-¿Ana?-me llamó Andrés. Me di la vuelta y le vi entrando por la puerta, con sus hermanas flanqueándole. Una amplia sonrisa se extendió por su rostro y me saludó con la mano, alzando el brazo por encima de su cabeza.
-¿Andy-pregunté extrañada, frunciendo levemente el ceño. Él seguía acercándose-, de verdad eres tú?
Él estaba ya enfrente de nosotros, con su amplia sonrisa iluminando su cara. Puso los ojos en blanco ante mi pregunta. Sus hermanas sonrieron un poco.
-No, soy el monstruo feroz que viene a comerte. ¡Pues claro que soy yo! ¿Quién más podría ser? No tengo una cara común, como otras- ensanchó la sonrisa antes de que Luna y Estrella le dieran una colleja a la vez.
-Idiota-le dijeron a la vez. Sonreí.
-¿Qué estáis haciendo aquí?-le pregunté.
-Nosotros también estudiamos, ¿sabes?
-Lo digo porque creía que no dejaban entrar a los perros sin correa-dije bromeando. Mi familia se echó a reír, aunque Andrés y sus hermanas también se rieron. Cuando dejamos de reírnos, continué-. No, ahora en serio. ¿En qué curso estáis?
-Las dos gemelas locas están en 1º de bachillerato-dijo Andrés bromeando-. Yo estoy en 2º de bachillerato.
-¿Y tienes el carné de conducir?
-Sí-sonrió-, aunque tengo que usar el coche de mis padres, que es una porquería.
-Pues es lo que hay-dijo Luna.
-Hay que aguantarse-añadió Estrella.
-¿Y qué foto tienes, la de perro mutante o la de chico idiota?
Todos nos echamos a reír de nuevo.
-La de chico idiota-respondió Luna.
-Los perros mutantes no pueden conducir-añadió Estrella, haciendo que todos nos riéramos de nuevo.
-¿Y a vosotros quién os trae?-preguntó Andy.
-Nuestros padres-respondió Julio, quien se había puesto a mi lado, pasando el brazo derecho por detrás de mi cintura y agarrándome fuerte. Apoyé la cabeza en su hombro y miré a mi alrededor. La cafetería estaba casi vacía.
-Vamos a llegar tarde a clase-les dije-. Será mejor que nos vayamos.
-Os acompañamos-dijo Andy-. Por cierto, no nos habéis dicho en qué curso estáis.
-En 3º ESO.
-¿Todos juntos?
-Sí-salimos de la cafetería y caminamos hacia nuestra siguiente clase. Fuera había empezado a llover. Intenté abrir mi paraguas, pero el cierre no cedía y al final le di con tanta fuerza que lo rompí. Suspiré y lo tiré a la basura.
-Genial, tendré que mojarme-dije mientras los demás abrían sus paraguas-. Y encima hace muchísimo frío. No sé por qué no nieva.
-Puedes venir conmigo-ofreció Andy-. No tendrás frío y es un paraguas muy grande.
-Gracias-le dije. Miré a Julio. Estaba celoso, pero no quería que yo pasara frío ni que me resfriara. Me puse al lado de Andrés, debajo del ancho paraguas verde oscuro. A su lado se estaba muy caliente. Era como estar al lado de una estufa. Fuimos a clase y ellos se fueron a las suyas corriendo por el suelo mojado.
Tuve que aguantar una hora entera de Lengua con esa profesora tan poco apetecible. Julio se sentaba a mi lado. Detrás de nosotros estaban Carmen y M y delante de nosotros estaba Lucía. La habían sentado al lado de uno de los amigos de Andy. Era el rubio de ojos castaños, Rafa. Lo raro fue que cuando salimos de clase, miró a Lucía a los ojos durante un segundo y pareció fascinado. La miró como si fuera lo más hermoso del mundo. La miró como Julio me miraba a mí. Miré un segundo en su mente y vi que sentía algo muy fuerte por ella, pero no era la Unión. Era amor, simple y puro amor. Al menos por su parte. Lucía empezó a hablar conmigo cuando pudo.
-Estaba pensando en invitar a Luna y Estrella a nuestra salida de chicas, ¿te parece bien?-dijo mientras nos dirigíamos a gimnasia. Carmen, Lucía y yo fuimos a los vestuarios femeninos.
-Sí, claro. Lucía, ¿te has dado cuenta de quién se sienta a tu lado en Lengua, verdad?
-Sí, es ese tal Rafa, ¿no? Uno de los perros de Andy. ¿Por qué me lo preguntas?
-¿No te das cuenta de cómo te ha mirado?
-Era de una forma muy rara. Nadie me había mirado así nunca. Como si yo fuera...
-...lo más hermoso del mundo-completé.
-Me miraba como te mira a ti Julio. ¿Crees que se ha enamorado de mí?
-No lo creo, Lucy. Lo sé.
-Pues yo no siento lo mismo-dijo-. Es guapo y eso, pero no le amo. Y es un perro, al fin y al cabo-dijo lo último tan bajo que solo Carmen y yo la oímos. Suspiré.
-Discutiremos esto luego-dije-. Ahora toca gimnasia-hice que sonara como un taco. Ellas se rieron y nos cambiamos.
Después de una clase de baloncesto, nos reunimos todos a la salida de los vestuarios. La clase había sido muy productiva para mí, pero no por el deporte precisamente. Descubrí que Julio estaba increíblemente sensual con el uniforme de gimnasia. La camiseta de manga corta se pegaba a su pecho, realzando sus desarrollados músculos. Me tuve que decir a mí misma muchas veces que estábamos en público para poder controlarme. Lo mismo le ocurría a él. Cuando nos reunimos al fin de la clase, vi que Julio y M no estaban solos. Andy y sus amigos charlaban con ellos alegremente. Cuando llegué al lado de Julio, le besé la mejilla y me apoyé en él, rodeando su cintura con mi brazo izquierdo.
-¿De qué hablabais?-pregunté mientras empezábamos a andar hacia la clase de historia.
-De nada importante-dijo Andy-. Solo les estaba comentando que nosotros podríamos traeros al instituto.
-Pero nuestros coches no son muy grandes-dijo Rafa. Tenía una voz ronca, pero un poco...dulce, tonificante.
-¿Y qué tal si cogemos nuestros coches?-preguntó Julio.
-¿Tenéis coches?-preguntó Antonio, el chico de ojos celestes-. ¿No vais volando a todos lados?
-Eso es un mito-dijo Lucía-. Pero me gustaría saber qué más creéis saber de nosotros.
-¿Por qué no venís a comer a mi casa?-ofreció Andy.
-Puedo ir yo. No creo que mis hermanos tengan mucho apetito.
-Más bien sed-dijo Julio-. Pero ya lo solucionaremos cuando lleguemos a casa.
-Andy, tengo una idea. Seguidnos a nuestra casa hoy y cuando suelte las cosas iremos a tu casa, ¿vale? Pero en mi coche.
-¿Tienes coche propio?-dijo Carlos, asombrado. Reí un momento.
-Por supuesto que sí. Os enseñaré el garaje cuando vayamos a mi casa-les prometí.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...