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M A T T    P O V

Últimamente no puedo dormir. Me despierto todas las noches con angustia sin saber por qué. Mis amigos me conocen por no tener ningún problema para conciliar el sueño, he dormido en el suelo y descansado perfectamente.

El caso es que me despierto sobresaltado, con el corazón a mil como si tuviese pesadillas, pero nunca recuerdo nada. Echo de menos dormir trece horas seguidas. Lleva pasándome un par de semanas.

Y hoy no ha sido la excepción. Son las nueve de la mañana y todos duermen, mientras que yo estoy en la cocina tomando un café para despejarme.

Estos días están siendo intensos. Desde el primer momento que supe que habría chicas en el Tour supe que todo sería, de alguna forma, igual y diferente a la vez. Que muchas veces nos cortaríamos de hacer ciertas cosas al estar ellas delante, supuse que tendríamos graciosas discusiones en las que nos pedían desesperadas que ordenásemos un poco el bus o que bajásemos la tapa del váter, pero nunca algo así. No lo que estaba pasando.

Jamás pensé que veríamos a una de ellas llorar y no diríamos nada. Yo no soy así, no puedo ver a la gente llorar y quedarme quieto. Adoro que la gente se ría y sea feliz, por eso me paso la vida haciendo estupideces.

Ver a Diana llorando... Se notaba que no quería que nos diésemos cuenta, pero vamos, ella es la felicidad en persona e iba con la cabeza gacha, con los ojos rojos e hinchados y tapándose la cara con el pelo. No nos fijamos todos, pero en cuanto salieron lo comentamos. Pensamos en preguntarle si estaba bien, pero quedamos en que sería mejor que no.

Aún así yo quería preguntarle si estaba bien. No necesito saber qué le paso porque no es por curiosidad, es porque mi interior me grita que soy un capullo por no hacer nada.

Me como una galleta frustrado tan fuerte que me muerdo la lengua.

—Mierda. —mascullo enfadado.

—¿Estás bien? —escucho a mi lado. Alzo la mirada y veo a la chica de mechas californianas mirándome entre preocupada y divertida.

—Sí, es que me he mordido la lengua. —dije, aunque sonó más a ''Zi, ez que me he modido la legua''.

Diana me miró ahora más divertida que preocupada, pero en seguida volvió a tener la mirada triste.

—¿Quieres desayunar? —pregunté al ver que no sabía muy bien qué hacer. Estaba de pie frente a la mesa balanceando su peso de un pie a otro.— Ha sobrado café. —señalé la cafetera y ella asintió mientras se sentaba en la silla de en frente. Cogí una taza limpia y la llené con la bebida, que aún humeaba.

Puse la taza en frente a ella y me volví a sentar. Se hizo una coleta con el enredado pelo.

—¿Has descansado bien? —pregunté al ver sus marcadas ojeras.

—Podría preguntarte lo mismo, ¿sabes? —rió suave.— No, no he dormido muy bien. —la miré expectante.— Mal de amores. —aclaró y suspiré. La entiendo muy bien.

No sabía muy bien qué debía decir. O si debía decir algo. No entiendo el cerebro de las chicas, si en ocasiones como estas quieren palabras de consuelo o prefieren el silencio.

—Lo siento. —opté por decir.— El amor es una mierda, es un hecho. —dije convencido y soltó una risita.— No, hablo en serio. Es una conspiración. Está científicamente demostrado que sólo son hormonas, queriendo creer en algo que no existe.

—¿Entonces que es lo que sentí yo? —preguntó mirándome a los ojos. Me daba la impresión de que realmente quería una respuesta, una que negase la existencia de amor.

WEDICS » Magcon Girls And Magcon BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora