Capítulo 2: Velocidad

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Me puse bien la mochila y me fui rápidamente hacia la biblioteca. Llegué allí en 5 minutos, cuando normalmente tardo unos 10. Me había vuelto más rápida y tenía que controlar mi velocidad si no quería llamar la atención. Era algo definitivamente raro. Pero no tan raro como para preocupar a Carlota. Me senté en una mesa individual que no estaba ocupada. Saqué los libros de Biología y Geografía y me puse a hacer los deberes. Los hice en una media hora aproximadamente. Tenía tiempo de sobra para ir al parque. Así que decidí probar suerte en internet una vez más. Recogí mis cosas a una velocidad normal, cogí la mochila y me fui hacia los ordenadores. Encontré uno libre y me senté en la silla que había enfrente de la mesa en la que estaba el ordenador. Puse la mochila al lado y encendí el ordenador. La biblioteca tenía acceso a una página web donde podías encontrar a cualquier persona mayor de 14 años. Lo había descubierto una vez casualmente cuando estaba buscando datos para un trabajo de mi antiguo instituto. Cuando se encendió el ordenador, puse la dirección de la página web y escribí “Carlota Ramírez” en el buscador. Me puso que no existía. No me lo podía creer. Solo había una razón posible: Carlota no quería que nadie la encontrara, así que si usaba internet era con un nombre falso. Muy inteligente de su parte, pero ¿por qué lo hacía? Tal vez alguien la seguía y ella quería permanecer oculta. Apagué el ordenador, cogí la mochila y me fui hacia el parque. Mantuve una velocidad normal durante el paseo y cuando llegué al parque debería ser casi la hora de comer, ya que apenas había gente.

Me extrañaba, pero me apetecía correr. Me apetecía darle 500 vueltas al parque en un solo minuto simplemente para comprobar si era capaz de hacerlo. Pero no me puse a correr. Le di una vuelta al parque andando a una velocidad normal y me di cuenta de que en el parque ya no había nadie. Le di otra vuelta, esta vez más rápido, y supe que así era. Yo estaba sola en el parque. Comprobé las puertas. Cerradas. No había ninguna puerta abierta en todo el parque. Genial, simplemente genial. ¿Dónde demonios estaba el guarda del parque cuando realmente se le necesitaba? Di 10 vueltas en menos de un minuto y encontré un camino que salía del parque, pero había una puerta de hierro cerrada con llave que me impedía pasar. Estaría encerrada hasta que alguien se diera cuenta. Entonces recordé que aún llevaba el móvil encima. Podía enviarle un mensaje a alguien, ¿pero a quién? Mis padres no, eso fijo. Era demasiado vergonzoso. No tenía amigos, así que eso tampoco. Bueno, tenía una especie de amiga que había hecho todo lo posible por acercarse a mi desde que nos conocimos: Carlota. ¿Pero por qué ella? Dijo que la llamara si me pasaba algo raro. Esto era definitivamente raro. Cogí el móvil y marqué su número. Seguro que ella me ayudaría. Si realmente quería saber todo lo raro que me pasaba, se lo contaría. Seguramente ella lo entendería y me ayudaría. Contestó al primer toque, pero su voz sonaba muy preocupada.

-¿Ana? ¿Qué te ocurre? ¿Te has hecho daño? ¿Puedes decirme ya qué es lo que pasa?

-Carlota, tranquilízate, ¿vale? Estoy perfectamente bien. Lo único que ocurre es que me he quedado encerrada en el parque.

-¿Y qué haces tú en el parque?

-Es que me apetecía correr, no sé por qué, pero ahora creo que soy más rápida que cualquier criatura del mundo.

-¿Tu velocidad ha aumentado mucho?

-Muchísimo. ¿Por qué? Carlota, ¿qué ocurre?

-No te preocupes. Ahora mismo estoy en Galicia, en un bosque del norte, pero en cuanto termine aquí iré a Écija y vendrás conmigo a mi casa a pasar el resto del fin de semana, ¿de acuerdo?

-Vale- respondí, un poco nerviosa porque ella estaba realmente preocupada por mí y yo desconocía completamente la causa de esa preocupación- ¿Pero qué pasa conmigo? No puedo esperarte aquí eternamente, ¿sabes?

-Eso es cierto. En fin, no quería recurrir a esto antes de tiempo, pero no me queda otra opción. No me fui a Galicia con toda la familia, dejé a mi “hija”, por decirlo de alguna manera, en Écija. Ella se muere por conocerte. La llamaré y le diré que vaya al parque y te lleve a casa.

-¿A casa?

-A mi casa, obviamente. Por cierto, ¿en qué parque estás?

-En el parque San Pablo.

-Estupendo. Llegará allí en unos 5 minutos. Hazme un favor y cronométrala. Se cree que ella es la más rápida de todos nosotros.

-Vale. Una última cosa, ¿por qué la dejaste aquí y no te la llevaste contigo?

-Para que cuidara la casa en primer lugar. Y en segundo lugar, para que estuviera cerca de ti si te pasaba algo raro o preocupante.

-Como esto, ¿verdad?

-Algo así. Aunque no esperaba que pasara tan rápido.

-Vale, hasta luego. Vuelve pronto.

-Estaré allí a las 5 de la tarde. Hasta luego, Ana.

-Adiós Carlota.

Después de eso, colgué el teléfono. Esta era la familia más rara que había conocido en toda mi vida, aunque estaba deseando conocer a la hija de Carlota. Seguramente seríamos las mejores amigas.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora