Al despertarme, me di cuenta de que Julio había estado junto a mí toda la noche, tumbado a mi lado y con su brazo derecho apoyado tiernamente sobre mis hombros. Volví mi cara hacia él, quien me miraba sonriente.
-Buenos días, Bella Durmiente. ¿Has dormido bien?
-Por supuesto-le dije mientras me estiraba y me quitaba las mantas de encima-. Hoy no me acompañas tú, ¿verdad?
-No, hoy no. Hace sol y M ha insistido en llevarte él en el Mercedes de Roberto. Tiene los cristales tintados y te llevará pronto, aunque volverá para dejarte tu coche con las llaves puestas en el contacto y la puerta abierta en el momento justo en que entres en clase.
-¿Me lo robarán?
Se rió con ganas.
-No creo que haya alguien tan imbécil como para quitarte el coche-me acarició la mejilla-. Por cierto, hoy se quedan M y Lucía de “canguros”, aunque Lucía se irá después de la carrera. Hemos hecho apuestas.
-Cuéntame más sobre esas apuestas-dije mientras me apoyaba sobre el codo para poder hablar mejor con él.
-Lucía no puede apostar, ni tú tampoco, así que se ha fastidiado un poco. Manuel y Carmen han apostado a favor de Lucía, pero Carlota y yo hemos apostado mucha pasta a tu favor.
-¿Y Roberto?
-Se queda al margen. Su apuesta desequilibraría la balanza. Pero él cree que ganarás tú.
-Os agradezco mucho toda esa confianza-dije mientras le acariciaba la mejilla. Tuve que detenerle cuando me iba a besar-. Huelo fatal por las mañanas-le advertí.
-Hueles perfectamente-me contradijo mientras me besaba apasionadamente. Él sabía que esa era la clase de besos a la que yo no me podía resistir. Tiré de su cuello con los codos mientras que con las manos acariciaba su pelo. No me di cuenta del momento exacto en el que él se tumbó debajo de mi, sin dejar de besarme, y yo me puse encima de él para besarle mejor. Me acarició la espalda y el pelo hasta que yo decidí que ya era bastante. Volví a tumbarme a su lado, intentando recuperar mi respiración normal.
-Ha sido interesante-dijo con una perfecta sonrisa.
-Eres un tramposo-le acusé.
-Supongo que sí-se encogió de hombros sin perder la sonrisa-. Me pregunto cómo será cuando estemos casados.
-¿Casados?-esa era una palabra que no me gustaba oír-. Aún soy menor de edad.
-Esperaré al momento oportuno para pedírtelo.
-Bueno, ya lo has conseguido-dije, muy enfadada y disgustada, levantándome bruscamente de la cama.
-¿Qué he hecho mal?
-Mencionar el matrimonio, eso has hecho mal.
-¿Qué tiene de malo el matrimonio?
-Para mí: ¡TODO!
-¿Por qué?
-Por que mis pa...-no pude terminar la palabra “padres”. Era algo que no podía hacer.
-¿Tus padres odian el matrimonio?
-A edades tempranas sí. No querría que vieran a su hija casarse con sólo 18 o 19 años. Estoy segura de que no lo soportarían.
-No tendríamos por qué invitarles si tu no quieres.
-Deja de hablar de eso como si fuera algo que ocurrirá pronto. No quiero casarme.
-De acuerdo.
Parecía haberse rendido, pero en sus ojos veía que había deseado estar de verdad casado conmigo. Yo no quería que él sufriera, pero eso era demasiado para mi.
Me vestí y me peiné rápidamente. Bajé yo sola, ya que él había bajado mientras yo me vestía. Otra vez me puse unos vaqueros y una blusa, lo que cabreó un poco a Lucía. En cuanto me vio bajar las escaleras, se cruzó de brazos.
-Esto es demasiado para mí-dijo muy cabreada-. Tengo que enseñarte a vestirte correctamente.
-¿Qué le pasa a mi ropa?
-Di mejor, ¿qué no le pasa?
-¿Y...?
-Es antiamigos.
-Justo lo que necesito. Por cierto, hoy no desayuno. Ya comeré allí si me apetece algo.
-¿Qué te ocurre?-estaba muy preocupada-. Pareces … herida, o algo parecido.
Julio no estaba allí, por lo que le pude mentir un poco mejor.
-Estoy bien-le aseguré-. Un poco agobiada por un sueño raro que he tenido, pero ya se me pasará.
-Vamos a sentarnos y me lo explicas.
Cuando nos sentamos le narré ese sueño tan extraño.
-Estábamos todos juntos en el salón. Julio y yo, aunque yo estaba un poco cambiada, estábamos sentados juntos en el sofá. Los demás estabais discutiendo sobre algo que yo no escuchaba. Entonces, Carmen y M bajaron las escaleras con un bebé en los brazos. Supongo que Carmen tendrá un bebé dentro de poco-dije con un encogimiento de hombros.
Lucía estaba helada, con los ojos como platos, mirando a la nada.
-¿Qué ocurre?
-Nosotras no podemos tener hijos-dijo un poco alarmada-. No podemos cambiar y el cuerpo de una mujer debe cambiar para poder tener un hijo.
-Entonces explícame el sueño.
-El bebé no será de Carmen. Descríbemelo, por favor.
-Era muy hermoso, aunque no sabría decirte si era niño o niña. Tenía unos ojos azules preciosos y unos rizos negros, pequeños, sobre su frente pálida. ¿Qué te pasa, Lucía?
-¿Ojos azules y rizos oscuros?
-Sí, eso vi.
-Julio era el único de nosotros que tenía los ojos azules cuando era humano.
Lo pillé enseguida. Lucía estaba diciendo que ese bebé sería mío y de Julio. Pero no lo entendía, él y yo no habíamos tenido sexo, así que eso no ocurriría … al menos no pronto. Recordé mejor el sueño y me fijé en mis dedos. En la mano izquierda llevaba un anillo de casada. En ese momento miré a Lucía, atónita, volviendo al presente.
-Tengo que ir al instituto-susurré antes de suplicarle-: No le digas nada de esto a nadie, por favor.
-Vale, pero intenta parecer normal.
Asentí, cogí mi mochila y me fui hacia el garaje.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...