Nota: 🥀Utilizar audífonos para el audio🥀
—Hemos llegado —escuché la suave voz de SeHun.
Me removí en el asiento del vehículo y esbocé un bostezo. Sin darme cuenta, me había quedado dormida en la mitad de el viaje.
Miré adormilada como mi novio se bajaba del auto y lo rodeaba para poder abrirme la puerta del copiloto.
—¿Quieres que te cargue? —me preguntó SeHun al ver que no bajaba del coche.
—Sí —respondí estirando mis brazos hacia él como una niña pequeña.
Me miró unos breves segundos con una sonrisa divertida mientras negaba con la cabeza, estiró sus brazos hacia mí y me cargó como a una princesa sacándome del vehículo, después cerró la puerta del copiloto con su pie y comenzó a caminar.
Las hojas secas crujían bajo sus pies en cada pisada que daba, eso era relajante; pero me gustaba más escuchar los latidos de su corazón ahora que mi rostro estaba enterrado en su pecho.
Dejé de escuchar los sonidos de las hojas crujir, lo cual indicaba que mi novio se había detenido y al instante miré hacia el frente. Para llevarme una sorpresa.
SeHun se había detenido frente a una cabaña rústica y un poco deteriorada, poseía un estilo antiguo, muy antiguo y parecía haber sido construida en el año de 1898. La madera estaba oscura y un poco mohosa, el porche delantero de la vivienda se veía viejo y los pilares de pino de la baranda estaban incompletos.
—¿Qué opinas? —susurró SeHun.
No hubo respuesta de mi parte, puesto que esa pregunta, trasladó a mi mente a un momento distinto, un momento completamente desconcertante, para mí.
Ya no estaba en el momento de hace unos segundos, ahora era de noche y SeHun ya no estaba a mi lado. Mi ropa ya no era la misma, sin embargo usaba un vestido largo, color vino y, traía puesto un corset. La cabaña vieja que había visto antes, ahora se mostraba completamente nueva, ideal para una pareja recién casada y era perfectamente iluminada por velas colocadas en candelabros color dorado. Miré todo a mi alrededor y el lugar estaba cómodamente tranquilo, se escuchaban los cantos desiguales de los grillos y las lechuzas, y los chirriantes cantos de las chicharras. Y frente a mí, había un hombre parado en el porche de la cabaña, de estatura alta, cabello lacio y negro azabache, con hombros anchos y cintura correctamente moldeada a causa del chaleco café de seda brillante que traía puesto, sus manos estaban metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón de lino, mientras miraba la cabaña detenidamente.
—¿Qué opinas? —me preguntó sin voltear a verme.
—¿Valerie? —me volvió a hablar SeHun, sacándome de mis pensamientos. Pero no del escenario anterior.
Sin prestar atención a lo que había mencionado mi novio, caminé rápidamente hasta la puerta de la cabaña y la abrí. Repentinamente, una fuerte oleada de viento golpeó mi rostro, trayendo así, más recuerdos extraños e increíbles.
—Es perfecta, ¿no es así? —volvió a preguntarme aquel extraño hombre, acercándose a la chimenea que estaba construida justamente en la pared contraria a la puerta.
El fogón estaba encendido, el fuego chispeaba y la madera crujía a la hora de consumirse. El ambiente de la cabaña era cálido y desprendía un olor a eucalipto. Mientras que en el exterior de la cabaña, se escuchan los rugidos del viento golpear contra las ventanas frontales de la vivienda.
—Es exquisitamente primorosa —contesté sin haberme percatado.
Y lo más extraño, fueron las palabras que utilicé, complemente anticuadas.
—Estas en lo correcto, mujer. Sin embargo, será nuestro nido de amor temporal —me contestó el hombre sin mirarme.
—Lo que hacemos está mal —seguí respondiendo, sin consciencia.
—Pero nos pertenecemos, puesto que fuimos engendrados para estar juntos.
—Es arriesgado, más no me importaría perder la vida por ti.
—¿En qué momento fue que me enamoré de usted?
—Y yo de usted.
—Deme tiempo, Madame, y escaparemos juntos, lejos de ese tormento que tienes como esposo —dijo lo último con recelo.
—Te amo, estimado Lord.
—También la amo, Valerie —me contestó, girándose por fin a verme.
Y caminando con elegancia, se acercó a mí y me tomó de la cintura, obligando a mi instinto a colocar mis manos en su pecho. Pero justo antes de besarme, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, provocando que algunas velas se apagaran a causa de la ráfaga de viento que se había colado por la abertura. Un hombre grande, de aproximadamente treinta y cinco años de edad, entró por la puerta, mirándonos a mi amante y a mí con rencor mientras elevaba un arma de fuego y nos apuntaba a ambos con ella.
—Es arriesgado, más no me importaría perder la vida por ti, Madame.
Y un disparo retumbó en toda la cabaña, seguido de uno más.
—¡Valerie! —gritó SeHun mientras entraba corriendo a la cabaña, cuando presenció como me desplomaba en el suelo de madera.
—SeHun —balbuceé mientras volvía a la realidad.
—¿Estás bien? —me preguntó rodeándome en un abrazo.
—Sí... estoy bien —le respondí mientras palpaba su cuerpo—. Tú estás bien, estás... bien.
—Vamos, regresemos al auto —me levantó lentamente.
—No —lo frené—. Quiero estar aquí. Sólo fue un tropiezo lo que pasó hace un momento —pensé unos segundos en silencio, luego proseguí—. Dime, ¿cuál es tu deseo?
SeHun proceso su respuesta un momento, en silencio, para luego responderme.
—Quiero remodelar esta cabaña, para vivir contigo.
—Entonces, hagámoslo —respondí caminando lentamente por toda la cabaña, mirando sus detalles deteriorados.
—¿Estás segura? —me preguntó con inseguridad.
—Por supuesto —contesté con una sonrisa—. Cuéntame, ¿cómo descubriste esta cabaña? —le pregunté mientras comenzaba a recoger unas cosas viejas que estaban regadas en el suelo.
—Fue en una noche de carreras con los chicos, quise separarme de ellos para tomar un atajo y ganarles, pero entonces llegué aquí y pensé en ti y en mí viviendo en este lugar, felices los dos.
—Quiero vivir aquí, contigo —respondí al instante—. Casados.
SeHun sonrió y se acercó a mí, se inclinó unos centímetros hacia mi rostro y depositó un pequeño beso en mis labios.
—Ayúdame con una habitación, mientras yo aseo aquí.
Y con una sonrisa, mi novio se dio media vuelta para comenzar a caminar hacia la puerta que estaba en la pared derecha, contoneando levemente sus caderas.
Sonreí por inercia mientras miraba su figura varonil y totalmente proporcionada perdiéndose por la puerta de madera. Realmente lo deseaba.
Comencé a moverme por la cabaña, miré la chimenea y esta tenía en su interior leña que no había sido consumida a totalidad. Sobre la repisa del fogón, había un cuadro pintado a mano de la Última cena, este último estaba polvoriento y la pintura un poco deslavada. A los costados de la pintura, habían dos candelabros de color dorado, con velas a medio consumir.
Me fijé en los sillones y éstos estaban polvorientos y la tela un poco desgarrada. Pienso que sacando aquellos muebles y reemplazándolos por unos nuevos, quedaría un mejor aspecto.
Caminé hasta la pequeña mesa que estaba en el centro de la cabaña y la hice a un lado. En ese espacio pondría las cosas que ya no serían útiles.
La choza estaba realmente sucia, tanto que pienso que tendríamos que regresar mañana para desempolvarla y trapear el suelo.
Me acerqué a los sillones y quité las sábanas con las que estaban cubiertos, esas telas las tiré en el área que había reservado para cosas inútiles.
Miré el suelo frente a la chimenea y, pude percatarme de que en el estaba la figura de un gran charco negro. Parece ser aceite, o sangre, o incluso pintura seca de hace muchos años.
Comencé a inclinar mi cuerpo para poder tocar la mancha, pero en ese instante un estruendo de cristal se escuchó en todo el lugar. El ruido había provenido de la habitación en la que estaba SeHun; así que sin pensarlo, corrí hasta la entrada de aquella, abrí la puerta y observé el interior.
En la habitación sólo había una cama con la cabecera pegada a la pared contraria a la puerta, un armario viejo color café en el muro derecho, un tocador de cedro junto a la ventana izquierda y un tapete color vino a los pies de la cama.
—¿Está todo bien? —le pregunté a mi novio al verlo posado en medio de la recámara, con la mirada perdida— SeHun.
—No quiero perderte —susurró—. Lo siento, Valerie.
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El lobo
FantasiÉl no era un lobo común. Tampoco era un humano. Un pasado me persigue.