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Angie conduce el coche con rapidez y nerviosismo. ¿Por qué está tan nerviosa?

Veo que se para delante de una pequeña peluquería en Beverly Hills. Muerde su labio inferior y se pasa la mano por su pelo aún algo húmedo.

- An, ¿qué ocurre? -pongo una mano en su rodilla y ella me mira y suspira-.

- Mira, entiendo que después de esto no quieras saber nada más de mí -baja la mirada y yo la miro como si tuviera tres cabezas-. Pero quiero que sepas que esta es mi vida y no voy a hacer nada para cambiarla -me mira fijamente y yo asiento-.

Angie baja del coche y por lo tanto la sigo. Entramos en la peluquería y las mujeres que hay nos saludan. ¿Qué tiene de raro una peluquería?

Angie entra por la puerta de personal y baja por unas escaleras. La sigo en silencio y se para delante de una puerta.

- Confío en que no vas a decirle a nadie nada de lo que vas a ver aquí dentro -me mira fijamente. Asiento impaciente-. Bien.

Angie abre la puerta y una pequeña y sofisticada oficina aparece ante mis ojos. Es toda blanca, sin nada especial. Abre una puerta blanca y abro los ojos sorprendido al verlo.

- ¿María? -la miro boquiabierto y ella asiente-.

Una gran plantación de marihuana se encuentra ante mis ojos. Hay bastante gente haciéndose cargo de las plantas y yendo de aquí para allá con bolsas y paquetes.

Angie empieza a caminar y entra en una pequeña oficina no tan elegante como la de antes. Esta es más... Angie.

Se sienta en la silla giratoria y yo me siento en el sofá negro que decora una de las paredes.

- Somos uno de las principales puntos de venta de maría de todo California -abro los ojos sorprendido-. Tenemos vendedores por todo. Aquí hay quinientas veintisiete plantas ahora mismo -casi me atraganto con mi propia saliva-. Y todo lo que has visto, es mío -levanta los brazos-.

- Ahora lo entiendo todo... -murmuro más para mí que para ella-. Todo tu dinero, el arma, incluso en Miami le dijiste a Justin que le venderías -frunzo el ceño y ella asiente-. Dijiste que tenías una planta, no quinientas veintisiete -digo incrédulo-.

- Bueno, está claro que una tengo -se encoje de hombros y se enciende un cigarro-. Y gracias a Justin las ventas han aumentado bastante este mes. Me ha hecho el favor de pasar la voz.

- ¿Justin sabe sobre esto? -digo algo dolido de que lo supiera él antes que yo-.

- No. Él sabe que un amigo mío es quien la vende -asiento comprendiendo-.

- Pero... ¿cómo...? ¿Por qué...? -no encuentro las palabras exactas. Paso mis manos por mi pelo y miro a Angie-. ¿Por qué te estropeas así la vida? -digo algo decepcionado y ella frunce el ceño-.

- ¿Sabes lo que me ha costado llegar a donde estoy ahora? -se levanta y se acerca a mí-. Hace dos años, cuando me fui de mi casa, no tenía absolutamente nada. Estuve trabajando unos meses en una cafetería donde tenía que ir con un uniforme casi inexistente y tenía que dejar que los hombres me metieran mano para que me dejaran una mísera propina la cual me daba de comer. Me pasaba las noches llorando porque no le encontraba más sentido a mi vida. Sentía que no valía para nada y había perdido el respeto hacia mí misma -escucho atento cada una de sus palabras-. Entonces una de mis compañeras de trabajo me habló de este sitio y yo acepté enseguida. ¿Qué más daba? Total, ya lo había perdido todo -murmura-. Tan solo tenía a las chicas. En seguida hice muy buenas migas con la que era mi jefa, Meredith. El trabajo se me daba de puta madre y no hacía más que darle alegrías a la pobre mujer. Entonces Meredith sabía que le quedaba poco tiempo y me dejó a mí al mando junto a su hijo, John -rueda los ojos al decir su nombre-.

Black Heart - [Matthew Espinosa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora