Tiempo atrás, parte 2

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Apoyó la frente en el hueco que dejaban sus brazos cruzados, aburrido, irritado, oyendo lo que la profesora decía pero con su atención puesta en nada. Odiaba el colegio con todo su ser. Odiaba a la gente, odiaba que le enseñaran cosas que ya sabía, odiaba tener que llevar ese uniforme azul todos los días, tener que alejarse de la única persona a la que quería durante seis horas.

–Hyukjae –oyó a su lado. Bufó, ignorándola, y estiró los brazos todo lo que pudo sin dejar de rozar su nariz con la mesa de madera. La profesora, una vieja que debía de jubilarse en un par de años si no antes, se aclaró la garganta y volvió a decir su nombre. Entonces levantó la cabeza para mirarla con desprecio. Si tan solo hubiese seguido con lo que hacía, habría podido dormir— Sal a la pizarra.

Miró la tiza que ella le ofrecía con el rostro fruncido y arrugado. Desvío su aburrida mirada hacia la sencilla ecuación en la pizarra y soltó aire por la nariz.

Se levantó, metiendo una mano en el bolsillo de su pantalón, cogió la tiza con cuidado y atravesó el pasillo entre esos que tenían varios años más que él pero que, obviamente, era mil veces más estúpidos. Cómo los odiaba. Pero su madre le había dicho que fuera normal e hiciera caso a su profesora e iba a hacerlo porque luego tendría su premio. Un abrazo y bol de fresas. Su madre y fresas solo para él. Quizá lo único que merecía la pena de ir al colegio.

Hyukjae, con ocho años, tuvo que saltar para llegar a donde se suponía que alguien de once ya llegaba. Fruncí los labios, notando su coleta saltar tras su cabeza y a los estúpidos reír de forma burlona.

—¿No llegas, enano? —dijo uno que estaba cambiando la voz demasiado pronto.

—Pobrecito, ¿llamamos a tu mami para que te levante? —se carcajeó una chica y todos los demás se echaron a reír. Hasta la profesora.

Hyukjae se mordió el labio. Se repitió a sí mismo que no merecía la pena arriesgar las fresas por unos estúpidos. No. Claro que no. Hizo de su boca una línea y logró escribir la respuesta supuestamente difícil de esa ecuación entre saltos y burlas.

Cuando terminó, se acercó a la profesora y estiró la mano. Antes de que ella hiciera lo mismo para coger la tiza, la dejó caer en el suelo. Sacudió las manos para limpiar el polvo blanco de sus dedos con una mueca.

Volvió a su sitio caminando tranquilamente, repitiéndose que mientras se mantuviera quieto podría soportar esas horas sin causar problemas. Justo como ella quería. Todo iba a salir bien. Ya había hecho la ecuación perfecta, así que la vieja debía ponerle buena nota sí o sí.

Seguro que su madre se ponía muy contenta cuando llegara y le dijera que, un día más, se había portado como un rey. Seguro que sí.

Dio los últimos pasos hasta la última mesa de la fila y sin embargo tropezó de repente, cayendo de bruces al suelo. Apoyó las dos manos a tiempo de no golpearse la cara, logrando dar media vuelta para ver quién le había puesto la zancadilla. El mismo que le había gritado la primera vez lo señalaba con diversión, con la pierna estirada.

Abrió la boca para coger y soltar aire, una y otra vez, con dificultad, mirándolo fijamente. Apretó los dedos en el suelo.

—Tranquilo —susurró para sí mismo—, hay fresas en casa.

La mano de su madre le acarició la cabeza en su imaginación y logró calmarlo hasta el punto en que fue capaz de levantarse y volver a su mesa ignorando por completo al resto de personas inútiles a su alrededor.

Cruzó los dedos de ambas manos bajo su barbilla mientras la profesora volvía a explicar. Qué ganas tenía de meterlos a todos bajo tierra. Todos esos estúpidos emparedados, enterrados vivos. El gordo que tanto osaba llamarlo enano siendo usado para jugar después de morir bajo su jardín.

Crown [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora