CAPÍTULO 7

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—Disculpe señorita —decía uno de los trabajadores de mi abuela.
El señor acababa de golpear mi hombro derecho con una tabla de madera brillosa que remplazaría el piso de azulejo que tenía antes la cabaña.
—No se preocupe —respondí de mala gana.
Caminé en dirección a donde se encontraba mi abuelita y me quejé.
—Abuela, ¿por qué haces todo esto? —le pregunté mirando como construían aquellos señores.
—Porque quiero una casa más grande y lujosa, querida —me explicó mirando con satisfacción como cambiaban totalmente la cabaña sus trabajadores.
—¿Puedo ir a caminar? —le supliqué mirando con tristeza la cabaña.
Me daba tristeza ver que cambiaran a totalidad la casa en donde había vivido toda mi infancia. Me gustaba antes tal y como era, puesto que era cálida y confortable, además de que había tenido muchas experiencias en el pasado.
—Ve —me cedió con voz dulce—. Pero no vayas muy lejos y no te demores.
—No lo haré —le respondí alejándome de ahí.
Ya han pasado diez meses desde que SeHun no aparece y me odio por eso. El tiempo sin él ha sido el peor de mi vida. Estoy cada vez más apagada y amarga sin su presencia. Lo necesito.
—¡SeHun! —grité a los cuatro vientos cuando estuve lo suficientemente adentrada en el bosque.
Aún tenía la esperanza de que volviera.
Pero como siempre, nada. No había respuesta.
Todo este tiempo ha sido igual.
Seguí caminando por el bosque mirando los árboles, las flores y el verde pasto que aún florecía en estas épocas del año. El bosque estaba tan callado y tranquilo, sólo se escuchaban las hojas de los árboles al ser movidas por el viento.
Me detuve en el lugar al que siempre solía venir con SeHun a pasar las tardes; este consistía en un área de aproximadamente 6 x 9 metros en donde el pasto la mayor parte del año estaba seco, pero había una pequeña área redonda tapizada por pasto verde en la cual en el centro de ella yacía colocada una banca de madera. Sonreí al recordar cuando SeHun me hacía sentarme en aquella banca, para después él poder recostar su cabeza en mi regazo y pedirme que le relatara las historias que me contaba mi abuelita antes de dormir. Él siempre terminaba quedándose dormido cuando yo acariciaba su sedoso cabello castaño.
Caminé hacia la banca y me acosté en ella, cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido del viento y de los pájaros que cantaban alegremente. Todo era tan melancólico.
—Valerie no te duermas —se escuchó una voz muy conocida para mí—. Vamos a nadar.
Abrí los ojos instantáneamente y me encontré con los hermosos ojos color miel de SeHun, observándome. Él sonreía mostrándome sus dientes.
—¿SeHun? —pregunté incorporándome rápidamente.
—Te extraño, nena —musitó—. Encuéntrame —pronunció de forma divertida.
Su acción me dejó desconcertada, él salió corriendo en dirección hacia los árboles perdiéndose en la profundidad de ellos.
Me puse de pie confundida y corrí en la misma dirección en la que él se había ido.
—¡SeHun! —grité— ¡Espérame! —exclamé mientras corría.
Seguí corriendo tratando de alcanzarlo, pero claramente él era más rápido que yo. Parecía ser que SeHun se divertía bastante, la sonrisa que reflejaba a la hora de voltear a verme era radiante.
Las hojas de los árboles chocaban contra mi rostro a causa de la rapidez a la que iba corriendo, pero esa velocidad no era la suficiente para alcanzar a mi novio. Cada vez me adentraba más al bosque, pero eso no me importó, quería alcanzar a SeHun.
—¿SeHun? —pregunté tímidamente cuando frené frente a la entrada de un laberinto de arbustos.
Él se había perdido de mi vista.
—¿SeHun? —volví a preguntar.
—¿Tienes miedo? —me preguntó él detrás de mí muy cerca de mi oído derecho. Colocó sus manos en mi cintura—. Despierta —susurró plantando un beso en mi mejilla derecha.
Desperté exaltada tratando de recordar el más mínimo detalle. Todo había sido un sueño.
El frío estaba haciéndose presente en el aire que golpeaba mi cuerpo, supuse que ya era tarde. Saqué mi celular del bolsillo delantero de mis jeans y revisé la hora. 5:30 p.m. ¿Tanto tiempo había dormido?
Me levanté de aquella banca y sacudí mi trasero.
Una curiosidad creció en mí cuando mi vista se detuvo en la dirección por la que SeHun se había ido corriendo en mi sueño. Y los árboles me incitaban a entrar en los espacios que había entre ellos para ir más allá del sitio de donde me encontraba.
No me resistí ante mi curiosidad y me adentré entre los árboles y los arbustos. Caminé un largo recorrido y dentro de el iba retirando con mis manos las pequeñas ramas de los árboles que sobresalían de ellos antes de que estas golpearan mi rostro. Verdaderamente no había nada interesante, sólo árboles y más árboles.
Estaba a punto de darme media vuelta y regresar a mi cabaña, pero un pequeño animal llamó mi atención. Un hermoso conejo blanco de Himalaya yacía frente a mí comiendo tréboles frescos. Me resultaba tentadora la idea de poder acariciarlo y sentir su suave pelaje blanco; así que caminé hacia él, pero este al verme, corrió. La inquietud seguía dentro de mí, así que lo seguí.
Parecía una niña pequeña tratando de alcanzarlo, y, la verdad es que así me sentía. Tan infantil e inocente. Pero mi diversión se terminó y mi boca se abrió en forma de sorpresa al ver el sitio al que el conejo había ingresado.

Un laberinto.

El loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora