Capítulo 37: Regalos

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Paramos cuando oímos que alguien carraspeó en la puerta de la cocina. Ahí estaba toda nuestra familia, con los invitados, sorprendidos y felices de vernos, pero estaban todos llenos de... ¿tierra? ¿Dónde se habían metido todo este tiempo, en una tumba? Carlota tenía los ojos rebosantes de alegría y entusiasmo. Dio un paso hacia Julio, quien se separó de mí para abrazar a Carlota.

-No vuelvas a hacer nada parecido o te haré soportar a Lucía durante las rebajas-le amenazó ella, mirándole a los ojos, cuando se separaron. Julio se estremeció y yo lancé una carcajada. Los demás corearon mis risas y acabamos riendo todos. Cuando pude dejar de reír, pero todavía con una ancha sonrisa en la cara, bajé de la encimera con un pequeño salto y me puse al lado de Julio.

-Tranquila Carlota, no volverá a escaparse. Le tendré siempre vigilado.

Ella arqueó una ceja.

-¿Y por la noche? ¿O cuando estéis separados por cualquier cosa?

-Tengo un esclavo, ¿verdad Manuel?

Él abrió los ojos por la sorpresa.

-¡¿Tengo que hacer de niñera?!

-Solo en caso de emergencia-le prometí.

Él le lanzó a Julio una mirada de advertencia e irritación. Julio sonrió y le guiñó un ojo.

-Yo también te quiero, hermano.

M puso los ojos en blanco. Yo reí y cogí a Julio de la mano.

Todo volvió a la normalidad en seguida. En las vacaciones de Navidad lo pasé muy bien. A Julio le encantó el coche. Y Andrés se pasó el día admirando su nuevo Ferrari. Julio y Andrés me enseñaron lo que habían estado haciendo en el garaje de Andy. Había algo en el garaje que estaba tapado por una manta gris que rozaba el suelo. La quité y me llevé una enorme sorpresa.

Era una moto. Una Harley Sprint de color rojo sangre brillante. Era un modelo antiguo y si te fijabas bien se notaba que la habían reparado a fondo. Pero era mía, toda mía.

-Se ha quedado muda-dijo Andrés, riendo.

Julio le dio un codazo juguetón en las cotillas a Andy.

-¿Te gusta? Tuve que dejarme gran parte de mi dinero en las piezas, porque eran difíciles de encontrar. Casi objetos de coleccionista.

-Claro que me gusta-respondí, sonriéndole, con un brillo juguetón en los ojos-. Vamos a ver cuanto corre.

Nos montamos los dos en la moto, yo delante, y salimos volando del garaje. Era como volar sobre el asfalto. El viento me golpeaba la cara y jugaba con mi pelo, echándolo hacia atrás. Julio apartó mi cabello y apoyó la barbilla en mi hombro. Rodeó mi cintura con los brazos y me besó el cuello.

-Vas a hacer que choque-le advertí.

-Te amo-dijo.

-Y yo a ti, pero deja eso para luego.

Él se rió, pero me hizo caso.

Carlota y Roberto movieron todas las cosas del cuarto de Julio al mío y las ubicaron bien. También tuvieron el detalle de insonorizar la habitación, para que desde fuera no se oyera nada, con lo que M hizo alguna que otra broma.

M, Carmen y Lucía nos dieron una caja plateada con un lazo dorado.

-¿Qué es esto?-les pregunté, extrañada.

-Tú solo ábrelo, hermanita-dijo M, sonriendo.

Abrí la caja y lo que vi hizo que la cara se me pusiera de un escarlata intenso. Julio miró y se rió por lo bajo.

-Muy gracioso. Me gusta el color, chicas. ¿Quién lo eligió?

Le di un manotazo antes de sacar la delgada y delicada prenda de lencería francesa. Lucía le guiñó un ojo a mi novio. Era un camisón negro muy corto. Se trasparentaba todo. Era de seda, cómo no. Pero eso no era lo peor. También había un sostén rojo con unas braguitas a juego. Todo era de encaje, seda fina y cara marca francesa.

Cuando mi cara volvió a su color habitual, hice una pequeña broma.

-¿Y dónde están el champán y las fresas?

-La gracia está en que Julio también lo pueda disfrutar, no en que tú disfrutes y él no-dijo M.

Quise hacerles un regalo a mis hermanos, pero ellos no querían. Julio me explicó que ellos nunca celebraban la Navidad, pero que querían que esto fuera especial para mí. También me dijo que no solían celebrar ningún cumpleaños, porque ellos no envejecían, pero que celebraríamos el mío ese año y, si yo quería, también los demás años. Les dije que sería solo ese año, y no les importó, pero Julio me dio una sorpresa el mes de febrero.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora