-¿Te gusta?-me preguntó.
-Claro que me gusta-le respondí-. Es muy bonito.
-¿Quieres probártelo?- dijo mientras lo sacaba de la caja.
Asentí con la cabeza levemente. Julio cogió el colgante por la cadena de plata y lo sostuvo en alto un momento, balanceándolo levemente para que yo lo viera bien. Yo cogí el corazón un momento, lo abrí y vi una foto de Julio, sonriente, en un lado. En el otro lado estaba la frase que yo ya había visto una vez. Lo cerré y me lo intenté poner, pero Julio me lo quitó de las manos.
-Quiero ponértelo yo-me explicó-. Es demasiado delicado.
Yo aceptaba las bromas, pero Julio se pasaba de la raya. Sin embargo, le dejé que me lo pusiera. Se puso detrás de mí. Me apartó el pelo del cuello y me puso el colgante.
-Gracias.
-No hay por qué darlas-me dijo mientras se ponía delante de mí y volvía a cogerme de la mano-. Te queda muy bien.
Me sonrojé y le sonreí. No estaba acostumbrada a que un chico me dijera cosas así. Y Julio era demasiado para mí. Me besó la mano y me dijo con una voz suave:
-Estás preciosa.
Volví a sonrojarme. Bajé la mirada y él me levantó la barbilla con su dedo.
-Tienes unos ojos preciosos. No me dejes sin verlos.
Le sonreí. Le miré a los ojos. Eran tan perfectos... Le acaricié la mejilla dulcemente. Luego, sin pensarlo, le abracé. No se fue, agradecía mi abrazo. Lo necesitaba tanto como yo. Aunque él fuera alto, yo también era alta para mi edad. Me abrazó fuertemente, como si no quisiera liberarme. Cuando me soltó, di un paso atrás y le di un beso en la mejilla.
-Te quiero- me susurró al oído mientras volvía a abrazarme dulcemente.
-Y yo a ti- le respondí. No sabía cómo, pero Julio me amaba y yo le correspondía. Me aparté un poco de él, sonriéndole, para sentarme en el sillón. Estaba cansada, aunque un poco hambrienta.
-¿Quieres dormir?- me preguntó, bromeando.
-No, graciosillo. ¿Podrías poner un poco de música? Necesito descansar y relajarme. Hay un disco puesto en el equipo de música.
Lo encendió y se sorprendió al escuchar a Bach.
-¿Quién a puesto un disco de Bach?-me preguntó, aún incrédulo.
-He sido yo. Vine un par de veces y puse mi disco favorito de Bach. Me ayuda a relajarme. ¿Te molesta?
-No, claro que no. Es solo que no creía que te gustara Bach. También es mi favorito-lo dijo sonriéndome. Parecía feliz de encontrar al fin a alguien que tuviera los mismos gustos que él.
-Me alegro de que tengamos algo en común-dije. Luego me eché hacia el lado derecho del sillón y di unas palmaditas a mi lado para que se sentara conmigo. No lo dudó un momento. Se sentó y me puso encima de su regazo. Yo me eché en su pecho. Mientras escuchábamos la débil música, nos abrazábamos. Julio me entendía perfectamente.
Levanté la cabeza y le sonreí. Él me respondió con otra sonrisa.
-Te quiero- le susurré al oído. Luego le di otro fugaz beso en la mejilla.
-Yo te quiero todavía más, Ana- después de decir eso, me besó en la mejilla y siguió recorriendo mi mandíbula con sus labios hasta llegar a mi boca.
Yo, automáticamente, le acerqué todo lo que pude presionando mis labios contra los suyos. Él se inclinó sobre mí y, dulcemente, respondió a mi beso. Atraí fuertemente su cabeza a la mía, acariciándole el pelo, para besarle apasionadamente. Los dos nos fundimos en ese beso. Yo le rodeé el cuello con los brazos y le atraí aún más junto a mí. Él también me acercaba. Me senté en su regazo más rígidamente. Sus manos acariciaban mi pelo y mis hombros tan dulcemente... En ese beso que ojalá se hubiera hecho infinito.
Cuando paramos, los dos jadeábamos, pero seguíamos con los rostros cerca. No podía fingir que él no me atraía. Ahora ya no.
-Ahora ya sabes que yo te quiero más-dijo mientras me sonreía, creyendo firmemente en su victoria.
-Tonto Julio, aún no te enteras de nada. ¿Tengo que besarte otra vez para que te des cuenta?
-Inténtalo-me retó.
Entonces le besé otra vez. Esta vez, él me acercó más de lo que yo le acerqué a él. Yo seguía con los brazos alrededor de su cuello, acercándole con fuerza pero con dulzura, con las manos en su suave pelo oscuro. Paré yo, al darme cuenta de lo que había querido al retarme. Solo quería que nos volviéramos a besar.
-Tramposo-le susurré, muy cerca de él.
-Culpable-me respondió, con su sonrisa de triunfo que yo adoraba tanto-. Pero me sigues queriendo-me recordó.
-No por mucho tiempo-dije mientras me levantaba rápidamente, sin que él pudiera evitarlo. Me alejé poco, solo me fui al lado de la ventana. Estuve de pie de espaldas a él mirando por la ventana, hasta que un segundo después se dio cuenta de dónde estaba.
Se levantó y me pasó el brazo alrededor de la cintura.
-¿Ya no me quieres?-me susurró al oído. Asentí sin abrir los ojos-. Eso no te lo crees ni tú.
Me giré para mirarle a la cara. Estaba sonriendo. Él había ganado con diferencia, yo lo sabía.
-Aunque me moleste, debo reconocer que te sigo queriendo. Aún-resalté la palabra-. Puede que todavía te quiera, pero llegará un momento en el que me interesará más otro chico.
Eso pareció ponerle celoso.
-Pero todavía no ha llegado ese día-me recordó-. Así que mientras me sigas queriendo, ¿quieres bailar conmigo?
-Vale- suspiré. Era imposible discutir con Julio.
Bailamos lento, meciéndonos abrazados, hasta que oímos llegar a Lucía y a mí me sonaron las tripas.
-Creo que deberías comer algo-me dijo con esa sonrisa suya traviesa.
-Bajas tu también, ¿verdad?-era evidente que quería estar muy cerca de mí.
-Si insistes-me respondió.
Bajamos los dos enseguida, veloces y felices como nadie.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...