XXXI

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Este capitulo esta corto, no me odien...

¿Conoces ese momento entre despierto y dormido? ¿El lugar donde aun puedes recordar soñar? Allí es donde siempre te amaré, allí es donde te estaré esperando. - Peter Pan.

Punto de vista de Eros.

El cuerpo de Gwendolyn estaba siendo arrancado miembro tras miembro, animales de sangre fría tiraban de sus piernas llevándosela a lo profundo. Ella grietaba de dolor, intentando articular el nombre de Eros, pero cada vez que lo intentaba algo la hacia perder el aliento y la sangre no dejaba de salir de su menudo cuerpo, mezclándose con la nada y la oscuridad.

Los ojos de Gwendolyn se cerraron y sus labios temblaron con la sangre llenando sus pulmones y derramándose por su garganta, sus ojos verdes perdieron vida mientras intentaba murmurar el nombre del hombre dueño de su corazón.

- ¡Gwendolyn!

Eros despertó de su pesadilla envuelto en capas de sudor frío, los puños apretados al punto de sentir sus nudillos crujir y perder la circulación, su garganta quemaba por el grito que había soltado directo de su alma inmortal y se giro con su respiración aun fuera de control en busca de su chica miope. En cuanto la viera acostada entre las mantas a su lado con sus adorables ronquidos desaparecerían sus fantasmas, ese era otro de los encantamientos que tenía Gwendolyn sobre el.

- ¿Preciosa? - la llamo con la voz temblorosa, sus temores crecieron al no verla a su lado, se levanto desnudo sin molestarse en cubrirse y camino a paso apurado hacia el baño rezando a Zeus encontrarla allí. - ¿Gwen, cielo? - su voz perdió fuerza al entrar en cuanta que ella no estaba en el baño ni en la habitación. El miedo lo agarro desde los tobillos hasta su misma alma, subiendo como un escalofrío del mas allá.

- ¡Gwendolyn! - recorrido toda la casa rápidamente, su desesperación crecía al encontrar cada cuarto y estancia nacía y sin rastros de su pelirroja. El sueño se sentía cada vez mas vivo conforme el caía en cuanta que ella no estaba ahí.

Se quedo parado en medio de la sala de estar, aun completamente desnudo y sin importarle una mierda, su pecho subía y bajaba intentando hacer entrar oxigeno a sus pulmones pero este se negaba a cooperar.

Se pellizco el puente de la nariz y paso una mano temblorosa por su cabello, jalando de sus hebras para intentar calmarse y pensar con claridad. Cuando algo se refería a Gwendolyn le era difícil concentrarse, y siempre que tenía esa sensación en la boca del estomago sabía que lo que sea que pasaba con Gwen no podía ser bueno.

Su mente trabajaba a  toda velocidad, sacando conjeturas de quien pudo habérsela llevado. Por unos segundos considero a su ex mujer pero la descarto porque no  era su estilo, ademas, Psique no tenía poderes, no habría podido hacer desaparecer a Gwen sin que el se enterara o su pelirroja intentara ponerle una buena tunda por intentarlo.

No, esto era obra de alguien mas, alguien que siempre se había metido en su vida privada como si fuera la suya propia.

- Afrodita, perra desgraciada. - ladro al techo, como si la deidad pudiera oírlo desde aquella distancia. - Cuando te encuentre desearas no haber cogido con Ares alguna vez en tu puta vida, ¿me escuchaste?. - Sus emociones estaban fuera de control y con un movimiento frenético de su mano hizo aparece un conjunto de ropa antes de trasladarse a los aposentos de su madre, la cual estaba sentada en su trono esperando la llegada de su hijo. La deidad de la eterna juventud estaba vestida con una toga al estilo griego, donde se mostraba bastante piel pero nada lo suficientemente indecente para pedirle cubrirse. Su pelo estaba sujeto por horquillas de oro en forma de mariposas y rizos rubios caían estratégicamente sobre su cara para enmarcar sus facciones. Eros apareció con la mirada de un ángel vengador pero lo cierto era que su corazón estaba a punto de salírsele del pecho y la preocupación por Gwendolyn lo estaba matando.

Querido ErosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora