Capítulo 18: Mi novio.

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Julio empezó nervioso, pero fue tranquilizándose.

-Todo comenzó el día 10 de Agosto de hace dos años, el día en que cumplí 18 años. Fui con mis amigos a dar una vuelta en bicicleta por el parque san Pablo para celebrarlo. Hicimos una carrera y yo iba en primer lugar. Corría por el carril bici como si volara y entonces, al mirar hacia atrás para comprobar si estaban muy lejos, te vi.

Me sobresalté un poco ante sus palabras. Había dicho que me vio el día de su cumpleaños.

-Estabas sentada en un banco, a la sombra de un árbol, leyendo muy concentrada. Tus cabellos caían sobre tus hombros como si fuera una cascada. Llevabas unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes. En toda mi vida, no había visto algo tan hermoso como tú. Tu piel pálida contrastaba perfectamente con tus cabellos negros. No tendrías más de 13 años, pero aunque fueras tan joven, yo no podía dejar de mirarte. Frené la bicicleta y me bajé, intentando controlar mi expresión.

>Mi amigo Tim, el bueno de Tim, se paró a mi lado. Los demás habían pasado corriendo, aprovecharon la oportunidad, pero Tim me conocía bien y sabía que no estaba mirando algo corriente. Se preocupó un poco, pero llegó a mi lado y me dio una palmada en la espalda.

>-Preciosa, ¿verdad?-me preguntó. Te miraba por encima de mi hombro.

>-¿La conoces?-estaba atónito.

>-Personalmente no-se ruborizó-. Pero todos los chicos de por aquí intentan acercarse a ella para pedirle salir. Se echan atrás siempre, piensan que es demasiado para ellos.

>-¿Todos? ¿Tú también?

>-Sí. Intenté acercarme para hablar con ella el otro día, pero creí que no podría. Es como si tuviera un escudo antinovios o algo parecido. Ella es inalcanzable-suspiró-. Inténtalo si quieres, chaval. Es una chica que merece la pena, supongo.

>Volvió a montarse en su bicicleta y se fue detrás de los demás. Entonces te levantaste y te fuiste. Miré la hora y era la hora del almuerzo. Nos estábamos retrasando para mi fiesta de cumpleaños.

Entonces volvió al presente, acariciándome suavemente el dorso de la mano.

-A partir de ese día, nada fue lo mismo para mí-continuó-. Iba todos los días al parque y te miraba como si fueras un tesoro inalcanzable. Un día, cuando iba con la bicicleta intentando llegar a casa a tiempo, tuve un accidente. Me llevaron al hospital y allí conocí a Carlota, quien me atendió muy amablemente. Me di cuenta en seguida de que ella no era como los demás. Tenía unos ojos extrañamente dorados y parecía muy joven.

>Cuando me preguntó qué hacía cuando tuve el accidente le dije la verdad. Le conté que iba todos los días al parque para verte. Me preguntó por tu aspecto y te describí lo mejor que fui capaz. Parecía que le había contado algo muy importante y dijo:

>-¿Esa chica va siempre al parque?

>-Sí. Va todos los días por la mañana hasta la hora de comer y va todas las tardes hasta el ocaso.

>-¿Y sientes algo muy fuerte hacia ella?¿La amas de verdad, de corazón?

>-Sí. Quiero acercarme a ella, pero no lo consigo. Me quedo mirándola hasta que se va. Intento sacar el valor suficiente para hablar con ella, pero nunca lo consigo. Se parece un poco a usted en el pelo y la piel.

>-¿Tienes la mayoría de edad?

>-Sí.

>-Te vendrás conmigo a vivir. Yo te ayudaré y te lo explicaré todo. Cuando tomes tu decisión, podrás estar con ella.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora