Tez blanca, alma negra.

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Y observé, donde no había qué, miré, más allá, en la profunda eternidad, grité, más de lo que podía soportar, te admiré, con mis ojos de impunidad.

Te susurré, al oído, pronunciando palabras que danzaban en tu ombligo, con el golpetear de tu abdomen en suave sigilo, tocando como arpa tu flamante piel, armando planes de guerra entre lo que es y lo que fue.

Caminando, descalzo, desangro los recuerdos, tristes anhelos del crisantemo, y hemos hecho más que hablar, más que llorar, más que disfrutar, hemos hecho más.

Te hiciste mía, me hiciste tuyo. Tenías razón, no sólo fui yo quién susurró, no sólo fui yo quién amó, aunque sólo fui yo quién se desarmó, no se trató de quién más amó, de quién más se entregó, era sobre quien no se rindió.

Detrás Del Ébano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora