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"Te amo tanto, que cuando te mando a la chingada, me quiero ir contigo"

Punto de vista de Gwendolyn.
- He decidido vivir el resto de mis días junto a Gwendolyn, como mortal - Declaró Eros haciendo que todos estallaran en gritos y que yo me quedara con la boca abierta pero muda por la conmoción. Atenea siseo como si le hubieran pegado pero no la miré a la cara, solo podía observar al hombre que acababa de confesar que planeaba dejar de ser un Dios. ¿eso era posible, para empezar? 

Poseidon se atraganto de risa y Zeus parecía apunto de tener un paro cardiaco allí mismo. 

- ¡No puedes hacer esto! - esa era Afrodita, por fin diciendo lo que tenia en mente y tomando la palabra, la rabia había distorsionando su voz y por primera vez su atractivo se vio desfigurado. - Eres un Dios Olímpico, no puedes simplemente abandonarlo todo por una mujer. Si ella es la indicada conviertela en inmortal y cásate con ella, ¡pero no seas dramático y abandones todo para morir como un mísero mortal!

Eros la miro con desprecio haciéndola callar, y de paso a todos. Vaya, tal parece Eros me venia bien ese rollo  intimidador.

- Ese era mi plan inicial. Pero recapitules. - dijo escupiendo las palabras. su tono destilaba sarcasmo y veneno mientras miraba a la mujer que le había dado la vida - ¿cuantos años es posible amar a alguien de la misma manera, estáticamente? El amor progresa con las experiencias y la edad. Gwendolyn al ser humana me ofrece el regalo del cambio, algo que no he experimentado desde que cumplí los treinta por primera vez, ya hace eones de eso. - Sus ojos refulgieron por la fiereza de sus palabras.- nadie debería vivir para siempre. Me siento el hombre mas afortunado del mundo por haber encontrado a mi alma gemela y tendré la oportunidad de vivir a su lado y morir también.

- Podrías vivir con ella eternamente. - argumento su madre desesperada, varias voces se sumaron a aquella afirmación y yo sentí como mi corazón se oprimía. Esto era demasiado, Eros y todos estaban decidiendo mi futuro y yo no tenia nada que decir la respecto, todo estaba mal. Miradas de odio fueron lanzadas a mi dirección, juzgándome como la mujer que les arrebato al Dios del amor. Yo no quería esto, yo jamas le había pedido esto.

- Ella no conoce ese estilo de vida.

- Podría conocerlo. 

- No. No voy a cometer el mismo error.  - Mis hombros se hundieron comprendiendo de pronto de que se trataba todo esto. No era solo sobre mi, era sobre Psique y el daño que le había causado. Eros tenía miedo que el amor que yo podía sentir por el no duraría mas que una vida humana. ¿tan poco pensaba de mi?

Humedecí mis labios resecos intentando mantener mis pensamientos a raya. Las miradas venenosas se hicieron mas notorias pero las ignore, eran el mínimo de mis preocupaciones. Atenea me miro intentando ocultar el miedo en sus ojos, pero yo misma lo sentía vivo en mi piel y lo reconocí bajo las capas de seguridad que ella estaba usando para disfrazar su preocupación.

Eros dirigió su mirada la mía, sus ojos se oscurecieron y  sus facciones se congelaron mirando las mías. No se que expresión tenía mi cara pero supe por la forma en que Eros se vio angustiado allí parado frente a mi... no podía  ser la mejor mirada del mundo.

- Gwen ...

- Creo que... - murmure intentando hacer llegar el aire a mis pulmones. Mire desesperada a los que me rodeaban, el ambiente se podía cortar con un cuchillo de untar. Yo ya no era bienvenida allí, me di cuenta. Todo el esfuerzo de sonreír y aprender los nombres de todos se habían ido al traste allí mismo. Eros había planeado algo muy romántico y mi corazón se hinchaba de felicidad al saber que el sentía lo mismo que yo por el. Pero lo nuestro no tenía futuro. Yo jamas seria inmortal, aun si yo aceptara gustosa convertirme en lo mismo que Psique, Eros jamas aceptaría convertirme, aun si me amaba el no confiaba en lo suficiente en el amor que yo pudiera tener por el. Esto era demasiado. - ... necesito tomar algo de aire. - farfullé antes de salir de allí caminando a paso largo, Eros intento seguirme pero una masa de Dioses furiosos lo rodearon hablando a voz en gritos intentando hacerlo entrar en razón. Eros grito mi nombre pero yo apreté el paso, tenía que salir de allí. Dudaba mucho encontrar una parada de autobuses o algo por el estilo, y si lo hacia, dudaba que fuera por las mismas rutas de mi fraccionamiento.

Querido ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora