Capítulo 31: Roberto.

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-Mejor-respondió Roberto- os lo contamos en casa, Ana.

Cuando entramos en la casa, Julio y yo nos sentamos en el sofá. Mis hermanos hicieron lo mismo. Pero Carlota, Roberto, Elisabeth y Alistair se quedaron de pie. Todos miramos a Roberto, quien suspiró y se sentó en una silla para empezar a contar la historia.

-Nací en el año 1813, en Peterborough, Inglaterra. Viajé a Londres a los 29 años en busca de un trabajo mejor pagado que el que tenía en mi ciudad natal. Un año después, Michaelo creyó que yo podría serle de utilidad en su ejército. Me transformó y me entrenó en la lucha. Era más ágil que mis rivales y por eso Michaelo ganó innumerables batallas teniéndome entre sus “armas” ofensivas. Poco después encontró a Alistair y Elisabeth. Ellos eran y siguen siendo sus mejores guaridas y los que tienen unos poderosos dones ofensivos. Me hice buen amigo de Alistair y Elisabeth y les enseñé todo lo que sabía de movimientos de batalla. Un día, cuando estábamos cazando, encontré a Carlota. Nunca me había fascinado tanto una humana. Yo la transformé y, cuando me aseguré de que no tenía ningún don, le comuniqué a Michaelo que me iba. Yo le era útil, pero nada comparable a algún vampiro con un don. Me dejó marchar sin pedir nada a cambio. Nos encontramos con la familia de Sara en los Pirineos. Nos enseñaron su modo de vida y nos gustó. Estuvimos en España desde entonces.

Hubo un gran silencio hasta que yo até cabos.

-Pero, ¿por qué no os quedasteis en Inglaterra o en algún lugar donde se hablara inglés?

-Carlota era española. Quería enseñarme su tierra, su idioma, su cultura... A mí me pareció bien, ya que así no tendrían ningún rastro nuestro que seguir si querían encontrarnos. Pero siempre quedaba la baza de Elisabeth, por si no fuera suficiente con mis cartas informándole de las nuevas incorporaciones a mi familia.

-Pero eso no explica que me reconocieran o que me quisieran atacar.

-Los guardias de Michaelo están entrenados para reconocer y enfrentarse al Hijo de Safar. Te reconocieron por el olor y te intentaron atacar como se les había enseñado.

-Lo siento mucho-se disculpó Alistair.

-No tienes por qué disculparte, Alistair-le respondí-. Pero me gustaría que me enseñaseis lo que hacéis. Podría aprender de Elisabeth a formar un escudo mental y de Alistair a causar dolor a mi adversario. Eso sería útil.

-Sin olvidar lo que yo te puedo enseñar-dijo Julio.

-Exacto. Y tenemos la ventaja de que aprendo rápido.

-También podríamos enseñarte algunos ataques-dijo Roberto-. Ayudaría que supieses cómo ataca Michaelo.

-Tienes razón-dijo Carlota-. Debemos enseñarle tanto como podamos para cuando llegue el momento.

Asentí.

-Sí. Eso será lo mejor.¿Cuándo empezamos?

-Empezaremos mañana-respondió Julio-. Debes descansar.

Pasé la tarde con los recién llegados, preguntando estrategias de Michaelo e informándome de qué dones tenía “coleccionados” en su guardia. Había de todo: desde privarte de la vista a controlar las mentes de quienes quisiera. Tenía todo un arsenal de armas mortíferas contra mí. Era terrorífico... y halagador. Creía firmemente en mi existencia, pues de lo contrario nunca habría reunido tantos vampiros contra mí.

Al día siguiente en el instituto, concretamente durante el almuerzo, le expliqué a Andrés que no había ningún problema.

-¿Estás segura?

-Son amigos de mis padres. No quieren matarme. Incluso me van a enseñar algunas cosas.

-Prefiero no saber que cosas son esas-dijo, un poco asustado. Sus hermanas se rieron.

-¿Queréis salir de compras con nosotras?-preguntó Luna.

-Claro que sí-respondí inmediatamente-. Pero, ¿por qué?

-Nos aburrimos en casa desde que Andy se puso a hacer algo con Julio en el garaje-respondió Estrella. Desde que Julio empezó a ayudar a Andy con lo de la moto, iba allí casi todos los días. Nunca me decían nada al respecto y yo aprovechaba para arreglar lo de los coches. Tenía que decidirme pronto qué coche le regalaría a Julio. Pero ese comentario me sorprendió, porque parecía que no podía decir nada más.

-¿A hacer qué?

Andy dudó. Parecía que no podía decir nada. Miré a Julio, quien miraba a Andy fijamente, pero no estaba paralizándole.

-¿Julio? ¿Qué hacéis Andy y tú en el garaje?

-Es una sorpresa-me respondió con una sonrisa-. Pero los lobos no te dirán nada. Andy está bajo el juramento Alfa.

-¿Qué es eso del juramento Alfa?-pregunté justo cuando sonó la campana.

-Luego te lo explico-me prometió mi adorable pero misterioso novio.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora