Él y Ella

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De sus rostros descendían las cataratas de dolor, manantiales del alma dañada.
Y no importó la fecha,
no importó la hora,
nada importaba cuando rotos se hallaron dentro de aquellas cuatro apretadas paredes.

Fluctuantes las miradas con las que aquellos dos seres conversaban. Y lo no dicho era lo que se decían. Cuando el silencio era su lengua y las lágrimas sus respuestas.

Sin tocarse se sentían, sin verse se veían, y los platos rotos dentro de ellos, el uno al otro barrían.

Y el amor no era racional, no era romántico, no era pasional, no, era personal. Era el amor de conocer el dolor ajeno, aunque el dolor no era individual, era de los dos, unidos por los lazos. Lazos hechos pedazos luego de haber roto el umbral.
Diluvia en sus ojos, en sus ventanas ha de sollozar la vida.

Sus caminos siguen cual ferrocarril por sendero de luz. Un trozo del otro tienen mutuamente. He allí, en su corazón, donde los recuerdos quedaron. No se marcharon, y la suerte, hizo que no se olvidasen. Para que el tiempo no arrancase más momentos.

El muerto Enmanuel

Detrás Del Ébano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora