Pág. 54 cap 9

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Capítulo 9: Libres para siempre.

Despertamos más temprano de lo habitual, pero la emoción de empezar un nuevo día era la misma que nos tenía sin poder dormir la noche anterior, miré a mis amigos, despiertos y conversando  — Arriba equipo, el desayuno no se consigue por si solo — dije volviendo a cubrirme con mi cobija

  — Espero que al decir "arriba equipo", te refieras a tus piernas — los ignore, y de pronto en mi celular vi un nuevo mensaje del tío Jhon:

"ácaros, es hora de irse, Calvin sabe todo sobre la chica, van por ustedes"

Me tomó un minuto en entender lo que estaba pasando, me puse de pie, arroje la cobija y me acomodé la camiseta justo después de que el teléfono celular cayera de mis manos— ¡Leonardo!, ¡Richard! ¡Macconi lo sabe!

  — ¿Qué cosa? 

  — ¡Todo sobre Gemma, vienen en camino! — mis amigos se quedaron en shock por lo que acababa de decirles, guardamos silencio sin saber que haríamos para salir de ahí con vida, y de pronto escuchamos varias pisadas fuertes en la escalera de emergencia

  —  Es tarde, ya están aquí — dijo Richard incorporándose del suelo rápidamente para irse, acto seguido vi como Leonardo tomó a Gemma de la mano y corrieron hasta el pasillo, — Damián ve a la cocina y salgan por la puerta trasera, yo voy a tomar el riesgo, si no hay uno de nosotros aquí van a ir por los cuatro, ¿me explico?; — asentí, yo confiaba en que mi amigo era rápido y astuto, iba a saber protegerse a si mismo, pero me temo que debí cederle mi lugar — cuida bien de ella — dijo a modo de despedida, la abrazó y le dio un corto beso, Gemma lo miró con tristeza, y las lágrimas empezaron a caer sobre sus mejillas, pero no había tiempo de discutirlo, simplemente bajo presión pensábamos que era lo correcto.

Salimos del edificio, gracias a Dios no vimos a nadie en la parte trasera del edificio, le abrí la puerta del auto a Gemma y en seguida tomé yo mi asiento, Richard estaba en el asiento trasero del vehículo pidiendo que me diera prisa, por lo cual arranqué la maquina lo más rápido que pude, y se me ocurrió llegar a una tienda a hacer una recarga telefónica para llamar a la policía y así proteger a mi compañero, ya que si tenía que elegir entre ver a Leonardo encerrado o muerto, claramente prefería mil veces verlo tras las rejas.

En el edificio Leonardo subió las escaleras del interior hasta llegar a la azotea, 10 hombres frente a él lo estaban esperando, a su al rededor veía nuevos objetos que no eran de su propiedad, — Hola... pequeño, sucio y miserable ácaro — dijo uno de los sujetos dando largos pasos hacía donde él estaba

  — ¿Se te ofrece algo, Piplo? 

  — ¿En dónde esta la chica?, o debo decir, su nueva cómplice

  — No sé de lo que estas hablando, no tenemos a ninguna  

  — ¡No me mientas!, la vi aquí ayer, en este mismo lugar, y si no es ella quiero ver a Damián aquí, ahora mismo ¿dónde esta él?

  — No lo sé, debe estar cometiendo algún robo en la ciudad, te recuerdo que tenemos una deuda

Cuatro LadronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora