Capítulo 36: Aeropuerto.

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Entonces me desperté, cuando Julio hacía poco que se había ido en el Jeep.

-Era un sueño-intenté convencerme a mí misma-. Solo ha sido un estúpido sueño.

Pero había una voz en mi mente que se resistía a esa idea. ¿Y si no ha sido un sueño? ¿Qué harías si se ha ido de verdad?, decía aquella voz. Me senté en la cama, preocupada e inquieta. Entonces entró Carlota, sorprendida y alegre de verme despierta y curada. Se sentó al borde de la cama y me cogió la mano.

-Me alegro de ver que ya estás despierta, cariño. Me estabas empezando a preocupar. Tienes mejor color-dijo acariciando mi mejilla. Notó mi nerviosismo- ¿Qué te ocurre, cielo?

-¿Dónde está Julio?

-No lo sé. Le vi salir al garaje con Andy. Querría distraerse, supongo.

-¿Oíste el Jeep arrancando?

-No, cielo. Estaba demasiado ocupada como para prestar atención a todo a la vez. ¿Por qué?

-Porque Julio va hacia Inglaterra, ahora.

En sus ojos se reflejó la comprensión y la duda.

-¿Cómo lo sabes?

-Estaba en su mente. Veía lo que él veía. Pero ya no veo nada. ¿Dónde está Andy? Tengo que hablar con él.

-En el porche-adivinó mis intenciones cuando iba al vestidor-. Ten cuidado, corazón.

-Siempre lo tengo, Carlota.

Me puse unos vaqueros y un suéter violeta con unas zapatillas de deporte y bajé corriendo las escaleras. Andrés estaba sentado en el porche, esperándome. Sabía que bajaría tarde o temprano, pero no le importaba. Supo que estaba detrás de él, pero no se volvió.

-Me alegra saber que estás bien.

-¿Por qué lo has hecho?-pregunté, rabiosa-. ¿Por qué no le has impedido que se fuera?

-No podía hacer nada, y tú lo sabes mejor que nadie.

-Espero que no me impidas hacer lo correcto.

-Yo que tú no iría en coche-se volvió, sonriendo-. Irás más rápido corriendo.

-Iré en mi coche. No quiero llamar la atención.

-Date prisa, por favor. Y ten mucho cuidado.

-Siempre lo tengo, perrito mío.

-No me gusta que me llames así.

-Te lo has ganado.

-Lo sé.

Fui corriendo al garaje y salí a toda velocidad en mi BMW. Recorrí en apenas un par de horas los kilómetros y kilómetros que separaban Galicia de Sevilla. Llegué al parking del aeropuerto y busqué el Jeep. Cuando lo encontré, aparqué mi coche al lado y me bajé, cerrando la puerta con una fuerza innecesaria. Julio no estaba en el Jeep, ni en el parking. Seguramente estaría ya en el aeropuerto. Entré y le vi. Él estaba discutiendo con una mujer que estaba detrás de un mostrador. Él intentaba conseguir un vuelo anterior al que le habían dado, pero la mujer no le podía dar ninguno que saliera antes. Estábamos separados unos metros, pero aún así me escuchó.

-Julio.

Me miró fijamente. Una lágrima rodó por mi ardiente mejilla. Se volvió hacia la mujer.

-¿Sabe qué? No importa. Gracias por su ayuda.

-De nada, señor. Que tenga una buena noche.

Luego Julio vino hacia mí. Cogió mis manos y limpió las lágrimas de mi rostro. No pude resistirlo y le abracé, llorando en su pecho.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora