Tiempo atrás, parte 3

6.1K 1K 182
                                    

—Lo siento —susurró ella. Aunque Hyukjae no veía nada en su rostro que se asimilara a lo que él podía reconocer como lamento. La miró mientras el hombre lo sentaba en la camilla sin que opusiera resistencia, miró al niño que lloraba con la cara enterrada en el estómago de su padre y a éste, su padrastro, con el ceño muy fruncido y un dedo moviéndose, indicando que se dieran prisa en meterlo en la furgoneta.

Se llevó las rodillas al pecho una vez estuvo dentro, solo, sin su madre. Ella no había hecho nada para evitarlo. Ella últimamente estaba de acuerdo solo con lo que su marido quería. Ella no lo llamaba rey o le prestaba atención por muchas cosas que hiciera. Y cuando por fin había logrado que se fijara en él, había terminado ahí, yéndose.

No lo entendía. Él la quería. Él solo la quería a ella. Había hecho todo lo posible y más para demostrarle que la quería. Pero nada había funcionado.

¿Por qué? ¿Por qué lo había traicionado de esa forma? Si él nunca había querido hacer nada malo.

Él no merecía nada de aquello.

Por supuesto que no.

Él no estaba loco.

Se limpió las lágrimas que caían de sus ojos y los cerró.

—Si no va a servir, bórralo. —se dijo.

Y ella desapareció.

***

El cadáver frente a él estaba blanco, sus labios morados y su pelo era rubio ceniza. Tenía los ojos azules cuando Hyukjae le subió los párpados y un asqueroso olor a vodka le llenó la fosas nasales cuando esnifó su boca. Qué asco. Otro extranjero que moría por conducir borracho. ¿Acaso nunca iban a aprender?

Cruzó los brazos sobre el pecho, frunciendo los labios. Miró la sala enorme y vacía en la que se encontraba. Balanceó los pies que estaban a mucha distancia del suelo y se dejó caer hacia atrás, sobre el cadáver, de forma que desde arriba sus cuerpos parecieran el símbolo de la suma. Estiró los brazos a los lados, dejando caer una mano sobre el rostro inerte y la otra en la zona de la camilla que el muerto tenía entre las piernas.

—Tenía taaaanto que daaaarte, taaantas coooosas que contaaaarteeee...

—Hyukjae...

Ignorando la voz de su psicólogo desde la puerta, se puso en pie sobre la camilla. Él solo quería instrumentos para jugar con el cadáver, pero ya que estaba solo y había escuchado esa canción en su paso por España, prefirió entretenerse cantando. Seguro que a ese hombre le gustaba la música.

—Camino despacio pensando volver hacia atrás... —cantó, y movió los brazos mientras dejaba que sus pies lo hicieran caminar de espaldas. Su cuerpo cayó entonces y abrió los brazos para dejar que su espalda chocara con el suelo, pero Sooman lo cogió en brazos y chasqueó la lengua. Hyukjae soltó una carcajada, moviendo los pies, pasando las manos por la calva de su psicólogo— Tenía taaantoo amoooooorrr, guaaaardaadoo para tiiiiiiii...

Frunció la nariz cuando se vio siendo alejado del hombre al que de repente quiso llamar George. Sonaba bien. Era guiri después de todo. Dejó caer los brazos y la cabeza mientras Sooman lo cargaba y balanceó las manos imaginando que tenía los dedos larguísimos y podía rozar el suelo a pesar de tener el cuerpo de un crío de diez años y estar en los brazos de un hombre que llegaba al metro ochenta.

—¿Cómo has conseguido entrar aquí?

Levantó un brazo y señaló la rejilla del aire acondicionado. Había sido tan divertido.

—Me habías dejado solo con esos niños estúpidos. He visto la rejilla y me he metido en ella. Era como un laberinto, todo derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda, iiiiizquierda y más izquierda, luego he llegado a un ventilador que mira —le mostró un pequeño corte en su índice con diversión y continuó hablando mientras Sooman caminaba por el pasillo—. Deberían avisar, poner algo en plan "ventilador afilado". Ya sabes, ¿te imaginas que alguien se cortase un dedo? Pagaría por ver eso. Aunque no tenemos dinero... y eso que eres psicólogo, eh. No serás tan bueno cuando no te pagan.

Le apretó las mejillas con concentración. Sooman solo soltó aire por la nariz. Era algo que hacía continuamente, así que no le dio mayor importancia. Solo se removió sobre él para estar más cómodo y luego se volvió a dejar caer de forma que el hombre se tropezó con su propio pie.

—Hago esto porque me gusta y tú lo sabes mejor que nadie.

—¿Te gusta cuidarme? Porque a mí me gusta la gente que me da fresas y tú no me das fresas.

—Es terapia, pequeño.

—¡Vaya mierda de terapia, adulto!

—A que te dejo en el suelo.

Ante la amenaza del mayor, Hyukjae jadeó y se sacudió bruscamente. Al no querer dejar que se cayera, Sooman volvió a tropezar y lo abrazó contra su cuerpo. Hyukjae aplaudió.

—Si no te atreves a dejarme caer, estúpido. —levantó una mano y le pulsó la nariz hasta que pareció la de un cerdo. Sooman puso los ojos en blanco— ¿Por qué me has dejado con esos antes? Sabes que no soporto a los niños.

—Tú también eres un niño —rió Sooman y lo metió en el coche sobre la silla infantil. Hyukjae la miró con hastío; no le gustaba, pero tampoco quería que la policía los parase o llegarían tarde a la cena. Quizá en otro momento le hacía alguna jugarreta a Sooman, pero en ese instante necesitaba pizza.

Al verlo delante de él en el asiento de copiloto, estiró los pies hasta darle un par de patadas al respaldo.

—Mi cuerpo es de niño, pero mi cerebro no, ¡señor psicólogo de pacotilla!

El coche arrancó y comenzó a deslizarse por el sótano de aquel lugar. Sooman había ido a una reunión y lo había dejado con los hijos de sus compañeros. Mala idea, canturreó Hyukjae en su Palacio solo con recordarlo.

—Deja de darme pataditas, Hyukjae...

—¡Nop! —le mostró los dientes en el espejo retrovisor y Sooman suspiró.

Cuando llegaron a un semáforo en rojo, Hyukjae comenzó a hacer sonar su boca al ritmo que golpeaba el respaldo con las plantas de sus pies. También aplaudió y se rió. Y Sooman terminó girándose exhausto a mirarlo.

—Si te compro un helado, ¿pararás?

Dejó caer sus pies y abrió mucho los ojos, mirándolo fijamente.

—Uno de fresa que compense lo mal que me has tratado desde que me sacaste de la furgoneta.

Y con "mal" Hyukjae solo quería reprocharle la falta de fresas en su vida. Incluso se había visto obligado a escribirle la palabra "fresas" en la pared con spray amarillo para ver si así le hacía caso. Pero Sooman era un obstinado de narices.

—Ya te he dicho que no puedes comer fresas...

—¡Entonces cómete mis pies! —gritó, y continuó golpeando el respaldo todo el camino hasta la casa donde vivía con Sooman.

Cuando éste murió, Hyukjae estaba en la universidad, analizando un cadáver de mentira. Su teléfono sonó en mitad de la clase y contestó sin más. Un policía le informó de ello con la voz triste.

Hyukjae notó una lágrima caer por su mejilla y no la tocó hasta que se perdió por su barbilla.

Se metió el móvil en el bolsillo de nuevo, miró a su profesor que tenía el ceño fruncido y movió la cabeza con un suspiro.

—Ya no podrá volver a comer fresas —dijo, refiriéndose al maniquí.

Pero su Palacio ya estaba haciendo reformas. Si Sooman ya no iba a existir nunca más, ¿para qué quería tenerlo ahí? Si no iba a servir, debía borrarlo.

Crown [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora