Capítulo 4

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Ya instalada Jessica en su grande y hermosa habitación, es atendida y complacida por una sirviente de aproximadamente 20 años.

-Quiere jugó de pera señorita Jessica?-
-No gracias. Por que me dices señorita?-
-Es muestra de respeto señorita... Si el patron Don Jeremías me oye llamandola de otra manera me regañaria.-
-Esta bien... pero cuando estemos solas me dices solo Jessica o Jess como me dice mi Mamá-

La joven sirvienta ya sabía lo que le había sucedido a la mamá de Jessica.

Pero Jeremías estrictamente prohibió hablar o comentar algo sobre la madre o el padre de Jessica, De hacerlo serían despedidos.

Jessica baja a la sala de estar donde el abuelo de ella estaba sentado en un escritorio en una de las esquinas de la amplia sala.

Ella se acerca a el y le dice:

-Que haces Abuelito?-
-No me digas abuelo! Muestra respeto y dime Sr. Jeremías!!- dice el abuelo de Jessica levantandole exageradamente la voz a tan sólo una pequeña niña.

Jessica se asusta por la manera en la que le han respondido.

La sirvienta, Ana, al escuchar el fuerte regaño que retumbo en la sala de la finca.
Se dirigió hacia allí y vió  a Jessica parada aún al lado del escritorio de aquel viejo amargado con su rostro enrojecido y de sus ojos caían gruesas lágrimas.

La sirvienta reaccionó rápidamente y tomó a Jessica de la mano y la llevó hacia la cocina junto a la puerta que daba hacia el patio donde estaban los establos de los caballos.

Jessica lloraba...
Ana se agachó y tomó sus manos.

-Tranquila... siempre es así de grosero y malhumorado... te acostumbraras...-
-Quiero a mi Mamá...!- dijo sin dejar de llorar...

Como es posible que alguien le grite de esa manera a una niñita.
No se tiene que tener ni una gota de cariño para hacer algo así...

-Vamos pequeña... quieres salir a jugar?-
-Si...- dijo limpiando las lágrimas de su mejilla.

Ana abrió la puerta de la cocina y Jessica salió a un grande y hermoso campo.

A su derecha estaban los establos y a su izquierda un Granero grande y un poco antiguo.

Rodeaba al campo un cerca de madera que detrás de ella se podía contemplar un inmenso y espeso bosque.

Aquel bosque era casi impenetrable por la cantidad de gruesos árboles que tenía.

Jessica cruza por en medio del campo hacia la ya mencionada cerca, es como si ese bosque la estuviese llamando.

El ruido de los caballos ya no se escuchaba en los oídos de Jessica.
Era como una poderosa droga...

Al ir acercándose más, el bosque absorbia los pensamientos de Jessica

Y al llegar jessica apoya sus manos en la cerca y se queda mirando hacia el fondo de aquel bosque.

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