Capítulo 8

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Se miró en el espejo otra vez, tirando de las solapas del traje con una sonrisa orgullosa en el rostro. La rosa blanca sobresalía perfecta del bolsillo en su pecho, el flequillo castaño estaba a la altura justa para no taparle los ojos, la corbata exitosamente anudada después de varios intentos y sus labios brillantes por el pintalabios. Era como si hubiesen dividido su cuerpo, enfundándolo en un bonito traje de hombre y, sin embargo, haciéndolo parecer una adolescente con el labial de fresa. Pero no podía hacer nada contra eso y tampoco es que quisiera.

Se había sorprendido de sobremanera cuando Hyukjae había llegado con el pintalabios hasta él y lo había obligado a ponérselo, no obstante, ahora le gustaba, porque cada vez que Hyukjae lo veía u olía, no descansaba hasta limpiarle los labios.

Se los lamió despacio y luego se mostró los dientes a sí mismo en una sonrisa. Metió las manos en los bolsillos del pantalón negro, listo para el día más importante de la vida de su hermano y de su mejor amigo. Aún no se creía que fuera a ser el padrino de la boda; recordaba la mirada confusa y casi asustada de Hyukjae al verlo saltar de alegría, abrazando a Sungmin. Rió. Era adorable cuando no comprendía sus emociones. Aunque de alguna forma tenía la sensación de que, o Hyukjae se estaba normalizando con él, o había aprendido el significado de sus caras.

—¡Donghae!

El grito bajó su sonrisa, asustándolo, sacó las manos de los bolsillos y corrió hacia la habitación de Hyukjae en la otra punta del pasillo, esa en la que habían tenido sexo la primera vez. Hyukjae había quitado la fotografía de la pared y la noche anterior él lo había ayudado a mover un espejo hasta allí para que hiciese lo que fuera que alguien como él pudiese hacer con un espejo.

Cuando entró, su miedo se transformó en incredulidad. Hyukjae se sacudió en el sitio, arrancándose la corbata llena de nudos sin sentido del cuello, la tiró al suelo y se cruzó de brazos, enfadado. El traje que se había comprado una semana atrás le quedaba endemoniadamente bien, por mucho que se hubiese quejado, aunque Donghae no sabía si lo había hecho porque no quería un traje o porque realmente no quería ir a la boda; de todos modos iba a hacer las dos cosas y no podía negarse a ello.

Se llevó una mano al pecho, aún con el corazón latiendo asustado por su grito exagerado, y miró a Hyukjae con las cejas levantadas. Éste señaló la corbata como un niño que culpa a otro de sus maldades. Donghae puso los ojos en blanco, riendo, y se agachó a recogerla.

—Sería más fácil si pudiera quedarme en casa —oyó, mientras centraba su vista en deshacer los nudos que arrugaban la corbata. Una vez listo, levantó la cabeza, descubriéndose observado y se ruborizó mientras le rodeaba el cuello con la tela azul. Le daba igual lo que Hyukjae quisiera, iba a ir a la boda y punto—. Ah... Está bien. —gruñó resignado— Vamos a ver cómo dos personas que ya viven juntas gastan tiempo y dinero en hacerle saber al mundo que van a seguir haciéndolo. Las bodas son la mayor estupidez que ha creado el ser humano.

—Pues a mí me gustaría casarme algún día.

Al igual que Sungmin y totalmente contrario a Hyukjae, Donghae también deseaba tener su día especial, que todo el mundo se uniera a él para celebrar que iba a estar para siempre con la persona que amaba. Quería ponerse un traje blanco como el de su hermano, comprar una tarta enorme de chocolate y dar el "sí quiero".

De momento, se conformaba con ir a la de Sungmin y disfrutaba de la relación extraña que tenía con Hyukjae. Podría haberla nombrado como relación sexual tres semanas atrás, cuando no iba a la universidad y tenía tiempo libre para mantenerla; ahora era solo su compañero de piso. Y su amigo, por supuesto. Ya que Kyuhyun iba a transformarse en su cuñado, tenía que buscarse un nuevo mejor amigo.

Crown [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora