IX

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"Si la vida fuera cerveza, me la tomaría mas enserio"

-Bueno, ¿qué aprendimos de esta noche? - me preguntó Eros mientras entrábamos a la casa, eran las tantas horas de la madrugada, yo estaba sucia y con muchas ganas de darme un buen baño. Suspire intentando acomodar mi melena alborotada, bizquee a través de la mancha de mis anteojos que me impedía ver con claridad al hombre frente a mi.

- ¿Qué debimos habernos quedado en casa? - contesté con sarcasmo. - ¿que soy un desastre para coquetear? ¿que moriré sola y virgen? - agregue con acidez.

El me miró unos instantes sin parpadear captando mi pose amargada y molesta antes de estallar en carcajadas.

Yo lo fulminé con la mirada. No tenía gracia.

Me cruce de brazos esperando a que se le acabara la risa, pero verme tan seria y enfurruñada pareció causarle mas gracia y se acabo recargando contra el brazo del sofá para no caerse mientras se sostenía el estomago con la mano.

- Te odio. - le dije sonriendo y dandole un golpecito en su hombro que el dramatizo tocándoselo como si lo hubiera herido gravemente.

Levantó la cabeza limpiándose invisibles lagrimas de la comisura de los ojos y me miró estirando sus labios en una sonrisa sincera.

-me amas. - me dijo quitándole importancia a mi sentencia de disgusto eterno.

Puse los ojos en blanco y me quedé tiesa como un palo cuando lo vi acercarse y tomar mis lentes con cuidado extremo.  se le veía tan concentrado, sus ojos fijos en los míos mientras me quitaba los anteojos, sus labios formaron una suave sonrisa ausente que me hizo contener la respiración.

Se dio a la tarea de limpiar los frágiles cristales con un pañuelo que saco de su bolsillo (por supuesto que tenia un pañuelo, era Eros, por Dios santo)

- No tienes la culpa de que ese hombre intentara sobrepasarse contigo, Gwenny. - me dijo tiernamente mientras me colocaba devuelta los lentes limpios en su lugar, y dejando sus manos grandes recargadas contra mis hombros, lo único que yo deseaba era dejarme abrazar y consolar por el, pero una parte de mi, la desconfiada e irritada con la vida que ya me había quitado tanto y dado tan poco, se negaba a dejarse convencer tan fácilmente, así que me separe de el abrazandome a mi misma.  ¿Ahora me llamaba Gwenny? ¿Qué significaba eso? El me miró con calidez y yo sentí cosas en mi estomago que no quise ni comenzar a nombrar o identificar. ¿que era esto?

- Si, claro. - bufé concentrándome en el tema en cuestión. - no es mi culpa que mi persona atraiga a todo tipo de borrachos y malhablados...

- Eso no es cierto.- me dijo con sus ojos centelleando enojados - el imbécil se sobrepaso contigo al igual que lo hubiera hecho con otra mujer igual de hermosa. - dijo llanamente, constatando un hecho - Así que no te eches la culpa por ello, ya paso, estas sana y salva, y no volverá a suceder.

Lo mire escéptica.

- ¿cómo lo sabes?

-Porque estoy contigo, por eso. - me contesto como si fuera obvio. Lo mire ocultando la emoción que despertaba en mi que me dijera esas palabras. Sobretodo porque después de un mes el se iría y yo no lo tenía cerca para protegerme.

Sus ojos se nublaron como si hubiera leído mis pensamientos, su mandíbula se tenso y desvío sus ojos de los míos.

- Deberíamos dormir, mañana tenemos mucho que hacer. - dijo.

Lo mire sorprendida, bien que era sábado en la madrugada y no tenia que volver a trabajo hasta el lunes...

- ¿De que estas hablándome? -le pregunté como si estuviera tonto.

Querido ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora