una gota caía sobre él. Pasó una mano para limpiarla y entonces Heechul llegó corriendo, respirando como si hubiera hecho la maratón del año. Hyukjae le insistió con la mirada– Lento.
–¿Lento? ¡No he tardado ni cinco minutos!
Hyukjae aplaudió con sarcasmo.
–¿Quieres un premio?
–A veces no te aguanto –bufó, dejando el botiquín a su lado.
Hyukjae cambió de posición con un movimiento rápido. Se tumbó boca arriba en la mesa, dejando caer las piernas y la cabeza para que Heechul le curara la herida. Incluso con los ojos cerrados, podía ver la cara de preocupación de su hermanastro.
ESTÁS LEYENDO
Crown [EunHae +18]
Fiksi Penggemar«En un mundo de habitaciones cerradas, el hombre con la llave es el rey y, cariño, deberías verme con una corona» Eunhyuk está aburrido de ser el mejor y más buscado ladrón de todo el mundo, de que nadie sea lo suficientemente bueno como para captur...