Capítulo 12: Origen.

192 12 0
                                    

Llegamos al salón y nos paramos al pie de las escaleras. M y Carmen estaban sentados en el sofá. M estaba viendo la televisión, con el brazo derecho encima de los hombros de Carmen. Carmen estaba leyendo una revista. Los dos nos miraron cuando llegamos. M se fijó en el colgante que yo llevaba puesto y luego miró nuestras manos, unidas. Julio estaba sonriendo, y M pareció disgustarse. Carmen, por el contrario, se alegró.

-¿Antes?-le preguntó M a Julio.

Julio asintió, sin dejar de sonreír.

-¿Dos?-volvió a preguntar M.

Julio volvió a asentir.

-¿Se lo dijiste?

-Si se lo hubiera dicho no habría ganado.

-¿Ganar qué?-le pregunté yo.

-Nada importante-me dijo Carmen-. Ana, Carlota te espera en su despacho. Quiere hablar contigo. A solas- remarcó esto último, mirando a Julio.

Me giré para hablar con Julio.

-Ve a ayudar a Lucía con las bolsas.

-Vale-dijo-. ¿Sabrás encontrar su despacho?

-Iré con Carmen, tranquilo.

-Precisamente eso es lo que me preocupa.

Carmen le gruñó.

-Trátala con más respeto, es mi amiga-le dije.

-De acuerdo.

Se marchó después de besarme en la frente.

-¿Vamos ya?-le pregunté a Carmen, cuando me giré hacia ella.

M se estaba partiendo de risa. Carmen le dio un pisotón antes de acompañarme al despacho de Carlota.

-¿Qué era lo que había ganado Julio?-le pregunté mientras subíamos las escaleras.

-Esos dos críos hicieron una apuesta. Dijeron que si Julio te daba ese colgante y después tú le besabas dos veces, Julio podría cogerle el coche a M durante un fin de semana. Si no, Julio le dejaría su moto. Él no quería, pero M insistió mucho. A Manuel no hay cosa que le guste más que hacer apuestas. Julio quería dártelo cuando estuviera seguro de tus sentimientos hacia él.

-¿Y crees que M querría hacer una apuesta conmigo?

-Sin duda alguna. Pero ahora lo único en lo que debes pensar es en lo que te tiene que decir Carlota. Es realmente importante.

Entonces ya estábamos en frente de una puerta de madera. Olía a margaritas. Pasé y vi a Carlota.

-Hola, Ana. Puedes irte, Carmen, gracias.

-No ha sido nada-dijo ella.

Luego se fue. Yo me senté en una silla que había enfrente del escritorio de Carlota. Era una habitación parecida a la del hospital, excepto en que no había camilla y sí había ventana.

-¿De qué querías hablarme?-le pregunté. Ahora estábamos las dos sentadas, una enfrente de la otra.

-De tus posibles orígenes.

No me esperaba eso, me pilló con la guardia baja.

-¿De mis orígenes?

-Sí. Hay una leyenda que solo conocen los vampiros. Trata sobre el comienzo de la vida en la tierra. Se dice que había dos vampiros al comienzo: Safar, que era sabio y respetuoso, y Michaelo, que era envidioso aunque sabio. Un día, Michaelo temía que Safar le destruyera y se quedara con sus dominios, por lo que fue a matarlo. Sin embargo, Safar sabía que Michaelo iría a destruirlo, por lo que hizo un antiguo hechizo para que algún día un ser mitad mortal mitad inmortal le vengara. Safar le dijo a su consejero: Cuando Michaelo venga, déjale pasar. Vendrá a matarme, pero no temas. Pues algún día, el heredero de Safar se alzará de entre los mortales con dones capaces de vengar mi muerte. Ese heredero será rápido, fuerte, capaz de anticipar todos los movimientos y aprender cualquier otro don. Todo aquello que quiera hacer, lo podrá hacer. Será capaz, incluso, de volver inmortales a los mortales con un gesto de la mano y de hacer lo contrario, pues su veneno será tan poderoso que un solo mordisco bastará para que Michaelo caiga en la batalla. Mi hijo vengará mi muerte.

Me quedé callada durante un buen rato.

-Safar murió y Michaelo aún vive. Yo creo que tú eres la hija de Safar, aquella que tenía que venir a vengar la muerte de su padre y reinar con esplendor y gloria eterna a los inmortales.

-¿Crees que esa profecía es cierta? Es imposible.

-No existe lo imposible. Tú deberás aprender cosas que te resulten útiles el día de la batalla. Supongo que Julio podría enseñarte.

-¿Julio?

-Él puede paralizar a inmortales, humanos y animales, siempre que quiera. Por eso a M no le gusta nada que Julio venga de caza. Le gusta hacer trampas.

Suspiré profundamente. Yo debía matar a Michaelo, ya que este había matado antes a mi padre.

-Michaelo no sabe que existes, pero intenta que en su guardia haya vampiros con dones. Él te reconocerá cuando te vea, porque tu cuerpo sabrá cuándo estarás completamente preparada. Supongo que algo cambiará en tu piel con la luz del sol, aunque no sea en toda tu piel. Seguramente será una marca dorada con forma de S en tu cuello.

-¿Por qué?

-Por la inicial de Safar. Su piel, según cuenta la leyenda, era de un tono dorado cuando le daba el sol. Su emblema era una S dorada. Lo del cuello supongo que será porque cuando Safar murió, Michaelo le dio un golpe en el cuello.

-Vale, ¿querías decirme algo más?

-¿Vas a hacer tú de comer?

-No creo que nadie más sepa hacer de comer en esta casa.

-Te encantará el soufflé de chocolate de Lucía.

-¿Sabéis cocinar?

-Todos hemos sido humanos, Ana. Julio está detrás de esa puerta, escuchando a escondidas. Está muy preocupado por ti. Se nota que te quiere.

-Ya lo sé.

-¿Y tú le quieres a él?

-Puede que sí o puede que no- dije, con un tono en el que cualquier mujer del mundo entendería “estoy loca por él”.

-Julio, pasa. Pero dile a M que Ana tiene una propuesta que hacerle.

Julio pasó después de medio minuto. Tardó un poco en ir a donde estaba M. Me levanté de la silla y le dije hasta luego a Carlota. Antes de bajar, mientras pensaba en la apuesta, le dije a Julio:

-¿Quieres hacer una apuesta?

-Vale.

-Si yo le gano a M en una apuesta, puedo elegir tu coche. Pero si pierdo, haré lo que quieras durante el resto de mi vida. ¿De acuerdo?

-¿Quieres apostar sobre una apuesta? Vale.

-Genial.

Seguramente ganaría yo. Estaba deseando echarle un pulso a M.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora