—¿Abuela? —pregunté cuidadosamente cuando entré a la cabaña.
Cerré la puerta a mis espaldas y me dirigí hacia la habitación de mi abuelita. Cuando más cerca estaba de su alcoba, más claros se hacían los sonidos que provenían de allí.
—No me voy a perdonar esto nunca —se escuchaba desde el interior de la pieza—. Esa niña, me va a oír —se escuchó un fuerte sollozo luego de unos segundos.
Corrí a la habitación y abrí la puerta de golpe. Mi abuelita se sobresaltó asustada.
—Abuela... —murmuré mirándola con culpabilidad—. Perdóname —exclamé corriendo hacia ella—, perdóname —volví a repetir mientras la rodeaba con mis brazos.
—¿En dónde habías estado? —me preguntó rodeándome en un fuerte abrazo—. ¡Estaba tan preocupada por ti! —exclamó sollozando.
—No era mi intención, discúlpame —dije plantando un beso en su mejilla derecha.
—No volverás a tener permisos —me sentenció llorando.
—Lo entiendo —le respondí con comprensión.
—¿En dónde estuviste? —volvió a preguntar mirándome con impaciencia.
—Me quedé dormida en el bosque —contesté intentando sonar segura.
No planeaba decirle lo que descubrí allí.
—Te daré de desayunar —me informó dejando de abrazarme.
Asentí con la cabeza. Y, luego de unos segundos, seguí a mi abuela hasta el comedor, me senté en una de las sillas y me dispuse a esperar mi desayuno. Ciertamente... me encanta lo que mi abuela cocina, en especial el desayuno. Esta vez me preparó un omelette de queso derretido y un zumo de naranja natural. Ese complemento es mi perdición total en una dieta.
Cuando terminé de desayunar, me levanté de la silla y me dirigí hacia la cocina para dejar en el fregadero mis platos sucios y enseguida encargarme de lavarlos. Luego de unos minutos, la vajilla ya estaba limpia, seca y acomodada en las nuevas y lujosas alacenas con las que mi abuela había amueblado la cocina que hace un mes había sido drásticamente remodelada y cambiada a totalidad; así como el baño, la sala, la recámara de mi abuela, el comedor y mi habitación. En los exteriores de la cabaña aún estaban haciendo las últimas remodelaciones puesto que ahora mi abuelita había convertido la casa a una de dos pisos. Y lo bueno de esto, es que ahora mi abuela construyó un cuarto de música en donde hay un hermoso piano. Muchas de mis tardes las he pasado en esa recámara tratando de tocar la canción que SeHun tocaba para mí.
Y por ahora, ya no tenía nada más que hacer en la cocina, así que salí de ella y me dirigí a mi habitación para leer un libro; tranquilamente y sin distracciones. No salí de mi alcoba hasta terminar mi lectura de Romeo y Julieta por tercera vez. Sin lugar a dudas, ese era uno de mis libros favoritos.
—Hija, ven a comer ya —se escuchó desde el primer piso.
Cerré el libro que estaba leyendo y lo dejé sobre mi buró. Me levanté de mi aposento y caminé hasta la puerta de mi habitación. Estaba a unos cuantos pasos de salir de mi alcoba, pero un sonido proveniente de la ventana capturó mi atención.
Fruncí mi ceño y me acerqué con lentitud hacia el ventanal, estando frente a el, agarré la cortina que lo tapaba con mi mano derecha y dudosamente la hice a un lado. Pero... nada. No encontré nada.
Suspiré con relajación, por un momento pensé que alguien estaba intentado abrir el ventanal.
Continúe con mi camino hacia el primer piso saltando con cautela las escaleras. Amaba hacer esto, me encantaba saltar las escaleras una por una hasta llegar al primer piso. Era simplemente divertido.
—Niña me pones los nervios de punta —exclamó mi abuela colocando un plato de comida frente al de ella—. Te puedes caer. Anda, ven a sentarte ya.
Sonreí con diversión e hice caso a su orden tomando asiento en la silla que estaba frente a ella. Comencé a comer. Y sin mentir, la comida de mi abuela era exquisitamente deliciosa; sin duda la mejor que he probado.
Cuando ambas terminamos de comer, nos levantamos del comedor y nos dirigimos a dejar la vajilla sucia al fregadero de la cocina. Yo me dispuse a lavarla y a secarla mientras mi abuelita tomaba una siesta en su sillón favorito. Y cuando terminé de hacer lo anterior, decidí ir al cuarto de música para pasar la tarde en el y seguir intentando tocar la canción que SeHun siempre me dedicaba.
Pero el piano parecía no cooperar conmigo, pues la melodía no se escuchaba como él la tocaba.
—Recuerda Valerie, Los sentimientos —me susurraba a mí misma mientras lo volvía a intentar.
Fallé. Una vez más. Y, así sucesivamente.
Fracasé nuevamente después de varios intentos más. Simplemente la melodía no podía hacerla bien.
Encendí la pantalla de mi celular para ver la hora y esta mostraba las nueve en punto de la noche.Que rápido se pasa el tiempo, no podía creer que estuve practicando durante casi cuatro horas.
Me levanté del banco en donde yacía sentada y caminé hasta la salida de la habitación para ir directamente hacia mi alcoba. Estando en esta, remplacé la ropa que traía puesta por mi pijama y después bajé hasta el primer piso para ir rápido a la cocina y servirme un vaso con agua. Cuando terminé de beberlo, salí de la cocina y caminé a oscuras hasta las escaleras.
Estaba a punto de comenzar a subirlas, pero un sonido extraño se hizo presente en la cocina, haciendo que me detuviera.
—¿Hola? —susurré caminando en dirección a la cocina— ¿Quién está ahí? —volví a preguntar cuando llegué a la entrada de esta.
Encendí la luz rápidamente y, nada, absolutamente nada.
Caminé hasta la ventana que daba acceso a el pequeño jardín de mi abuela y la cerré. Estoy segura de que esa ventana la cierra mi abuela todas las noches, sin falta; pero seguramente esta vez se olvidó de hacerlo. Aunque me cuestioné si hace unos instantes cuando vine por el vaso de agua se encontraba cerrada o abierta.
Apagué la luz de la cocina y salí de ahí rápidamente, caminé hasta las escaleras y comencé subirlas. Cuando llegué al segundo piso, caminé por el pequeño pasillo que llevaba hasta mi alcoba y finalmente me adentré en esta jalando la puerta a mis espaldas con lentitud. Corrí ha acostarme en mi cama en el momento en que cerré la puerta a totalidad.
Me acomodé en mi aposento mirando en dirección hacia la ventana y me cubrí con mis sábanas, apagué mi lámpara de noche y di un largo suspiro. Estaba a punto de quedarme dormida, pero en ese instante una melodía comenzó a sonar en el piano de mi abuela. Mi piel se erizó.
Insegura de lo que hacía, me levanté nuevamente de mi cama y salí directamente hacia el cuarto en donde se encontraba el piano. La música seguía sonando.
Al estar parada frente a la habitación, agarré la perilla de la puerta y la giré lentamente; la música dejó de sonar, y eso bastó para que mi curiosidad explotara y me impulsara ha abrir la puerta de golpe
.
Nada, no había nada ni nadie en esa habitación; únicamente estaba el piano negro de cola siendo alumbrado por la luz de la luna que se colaba por el ventanal de la habitación. Pero lo que es real y no se puede negar, es que la habitación tenía un aroma muy familiar para mí. Algo perfectamente reconocido por mi olfato. Una fragancia.—Estás nerviosa, nena —susurró una voz masculina a mis espaldas, inquietándome con la caricia que realizaban sus manos en mi cintura, colándose lentamente bajo la camisa de mi pijama para una poder recorrer mi abdomen e ir bajando lentamente hasta poder masajear mi entrepierna y la otra subir hasta unos de mis pechos y cubrirlo totalmente.
Sentí como unos labios cálidos plantaban un beso en mi cuello. Un beso largo y estático. Lo suficientemente largo para hacerme estremecer.
—Basta —musité cerrando los ojos. Un cansancio profundo estaba inundándome—. La... música —dije en un susurro antes de quedarme dormida.

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El lobo
FantasiaEl destino es un encadenamiento que está siempre presente en nuestras vidas, sabemos que es completamente necesario, pero también fatal. No sabía lo mucho que el destino se aferraba a que SeHun y yo estuviéramos juntos. Es curioso descubrir que la...