Capítulo 16: Primer día.

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Soñé que estaba en un bosque. Julio me cogía de la mano izquierda. Todos los demás nos rodeaban. En frente de nosotros se extendía un bosque. Di un paso al frente, soltándole la mano a Julio. De pronto, apareció un lobo enorme. Estaba a cuatro patas y era tan alto como Julio si levantaba la cabeza. Tenía el pelaje de color cobrizo. Las puntas de las patas eran blancas, igual que la raya que cruzaba su pecho. Su cola era negra como el carbón. Tenía unos preciosos ojos verde oscuro, como las hojas del bosque. Se puso delante de mi, pero justo cuando iba a hablarle, me desperté. Me encontré con el rostro de Julio frente al mío. Le aparté la cara y me senté en la cama.

-¿Se puede saber qué haces?-le pregunté. Se había sentado en la cama frente a mi. Sus ojos aún eran dorados.

-Venir a despertarte-me respondió con una sonrisa sincera-. Se supone que hoy tienes clase.

-¿Qué hora es?-le pregunté mientras me quitaba la manta de encima y me iba al baño.

-Es temprano-dijo mientras me paraba-. Son las siete de la mañana.

-¿Y por qué me despiertas tan temprano?-dije abrazándole y presionando mi cara contra su pecho.

-Quería comprobar qué humor tenías por la mañana. Eres muy cariñosa cuando te levantas-sonrió y me levantó la barbilla-. No dejas de ser hermosa ni con el pelo revuelto.

Le besé suavemente.

-Voy a ducharme-le dije-. No quiero llegar tarde-iba hablando mientras cogía mi neceser, mi ropa interior y la ropa que había escogido para ponerme. Fui al baño y me duché. Me puse unos vaqueros y un polo beige debajo de una chaqueta de piel negra. Luego me puse unos zapatos negros con un tacón de unos 5 cm. Dejaban un poco de piel al descubierto si no le ponía bien la tela de los vaqueros por encima. Salí del baño y fui a mi cuarto. Julio estaba de pie junto al escritorio. Me puso el colgante y el reloj. Me siguió hasta el vestidor cuando me estaba peinando.

-¿No tienes nada mejor que hacer?-le pregunté cuando terminaba de cepillarme el pelo. Le estaba viendo reflejado en el espejo.

-Me gusta mirarte-me contestó con una sonrisa-. Ahora estás más guapa que hace 5 minutos.

-Siempre diciendo lo mismo-le dije mientras me volvía para mirarle.

-Porque es la verdad.

Se puso en frente de mi y nos quedamos mirándonos a los ojos un buen rato, de pie, hasta que me acordé de los demás.

-¿Dónde están los otros?-le pregunté bajando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas. Jugueteé con sus dedos hasta que me respondió.

-Están en la cocina preparándote el desayuno-me levantó la barbilla-. ¿Quién quieres que te lleve hoy?

-Prefiero que me lleves tú. ¿Qué están haciendo para desayunar?

-Para empezar un vaso de sangre. Tienes que tener controlada tu sed. Luego unas tostadas con mantequilla y una taza caliente de café con leche.

-¿Café con leche?-yo nunca tomaba café.

-Lucía no quería traer cacao ni nada parecido así que trajo café. Si no te gusta puedes beber zumo.

-No, tranquilo. Si hay más leche que café no habrá ningún problema. ¿Están todos en la cocina?

-Sí, quieren que todo salga perfecto.

-¿Cuándo va Carlota a trabajar?

-Dentro de 5 minutos, cuando tú te hayas bebido la sangre.

-Vale.

-¿Quieres bajar ya?

-No. Estoy muy bien aquí.

-Yo también-me contestó agachándose para besarme. No se lo impedí. Quería besarle de nuevo, sentir su gélido aliento en mi boca. Puse mis manos detrás de su cuello, acariciándole el pelo de la nuca mientras nos besábamos. Ahora no tenía que agacharse tanto. Había crecido durante la noche, aparte de que llevaba tacón. Dentro de unos días sería tan alta como él. Dejé de besarle un momento para recuperar la respiración. Luego le di un beso en la mejilla y bajamos al salón.

Fuimos directamente a la cocina. No me apetecía ver la tele. Estaban todos preparando el desayuno. Carlota y Roberto vigilaban las tostadas, Lucía montaba la mesa en el salón, Carmen hacía el café y Manuel echaba la sangre de una bolsa de plástico de las que usaban en el hospital a un vaso transparente. Terminó de echarla y le puso una sombrilla de papel al borde del vaso, como si en vez de sangre fuera un cóctel. Manuel me ofreció el vaso con una sonrisa traviesa.

-Muy original, M-le felicité mientras quitaba la sombrilla y me bebía de un trago la sangre. Esta vez no era de ciervo. Tenía un gusto dulce, pero era más fuerte. Había una clara diferencia entre el ciervo y este animal: su alimentación. Seguramente esta sangre sería de un carnívoro. Me relamí para limpiarme los restos de sangre del labio.

-¿De qué animal es?-le pregunté a M-. Está más deliciosa que la de ayer.

-Es de tigre. La favorita de Julio. Puede que la tuya favorita sea la de guepardo.

-Pero en Galicia no hay tigres ni guepardos.

-A veces vamos a lugares con muchos depredadores para coger provisiones. Aunque esa sangre es un tesoro. No podemos conseguir muchas veces que Julio nos deje coger sangre de tigre. Le gusta demasiado.

-Sí-dijo Carmen-. Le gusta tanto que antes de que tú llegaras le llamaba el novio de los tigres.

Julio le gruñó. Me volví hacia él.

-¿Qué te dije de Carmen?

-Que es tu amiga-repitió a regañadientes.

-¿Y cómo debes comportarte con mis amigas?

-Bien. Pero ella...

-Nada-le corté-. Ella nada.

Me volví hacia Carlota.

-¿Tienes que irte?

-Debo ir antes de que salga el sol y volver después de que se ponga. Tu desayuno ya está listo.

Un momento después estaba sentada en el sofá, terminándome el café y el último trozo de tostada que quedaba, con Julio a mi lado viendo la tele. Al terminar fui a lavarme los dientes mientras Lucía terminaba de fregar los platos. Fui hacia la cocina a hablar un poco con Lucía después de lavarme los dientes. Me apoyé en el marco de la puerta.

-Me tenéis demasiado mimada-le dije mientras ella se secaba las manos.

-Puede que sí, aunque si lo prefieres la próxima vez puedes fregar tú.

-No, gracias. Tengo que ir a clase.

-Aún no es la hora. Julio te llevará.

-Vamos a ir en mi coche. Tengo una plaza en el parking y hoy está nublado. Seguramente mirará desde una distancia en la que los humanos no le vean.

-Seguramente. Estoy deseando verte hablar con los lobos. El macho alfa es un poco raro.

-¿Tiene los ojos verdes?

-Sí, ¿le has visto en tu sueño?

-Sí. Creo que he visto este fin de semana.

-En fin, debes irte. Julio, coge su mochila.

En ese momento, Julio llegó y se puso a mi lado, ofreciéndome la mochila. Me la puse bien y fuimos al garaje. Me senté en el asiento del copiloto y Julio condujo hasta el instituto. Antes de subir, bajó la capota del coche. Tenía la mirada fija en la carretera, pero su mano derecha estaba entrelazada con mi mano izquierda, mientras que su mano izquierda estaba agarrando el volante y sus labios se levantaron para dejar relucir sus dientes en una sonrisa sarcástica. Ya habíamos llegado y Julio había aparcado. Era un día nublado, aunque esto no duraría eternamente. Se bajó del coche y me abrió la puerta. Fue a paso humano, ya que todos los mayores estaban mirándonos. Me metió las llaves en el bolsillo de la mochila y me pasó un brazo por la cintura mientras caminábamos hacia un grupo de chicas de mi edad que nos miraban curiosas y sorprendidas.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora