Capítulo 27: Pesadillas, reflexiones y apariciones

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Hécate estaba muy satisfecha. Su plan se estaba llevando a cabo justo como ella quería. Se había aprovechado de la desesperación de Cyrene, para que le rebelase toda la información que necesitaba. Había conseguido que se llevasen a la mocosa rubia a la isla de Deméter, donde en teoría, sólo unos pocos sabían que estaba. Se había ganado la confianza de la madre de Perséfone, ya que ambas compartían el mismo desprecio por el señor de los muertos.

La siguiente parte del plan consistía en hacer que Hera se enterase del paradero de Perséfone. En el Inframundo Hera no se había atrevido a actuar, pero en la isla de Deméter estaría sola... el festival de la cosecha era la excusa perfecta.

Mediante uno de sus hechizos, la diosa consiguió mandarle a Hera una nota a su palacio, nota que sólo podía leer ella. En caso de encontrarla otra persona, no podría leer el contenido de la misma. En la nota ponía lo siguiente:

Perséfone, o más bien Kore, se encuentra en Sicilia, en la Isla de Deméter. El día del festival de la cosecha estará sola sin protección.

Considerame una amiga, que está harta que los desengaños de Zeus queden sin castigo. Esa niña y todos sus amigos se han estado riendo de ti...

En el Inframundo:

Hades volvía de tártaro, donde había tenido que llevar a un recien llegado. Entro a la sala del trono donde escucho sollozos. Pena y Pánico estaban llorando a moco tendido y lamentándose.

-¡Se puede saber que os pasa!. Vuestros sollozos me dan dolor de cabeza.- El dios del inframundo se frotaba las sienes.

-¡La señorita Perséfone!- Gritó Pánico.

-¡Esta aquí!- Sollozo Pena, y acto seguido se sono los mocos de manera muy desagradable.

Hades no entendía nada. Los diablillos parecían llevarse muy bien con Seph, y en todo caso, aunque no fuera así, tampoco era para echarse a llorar que la chica hubiese venido.

-No entiendo nada. ¡Quereis explicaros!- El color del dios paso del azul al rojo, así como sus llamas. Desde que Seph se había marchado al jardín de Sicilia estaba de muy mal humor. Además no veía a la muchacha por allí. Si la joven rubia hubiese vuelto, el salón del trono sería el primer lugar al que hubiese acudido.

-Siganos.- Dijo Pena aún temblando.

El dios de ojos de oro salio detras de los diablillos. Eso le estaba dando muy mala espina. Se acercaban al rio... Sus peores temores comenzaban a cobrar forma.

Finalmente, vio a Perséfone flotando en el río como un espectro. Las palabras no salían de la gargante de Hades. Un nudo en su estomago comenzaba a crecer y sus piernas estaban inmóviles. Un dolor comenzo a salir de lo más hondo de su ser... Y entonces consiguió lanzar un grito. Más que un grito era un aullido, que retumbo por todo el Inframundo...

Y entonces Hades despertó empapado en sudor. Menos mal que sólo había sido una pesadilla, y aun asi todavía sentía esa ansiedad, y esa opresión en su pecho. ¿ Y si no había sido tan buena idea mandar a Seph al jardín de Deméter? Era la parte con diferencia más alejada del Inframundo. Si la chica estaba en problemas y llamaba a Hades a través de su pulsera, seguramente llegaría con algo de retraso. Esa misma noche era la fiesta de la cosecha. Hablaría con Hera lo quisiera o no, y con Démeter, y si era necesario les casaría un sacerdote de su templo, como solución temporal. Y ante todo, cuando pudiese, hablaría con Seph. No le había pedido opinión respecto a lo de llevarla a Sicilia, y se sentía fatal al respecto. Se había comportado al igual que todos, habían dado por hecho lo que la chica necesitaba, sin consultarle.

Mientras tanto en Sicilia:

Per se encontraba sentada en su lugar favorito del jardín de Deméter. Era una zona llena de plantas, donde había una fuente con la imagen de la diosa, y daba a un acantilado desde el que se observaba el mar. La joven de ojos azules, podía pasar horas allí sentada.

Hades y Perséfone una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora