CAPÍTULO 18

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Desperté siendo molestada por los rayos del sol que cruzaban por la ventana de mi recámara hasta llegar a mi rostro. Lentamente me incorporé en el colchón y me tallé los ojos con mis manos hechas puño.

Al tener una vista menos nublada, abrí los ojos y me di cuenta de que esta no era mi habitación y que junto a mí había una persona durmiendo plácidamente. Lo observé y vi como su pecho subía y bajaba de manera tranquila en cada inhalación y exhalación que hacía, sus labios estaban entre abiertos y los gestos en su cara eran suaves.

SeHun, él yacía acostado junto a mí.

No me molesté en seguir observando cada una de facciones, puesto que era como ver a un Dios griego en persona; su pálida piel lucia tan tersa y suave, sus labios rosas y levemente secos se parecían a los de un auténtico muñeco de porcelana, y sus ojos, sus tan perfectos ojos rasgados se veían tan enloquecedores con esas finas y largas pestañas adornándolos. Todo en él era perfecto. Su lacio y castaño cabello encajaba perfectamente bien con sus facciones; y su cuerpo, por Dios, SeHun es realmente una escultura viviente con esos anchos y varoniles hombros, su cintura está tan perfectamente moldeada que hacía que su espalda formara una V. SeHun es hermoso, siempre lo ha sido.

Por mi cuerpo recorrió una sensación enorme de querer acostarme en su pecho, quería sentir su calidez, pero algo me detenía a hacerlo. Sentí que si hacía algún movimiento, lo despertaría, y no quiero despertarlo, deseo seguir observándolo en silencio mientras duerme.

Estaba tan perdida en mis pensamientos mirando los apetecibles labios de SeHun, cuando de repente un peso sobre mis piernas me hizo reaccionar. Miré hacia abajo y el brazo de SeHun estaba aprisionando mis muslos como si éstas fueran un peluche del que no quisiera separarse nunca, parecía un pequeño niño inocente, se veía tan tierno de esa manera que no me pude contener más y acaricié su suave cabello con mi mano derecha, provocando que él abriera los ojos.

—Valerie... —susurró SeHun con la voz ronca volviendo a cerrar los ojos.

—Dime –contesté en su susurro.

—Perdóname —musitó enterrando su cara en mi muslo izquierdo y aferrándose más a mí.

El cuerpo de SeHun es muy cálido, se siente tan bien tenerlo cerca.

—¿Por qué? —le pregunté confundida.

—Por tratarte mal —me respondió tragando saliva—. Pero te tengo miedo, eres tan frágil que siento que te lastimaré.

—SeHun, no me lastimarás. Confío en ti, yo sé...

—No estás entendiéndome, Valerie —pronunció con voz grave mientras me soltaba y se levantaba bruscamente de la cama—. Vístete con la ropa que te dejé por allá —me ordenó señalando un mueble color vino que estaba en una esquina de la habitación—. Después te llevaré a tu casa.

Fue lo último que me dijo para después salir de su habitación no sin antes agarrar una camisa blanca y un pantalón negro al azar. No entiendo sus cambios de humor, se vuelve tan frío y controlador en cuestión de minutos. SeHun ahora es diferente, y quiero descubrir el porqué.

Me levanté de la cama y caminé hasta el sillón en donde estaba la ropa que él me había dejado, al parecer la prenda le pertenece a su mamá.

Ahora mis dudas están resueltas, SeHun seguramente había regresado hace cuatro días.

Me quité la camisa con la que había dormido y la reemplacé por el vestido color carmín de manga larga y corte causal de Seo Min. La camisa anterior pertenecía a SeHun, y tenía su exquisito y delicado aroma impregnado.

El loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora