Alta mar

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La tormenta llegó y no replegó su poder.
No desanimó su odio hacia la barca de madera húmeda que se deslizaba como serpiente entre las corrientes de sal.

El timón renuente a ceder ante el poderío de la marea que estaba poseída por el terror del fracaso, quiso atacar con más fuerza —como si no fuese suficiente ya— fatigaba al capitán, que tras el timón se consagraba cómo marino del infierno.

Géiseres surgían con el chocar de los demonios.
Destellos de luz acurrucados en las nubes caían con la fuerza e ira del carnero humanoide.

Improperios surgiendo de la boca de «Nemo» mientras domaba a la bestia del mar espumeante y sarcástico.

El látigo era su templanza empapada de dolor.

Él, atacó a la creación y la venció.

Sería engullido por la vida, sólo que no iba a ser ese día ni en esa hora.

No se convirtió en naufrago aquella vez, pero sí se convirtió en hombre, hombre domador de mares y tormentas, sobreviviente del infierno de sal.

Detrás Del Ébano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora