Ella y yo éramos aún más unidas de lo normal, ella se la pasaba conmigo y yo con ella.
Cuando ella no asistía a la escuela me sentía sola aún teniendo amigas y cuando yo no asistía ella se saltaba las clases, como lo sigue haciendo.
Un día estábamos sentadas en unas bancas solamente nosotras y recuerdo que gritó mi nombre y no quise voltear porque estaba llorando, me volvió a gritar y le contesté
Ainhoa- No me grites si no me vas a decir te amo.
Ella volteo con los ojos abiertos de par en par y corrió a darme un abrazo tan fuerte que llore aún más y me dijo
Isabel- Perdona flaquita.
Le conté el motivo del porque estaba así y era porque extrañaba a mi mama de antes y no la gritona y enojona.
Isabel me miro confundida y me dijo
Isabel - Todos cambian Alaska, para bien o para mal así es esto.
Me abrazo y me sentí mejor y esperaba que mi mamá ya no fuera así.
Cuando estaba con Isabel todo era risa y me sentía feliz con ella, me hacía sentir bien. Y por eso la quería tanto.