Capítulo 66

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Todos los presentes miraban a Jessica perplejos, no podían creerlo, Jessica estaba allí, parada, de su cabello colgaban trozos de hielo.

El agua se había congelado en su cabello, no traía sus medias y resaltaban sus pequeños senos a través de el camisón que traía.

-Puedes decirme al menos...-dijo el abuelo de Jessica
-Creo que no tienes ninguna autoridad para hablarme.-dijo Jessica sin siquiera mirarlo e interrumpiendolo.
-COMO TE ATREVES A...!-dijo el abuelo de Jessica bajando las escaleras enojado, levantando su mano, con su palma estirada y señalando la mejilla de Jessica.

Planeaba abofetearla, Jessica lo miro a los ojos sin una gota de miedo.
Y el abuelo de Jessica se detuvo en pleno acto, la mirada de esa pequeña lo intimidó de tal manera que bajó su mano justo cuando ya estaba a punto de golpearla.

Con sus ojos azules profundos penetró en la mirada de su abuelo, al ver que bajo su mano, Jessica se hizo a un lado para pasar y comenzar a subir las escaleras hacia su cuarto.
¿Con que cara alguien podría dirigirle la palabra?

-Espero que ninguno tenga pensado dirigirme alguna palabra.-dijo Jessica justo cuando estaba al pie de las escaleras.

El abuelo de Jessica se quedo donde la mirada de esa chica lo había dejado, estaba de espaldas, avergonzado, con su cabeza gacha, deseaba que se lo tragara la tierra.
Los sirvientes aún no podían contener sus expresiones, no sabían como procesar lo que había pasado en esas últimas 5 o 6 horas todo era tan fuerte e impactante.

Jessica subió las escaleras y se dirigió a su cuarto, abrió la puerta y vio su desorden, vio como todas sus cosas estaban en el suelo.
Su gatito salió de debajo de la cama a recibirla pero ella no tenía ánimos de nada.

Jessica levantaba sus pies para pasar atravesando ese caos.
La jaula de su ave estaba cubierta de ropa, en mitad de la habitación estaban esas "cartas" que enviaban sus supuestos padres.

Jessica sin ninguna expresión tomó las cartas y las recogió con sus pequeñas mano, estaban hechas pedazos, por su mente paso la imagen de ella arrodillada en medio de su habitación, con esas cartas entre sus dedos y llorando con mucha desesperación, indignación y sobre todo dolor y rabia.

Con las cartas en sus manos se sentó en su cama, tiró al suelo algunas cosas que estaban sobre ella, levantó una vez más su mirada para ver el verdadero desorden que había, desde su ropa hasta su peinadora tirada en el suelo podía verse claramente.

Jessica se recosto en la cama y se colocó en posición fetal, abrazó, pegando a su pecho los trozos rotos de las cartas, y de sus ojos volvieron a salir lágrimas silenciosas.
Estas lágrimas ya no eran de odio, ni rabia.
Eran lágrimas puras de tristeza, su almohada comenzó a mojarse de sus lágrimas.
Las lágrimas más puras que podrás encontrar en alguien son las que salen cuando esta en completa soledad.

Comenzó a recordar melancolicamente como esperaba sentada al pie de la puerta de la entrada principal a sus padres llegar para Navidad, pero eso nunca pasaba.

Recordaba como ansiosa esperaba las cartas que llegaban para sus cumpleaños, falsas pero al menos de algo se podía aferrar, pero ahora ¿Qué tiene para aferrarse?.

Esas tiernas lágrimas seguían bajando, empapando la almohada de Jessica de a poco.

Abrazó más las cartas a ella, tratando de conseguir algún consuelo en ellas pero nada hacia resultado, Jessica ya no traía nada por dentro.

Ahora conoceremos lo que en realidad es un corazón roto, porque no siempre es un "corazón roto" aquel que ya no tiene a su lado al amor de su vida.

Pasaron los minutos, haciéndose horas y llorando Jessica se quedó dormida, sus ojos estaban hinchados de tantas lágrimas, aún podían verse claramente las marcas que dejaban las lágrimas al bajar.

En medio de la oscuridad estaba el abuelo de Jessica, sentado en el gran comedor, con una botella de ron en su mano derecha y una copa con dos hielos en su izquierda.

Ana bajaba las escaleras cuando lo vio.

-Patrón?-
-Si?... Eres tu Jessica?-
-No.. soy yo Ana. Que esta haciendo a esta hora aquí abajo?-
-Que más podría hacer Ana? Dímelo tu.-dijo poniendo licor en la copa.
-No se haga daño usted también. Por favor.-
-La heri Ana, nunca pensé que sería la persona que le haría daño.-
-Usted sabía que tarde o temprano esto pasaria, fueron muchos años que este asunto se ocultó. ¿Que esperaba?-
-No quería lastimarla. Esa era mi única intención.-
-Pero lo hizo y ahora veala. Ya nisiquiera puede verla a los ojos, esa no era una pequeña mentira como para ocultarla tanto tiempo señor... ahoguese lo que quiera en alcohol pero nadie le devolverá lo que usted mismo le arrebató a la señorita Jessica.-
-Que tanto le arrebate? Dime!-
-Todo! O es que aún es ignorante ante esta situación, esa chica no volverá a confiar en usted, ni en nosotros, tal vez en más nadie. O es que aún no lo ve? Veremos si se sana el daño que le hizo por dentro.-dijo Ana volviendo a subir las escaleras.

Hermosa-MenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora