-Me he concentrado en curarle y, por lo visto, ha funcionado-le respondí a Alistair. Todos estaban desconcertados. Elisabeth tenía una expresión pensativa que me llamó mucho la atención, pero estaba usando su escudo y no pude “oír” sus pensamientos. Alistair miró a Elisabeth, interrogándola con la mirada. Ella se acercó a nosotros. Cuando estuvo cerca, le pregunté:
-¿En qué piensas, Elisabeth?
Ella me sonrió.
-Me preguntaba si serías capaz de proteger del don de Alistair a alguien. Si Alistair causara dolor y tú curaras al mismo tiempo, esa persona no sentiría el dolor que Alistair le causara, ¿entiendes lo que digo, Ana?
-Sí-respondí-, pero no creo que nadie quiera salir voluntario al experimento. Y no creo que me salga bien si no estoy lo suficientemente motivada.
-Julio-llamó Elisabeth. Mi novio se acercó y yo me puse delante de él, con una postura protectora.
-Ni se te ocurra, Elisabeth, te lo advierto-le dije.
-Dijiste que necesitabas motivación, y por ahora no hay nadie a quien quieras más que a él. No podemos esperar a que tengas a tu bebé.
-¿Quién te he contado lo de la visión?-gruñí.
-Lucía me lo contó. Quería tenerme informada.
-¡M, coge a Lucía! ¡Que no se escape!-grité.
Mi hermano obedeció. Atrapó a Lucía antes de que pudiera escaparse y le puso los brazos a la espalda, agarrándola firmemente como si ella fuera un criminal y M el policía que la arresta.
-Luego hablaré contigo, hermana-le dije a Lucía antes de volverme hacia Elisabeth-. No quiero que él sufra. No le toques ni un pelo.
-Ana-dijo Julio-, escúchame, por favor.
Su voz tenía un tono suplicante que despejó mi furia y dio paso a la preocupación por mi novio. Me volví a mirarle. Tenía una mano tendida para mí. La cogí intentando consolarle de algún modo, pero me atrajo con fuerza contra su pecho, abrazándome. Hundí mi cara en su pecho pétreo.
-Confía en mí-susurró a mi oído-. Estaré bien. Solo tienes que conseguir que Alistair no se salga con la suya-bromeó. Yo reí levemente-. Concéntrate y estaremos bien.
Suspiré, resignada, y me aparté de él, aunque seguía cogiendo su mano. Miré a Alistair.
-Empieza suavemente o te las verás conmigo-le advertí. El sonrió.
-Tu falta de confianza es un auténtico insulto para mí-le dirigí una mirada envenenada-. Pero gracias por la advertencia-se apresuró a añadir.
Tocó el hombro de Julio, intentando no hacerle mucho daño. Yo me concentré en que Alistair no pudiera hacerle daño.
-¿Notas algo?-le preguntó Alistair a Julio.
-Nada-respondió él. Alistair se concentró más.
-¿Y ahora?-preguntó.
-Nada, otra vez.
Alistair se estaba mosqueando. Sonrió.
-¿Y qué me dices ahora?
-Nada.
Alistair dejó de tocar a Julio. Estaba atónito y fascinado a la vez.
-Interesante-murmuró-. Le estaba atacando a plena potencia y ni lo ha notado. Puedo asegurar que nunca había visto a nadie capaz de aguantar tanto, pero tampoco había conocido a nadie como Anne. Es fascinante, simplemente fascinante.
-Yo también creo que es fascinante-dijo Julio, pero me miraba a mí y no a Alistair, sonriendo. Le devolví la sonrisa más radiante de la que fui capaz. Luego practiqué con Roberto algunos movimientos y, cuando íbamos a volver a casa, Andrés salió del bosque flanqueado por sus hermanas y sonriendo.
-Hola, Ana. ¿Ya te han enseñado trucos de magia?-bromeó. Yo reí entre dientes y le abracé.
-Hola, Andy-le saludé cuando me dejó apartarme-. Ellos son Alistair y Elisabeth, los amigos de mis padres-les dije a los lobos-. Él es Andrés y ellas son sus hermanas, Luna y Estrella-les dije a los invitados-. ¿Por qué habéis venido?-añadí, curiosa.
-Ha venido nuestra tía Marga de visita y queríamos saber si tú querías venir-dijo Andy, aunque sus hermanas parecían preocupadas.
-Claro que iré. ¿Qué les pasa a tus hermanas?
Andy resopló.
-Están preocupadas por ti, aunque les he dicho que no te ocurrirá nada.
-Nuestra tía es demasiado supersticiosa-dijo Luna.
-Creemos que podría echarte algo en la comida y podrías enfermar o algo peor-añadió Estrella.
-No me pasará nada-les aseguré con una sonrisa-. Vuestros padres no le permitirán que me intente hacer daño, ¿no creéis? En fin, voy a cambiarme y cogeremos mi coche, ¿vale?
-Ana-me llamó Lucía, que seguía atrapada. En ese momento me volvió toda la furia contra mi hermana.
-M, suéltala-cuando estuvo libre, me encaminé hacia la casa-. Ven Lucía, necesito decirte algunas cosas.
Me siguió obedientemente hasta mi cuarto y en cuanto entramos cerré con fuerza y me volví hacia ella. Tenía una expresión culpable, pero no me convenció. Estaba tan enfadada que la temperatura me había subido mucho y estaba rojísima de rabia. Parecía que si no empezaba a chillar, explotaría. A mi hermana también le parecería eso, porque suspiró y dijo:
-Suéltalo ya, Ana.
-¿¡Pero a ti qué te pasa!? Te lo conté a ti porque creía que no se lo dirías a nadie y ¡mira lo que me encuentro! Se lo dices a quien te da la gana sin pedir mi opinión.
-Lo siento mucho, ¿vale? No sabía que reaccionarías así. Cuando se lo conté a Carlota y a los demás no me dijiste nada.
-Porque son nuestra familia. Tienen derecho a saberlo y lo comprendí. También comprendí que se lo contaras a Julio porque él será el padre, pero no entiendo por qué se lo has contado a Elisabeth y Alistair.
-¡No fue culpa mía! ¡Me obligaron!
-¿Cómo que te obligaron?-dije otra vez en un tono de voz normal-No te entiendo, Lucía.
-Estaba pensando en tu visión mientras tu dormías. Elisabeth estaba escuchando, pero cuando me di cuenta e intenté confundirla, era demasiado tarde. Me dijo que se lo explicara todo con detalle a ella y a Alistair. Lo siento mucho Ana, de verdad.
Suspiré.
-Está bien, te perdono. Al fin y al cabo no es culpa tuya, pero tampoco de Elisabeth. Se cómo debió sentirse, curiosa y fascinada a la vez. La comprendo y no te culpo, hermana. Anda ven aquí-dije abrazándola.
-Eres mi hermana, Ana. Nunca te haría daño conscientemente. Por cierto-dijo separándose para mirarme mejor-, ¿puedo ayudarte a elegir la ropa?
Me reí y nos fuimos al vestidor.
-Después de ti, hermana-dije teatralmente.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...