Tierra de guerreros

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Y el mundo calló, no dijo más.

Cuando sublevada estaba la noche, ella, me cubrió con su manto, gélida era la brisa, sublime, me atenazaba con suavidad.

—«¡Pelotón, firmes!». —dictó General Caqui a los vellos de mi nuca—, él era el dueño de todas mis ideas.

Cómo soldados firmes marcharon en la tersa piel. Saludando a la bandera con cada resoplar del aliento cálido.

—¡Sí Señor! —Afirmaron fuertes los valientes con destreza— «Que se preparen las tropas» —replicó el refunfuñón y necio Caqui— «Se avecina lo peor, adelante mis valientes» —agregó—.

Se ralentizó la niebla a las afueras del castillo y la luna se hizo la tonta mientras observaba atenta, los acontecimientos expresados.

Los gorgoteos de Caqui hicieron eco en la batalla, «¡Ataquen!» —expresó entre alaridos y el resoplar de su respiración con gran claridad a las tropas— Tropas valientes y poderosas dispuestas, a el bien dicho; “todo o nada".

Cuando los segundos eran milenios y los milenios, no más sino... Segundos, sin pensarlo más, él y sólo él tuvo el poder, y la besó.

«Guerras van y vienen pero mis soldados son eternos» —dijo un sabio hace mucho tiempo—.

Detrás Del Ébano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora