Capítulo 23: Fin de semana IV

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—Lo siento—Dije rápidamente al separarme de él. Retrocedí dos pasos y volví a tomar el vaso de agua que había dejado encima de la barra.

— ¿Por qué te disculpas?—Respondió con el ceño fruncido.

—Por besarte... Yo... Yo no debí hacerlo— ¿Por qué mierda me cuesta tanto hablar? ¡Es Dylan, por amor a Dios!


Por eso mismo, idiota.


—No te disculpes por algo que ambos disfrutamos—Dijo sonriendo de lado.

—Dyl, esto no debió pasar y ambos lo sabemos—Dije negando con mi cabeza—No te puedo dar lo que tú en realidad quieres.


Él me miró extrañado, analizando las palabras que acababan de salir de mis labios.


— ¿Y que se supone que es lo que yo quiero? —Dijo evidentemente molesto.

—Algo de un rato y ya—Dije encogiéndome de hombros—No soy así, lo siento.


No voy a decir que soy una santa, el hecho de no haberme acostado con un hombre nunca, no me hace serlo. Si sigo virgen, como comúnmente se llama, es porque nunca he estado lo suficientemente borracha para cometer semejante estupidez. Pero sí lo he estado como para llegar a los besos y manoseos con cualquier idiota recién conocido en cualquier de las fiestas, discotecas o bar a los que asisto los fin de semana y me emborracho hasta el tope con la única intensión de olvidar la mierda de vida que llevo, aunque sea por una miserable noche.


Algo estúpido, lo sé.


Pero no quiero ni puedo permitirme tener algo de un rato con Dylan. Más que todo porque aunque no quiera aceptarlo sé que estoy sintiendo o comenzando a sentir algo por él.


—No quiero algo de un rato y ya...—Intento defenderse.

—Si lo quieres—Dije encogiéndome de hombros nuevamente—Solo que lo estas confundiendo con otra cosa. Pero tú eres un mujeriego, esa es tu naturaleza y no vas a cambiar por mí.


Él no dijo nada, se quedo en silencio y me miraba con expresión dolida. Decidí que era mi momento de huir así qué, aun con mi vaso de agua en la mano camine a paso rápido y mirando al suelo fuera de la cocina. Lejos de él y del torrente de emociones que provocaba en mí.


***


— ¡Despiértate! —Pegue un leve brinco al escuchar el grito proveniente de la boca de mi mejor amiga, me senté instintivamente en la cama llevando una mano rápidamente a mi pecho, sintiendo los latidos acelerados de mi corazón.

—Mierda, Meg. ¿Acaso me quieres matar de un susto? —Dije aun sintiendo los rápidos latidos. Suspire irritada y me pase una mano por mi desordenado cabello, tratando de aplacarlo.

—Solo te desperté—Dijo con inocencia fingida, encogiéndose de hombros. Sabía perfectamente que lo hizo a propósito.

—Si claro, a mí me pareció que más bien intentabas que me diera un paro cardíaco. ¿No puedes ser normal y despertarme como la gente decente?

Amor y GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora