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 A partir de tal lugar Damián fue caminando hasta el edificio, se veía mucho más maltratado que antes, como si unos bandalos hubieran escalado todo el lugar solo para marcarlo con basura, palabras sucias y pintura con un desagradable aroma, él lo contemplo por unos segundos, luego bajo la vista y encontró las cenizas de un costal y sangre en medio de la carretera; sus ojos se abrieron de par en par, no tuvo que pensarlo ni dos veces, corrió hasta ahí mientras que sentía varios dolores en él interior de su cuerpo además de las heridas, su pecho se sentía presionado, difícilmente podía respirar con las lágrimas dominando sus ojos y la cabeza llena de pensamientos y temores — ¡Nooo...!, ¡Leo, no me hagas esto!, ¡hermano!  — puso las manos firmes sobre la sangre en el pavimento y hablo nuevamente con la voz entre cortada — Hermano, somos libres, por favor no me dejes, discúlpame por haberte abandonado, fue mi culpa, todo esto fue mi culpa — levantó nuevamente la vista y buscó con la mirada a alguien a quien debiera hacer pagar por el daño, alguien con quien pudiera vengarse justamente <<Debí haber sido yo, esta debería ser mi sangre en el piso, debí haber sido yo el que se quedara en el edificio, el debió irse con Gemma, el debió escapar, tenía que salvarse y ser libre>> — Dios mio ¿por qué...?,   — cubrió su rostro con ambas manos y permaneció sentado junto a las cenizas por varias horas, hasta que supo que hacer — me vengaré, estábamos juntos en esto Leonardo y Richard, Calvin Macconi, donde quiera que esté, voy a hacer que pagué por lo que les hizo, por lo que nos hizo — recogió con cuidado una parte del costal, y tomó entre sus dedos un pedazo de la camiseta que Leonardo llevaba al momento de morir — y perdóname — suplicó nuevamente antes de irse del lugar.

La tarde ya había caído, y la noche empezaba a asomarse, Damián caminó hasta el lugar donde había dejado a Gemma, fue poco a poco entre los árboles llamándola sigilosamente por su nombre — ¡Volviste! — exclamó ella con lágrimas en los ojos cuando lo vio finalmente

  — Tengo que hablar contigo — él no pudo ocultar su tristeza 

  — Damián, podemos hablar después, quier ver a Leonardo, ¿como esta él?  

  — Oye, tranquila, él me pidió que te comentará esto primero, ¿podrías sentarte un minuto y escuchar? — la manera en que su compañero dijo las cosas la hizo pensar que su amado estaba vivo, por lo cual hizo caso a las instrucciones y se sentó junto a un árbol para escuchar a su amigo.

Cuatro LadronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora