Capítulo 35: Despedida.

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Sentí que alguien me cogía en volandas y me abrazaba mientras nos movíamos deprisa. Abrí un poco los ojos. Vi que Andrés me abrazaba en el asiento trasero de mi coche, manteniéndome caliente. Luna conducía y Estrella no estaba.

-Andy-susurré, con la voz pastosa.

-Tranquila, Ana. Pronto llegaremos a tu casa y te pondrás bien. Estrella ha ido en forma lupina a avisar a tu familia. Ya se lo habrá explicado todo a Elisabeth.

-Te lo dije, Andy-le regañó Luna-. Te dije que era peligroso. Un poco de esa maldita hierba y mira que ha pasado.

-Creí que comprendía la Unión, que era civilizada.

-Se ha vuelto salvaje en la selva, Andrés, era de esperar que no respetase a nada ni a nadie.

-Lo siento mucho, Ana-susurró. Una lágrima corría por su mejilla derecha-. Ha sido culpa mía.

-No digas estupideces-dije intentando sonar seria-. No ha sido culpa tuya.

-Te conseguiré el antídoto, te lo juro.

-No jures nada, Andy. O te saldrá el tiro por la culata.

Entonces Luna aparcó delante de la casa. Todos nos esperaban en la puerta. Estrella vigilaba en el bosque, por si acaso. Había avisado a los demás de que consiguieran el antídoto cuanto antes. Quien lo consiguiera, vendría enseguida. Andrés me sacó del coche en volandas. Julio vino en seguida, pidiéndole a Andy que le dejara cogerme. Sentí que unos brazos fríos, duros y seguros me cogían y me metían dentro de la casa.

-Julio...

-Tranquila, mi amor, te pondrás bien. Carlota te curará.

-Déjala en el sofá-le dijo Carlota-. No hay tiempo de subirla.

Él obedeció. Me tumbó en el sofá y se arrodilló delante de mí. Me acarició la cara, preocupado por mi estado.

-¿Qué sientes?

-Como si tuviera algo dentro que no me deja vivir.

-Es por la planta-dijo Andrés-. Mi tía la ha envenenado sin que pudiéramos evitarlo. Lo siento-me dijo otra vez. La voz se le quebró al decirlo.

-No es tu culpa. Ninguno nos dimos cuenta-respondí.

Carlota empezó a examinarme, pero por su cara supe que no podíamos hacer nada.

-¿Qué es lo que le pasa?-le preguntó Julio.

-Es una infección muy grave. Sin el antídoto no podemos hacer nada.

-¡Lo tengo!-gritó una voz familiar. Antonio. Entró con una botellita verde que tenía un líquido dentro-. Se rindió y me lo ha dado.

-¿Estás seguro de que es el antídoto?-preguntó Andy.

-Míralo-le señaló la etiqueta de la botellita. Ponía “antídoto” en letra oscura-. Lo probó Rafa, después de probar el veneno. Está como una rosa.

-Dámelo-dijo Julio. Antonio se lo dio sin replicar-. Ana, tienes que bebértela entera.

Asentí y me bebí lo que quedaba de antídoto. Le di la botella a Julio.

-¿Qué tal te sientes?

-Mejor-respondí. Mi voz sonaba más normal, pero aún sonaba a enferma y necesitaba dormir.

-Te llevaré al dormitorio.

-No, espera-se me acababa de ocurrir algo-. Dame mi móvil.

-¿Para qué quieres el móvil?

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora