XIV

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Vaya, vaya, parece que no los puede dejar en paz!! :3 Este capitulo se lo quiero dedicar a todas aquellas lectoras y lectores :3 que siempre me han estado apoyando. Muchas gracias de verdad por todos sus comentarios positivos tanto en en público como los privados, de verdad muchas gracias. Este es para ustedes <3 

"What if I fall?

 Oh, but my darling... what if you fly?"

- ¿Qué ...?

- ¿...hago aquí? - La Diosa del amor se acomodó en mi asiento, su vestido verde (del cual ni me había fijado antes) combinaba a la perfección por sus ojos gatunos, y su sonrisa me dejo desorientada por unos instantes. Cerré mis manos en puños y me coloque de espalda a mis alumnos, poniéndome como objeto de su atención y dejando a mis niños fuera de la ecuación. No confiaba en esa mujer, y si Eros la odiaba tanto, por alguna razón había de ser. Afrodita notó mi gesto y se rio abiertamente. - si quisiera hacerles algo, no habría nada que me lo impidiera. Eres solo una mortal después de todo, te podría matar solo con una simple orden.- se limpio una basurita imaginaria del escote de su vestido- Como Diosa del amor puedo hacerte caer en una depresión insalvable por la eterna búsqueda de tu amor, morirías por tu propia mano, en realidad. - su sonrisa se amplio, sincera. - Eso sería entretenido de ver.

- Estas loca.

Tan pronto termine de hablar, ella ya se había levantado tomándome de al mano, sus pupilas se dilataron y una sensación de mareo me invadió.  Cerré los ojos para luchar contra el vertigo. Segundos después los abrí para encontrarme lejos de mi salón de clase y muy cerca del reino de los Dioses.

- ¿Estoy de verdad en el Olimpo? - pregunté pasmada.

- Por supuesto que no. - espetó con indignación. - eres una mortal, no tienes permitido cruzar nuestras rejas.

- ¿Entonces... ?

- Haces demasiadas preguntas, mortal. - rechine los dientes molesta. Solo Eros tenía permitido llamarme así.

La Diosa camino por la gran estancia. era un lugar con pocos muebles, en realidad, solo tenia un Chaise Longue de terciopelo rojo y con cojines a juego, un trono al que se alcanzaba subiendo unos escalones de mármol y pilares con intrincados griegos, no había nada en la estancia, na-da.

 Mi imaginación se entristeció, me había imaginado una piscina con hombres desnudos, una cama enorme del tamaño del mundo, un closet con todas las telas del universo y un banquete de refrigerios a un lado de la piscina, con sirvientes hermosos a la disposición de la Diosa. A comparación con mi imaginación, esto era un desierto, árido e insípido.

-La habitación funciona con mi mente. - dijo la mujer con un tono de suficiencia en la voz. - te mostraré lo que yo quiera mostrarte.

- Oh. - dije con una mezcla de alivio y decepción.

- Déjame verte bien. - me pidió ella acercandose con un contoneo de caderas provocador. Yo no sentí mas que admiración por ella, pero de ninguna forma me iba a convertir en lesbiana, no era mi estilo. Pensé en Eros, tan apuesto y hermosos que me dolía contemplarlo, mi corazón se encogió por la expectativa de volverlo a ver. - eres una pieza encantadora. - me dijo tocando mi cara levemente, mi piel se puso chinita pero no me atreví a apartarme. Sus ojos verdes me recorrieron críticamente al tiempo que su boca no paraba de soltar insulto y cumplido a diestro y siniestro. - las pecas no son de mi estilo, pero admiro tu cara en forma de corazón, tus ojos son grandes y te dan una cierta inocencia, pero tus labios hablan de placeres que ni tu te has atrevido a saborear. - no tuve tiempo de procesar aquello porque pronto siguió con los insultos. - pero tu estatura no es la adecuada, eres muy delgada, no tienes curvas, ni pechos de los que presumir, caminas como un pingüino, y tu amor propio esta por los suelos.

Querido ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora