Me desperté cuando escuché cantar a los pájaros. Un momento, ¿pájaros, qué pájaros? Alrededor de la casa de Lucía no había visto ni oído pájaros antes. Me levanté de donde estaba tumbada. Tenía un sabor raro en la boca. Era dulce y estaba caliente. Entonces miré a mi alrededor. Estaba tumbada en un banco del parque, el mismo parque en el que había estado hablando con Lucía cuando me quedé encerrada. Estaba oscuro, seguramente no serían ni las 5 de la mañana, pero yo lo veía todo perfectamente, como si hubiera una luz allá donde yo mirase. Era extraño, ¿cómo había llegado yo allí? Lo último que recordaba era acostarme en la cama de mi habitación de la casa de Lucía y ahora estaba en un banco del parque. Me senté y noté un peso en mi mano derecha, así que la levanté para ver qué tenía en la mano. Me quedé paralizada, completamente petrificada al ver una paloma blanca muerta en mi mano. Tenía la marca de un mordisco encima del ala izquierda. La sangre goteaba en mi mano. Me miré instintivamente la otra mano y pude comprobar que también tenía sangre en esa mano. Sangre del cuerpo sin vida de la inocente paloma. Me acerqué la mano izquierda a la nariz y olí la sangre. Olía dulce, muy dulce. Se me hacía la boca agua al oler la sangre. Pero yo no quería matar animales inocentes. Era cruel, era cosa de monstruos y yo no era un monstruo. Dejé la paloma tendida en el banco y me acerqué a la fuente más cercana. Me quité la sangre de las manos y también me quité algunas manchas de sangre que me habían salpicado la ropa. Conseguí quitar hasta el olor dulzón de la sangre de mi ropa. Miré la hora. Eran las 5 de la mañana, lo que significaba que las puertas estarían cerradas y yo estaría encerrada en el parque otra vez. Comprobé si llevaba el móvil encima. Menuda suerte, por una vez se me había olvidado soltarlo antes de dormir. Si volvía a dormir otra vez, no soltaría el móvil ni de coña. Rápidamente llamé a Lucía y me volví a sentar en el banco, junto a la paloma. Lucía no tardó en contestar y sonaba muy preocupada.
-¿Ana? ¿Dónde te has metido? Te dejé durmiendo en tu cama y cuando volví de discutir una cosa con Carlota por teléfono, tú ya te habías esfumado.
-Lucía estoy en el parque. ¿Puedes venir a recogerme?
-Faltaría más, por supuesto que voy. Cogeré el Ford de Carmen y estaré allí en 5 minutos.
-Tráete una bolsa de plástico. Tengo algo que enseñarle a Carlota.
-¿Qué es lo que quieres enseñarle a Carlota?
-Te lo diré cuando vengas. Ven enseguida por favor.
-Vale, espérame en la acera que hay enfrente de la puerta principal del parque. Hasta luego.
-Hasta luego.
Le hice caso y fui rápidamente a la entrada principal. No me olvidé de coger la paloma muerta. Me odiaba a mí misma. Esa paloma antes habría tenido un bonito plumaje blanco, el cual ahora estaba completamente lleno de sangre. La misma sangre que yo había bebido mientras estaba inconsciente. La cogí fuertemente, pero con cuidado de no hacerla polvo. Trepé por la puerta de metal del parque y salté a la acera con la paloma en la mano, el móvil en el bolsillo y vigilando que no hubiera nadie cerca. La esperé, y después de 4 minutos llegó con el Ford plateado de Carmen a una velocidad enorme, parecía que iba a 200 km/h por lo menos. Aparcó el coche justo enfrente de mí, se bajó, cerró la puerta y corrió rápidamente a donde yo estaba y me abrazó.
-Ana, me has tenido muy preocupada. No vuelvas a hacerme una cosa así, ¿de acuerdo?
-Yo no quería. Estaba durmiendo, ¿recuerdas?
Entonces se separó de mí y me tendió una bolsa de plástico blanca.
-No sé por qué la querías, pero toma.
-Gracias- dije mientras metía la paloma en la bolsa.
-¿Es una paloma?
-Sí, creo que la he matado y me he bebido su sangre.
-¿Que has venido al parque, has cazado una paloma, y te has bebido su sangre estando dormida?
-Sí, y me siento fatal.
-¿Te ha sentado mal su sangre?
-No, era muy dulce. Estaba deliciosa. Lo que me hace sentirme mal es haber matado a un animal inocente.
-Si tú vieras lo que le hace M a los osos y Julio a los tigres... Lo tuyo comparado con lo suyo es una tontería. Sería como comparar una broma sin maldad ninguna con un atentado terrorista. Confía en mí, no es nada. Tranquilízate. Vamos, entra en el coche. Te llevaré a casa y te prepararé para ir a recoger a Carlota al aeropuerto. Tiene que saber esto y analizar la paloma.
-¿Analizar la paloma?
-Es difícil de explicar, métete en el coche.
Estaba asustada y preocupada, pero Lucía parecía ver esto como algo normal. Obedecí inmediatamente. Cogí la bolsa y me metí en el coche. Olía como a lavanda y a jazmín, pero no había ningún tipo de ambientador. Cerré la puerta y me puse el cinturón mientras Lucía arrancaba el Ford de Carmen. Necesitaba preguntarle por ese olor.
-¿Por qué huele a lavanda y a jazmín?
-Vaya, pues sí que vas rápido. El olor a lavanda es el olor de Carmen y dicen que yo huelo más a jazmín. ¿Sabes por qué he cogido el Ford y no el Volvo?
-¿Por qué?
-Porque así se quedará tu olor en el coche y eso fastidiará a Carmen de lo lindo. Cuando se enfada es casi tan divertido como cuando se enfada M. Aunque espero que no se dé cuenta de tu olor cuando vaya a su cuarto, porque eso sería pasarse de la raya.
-¿A qué huelo yo?- ahora estaba realmente curiosa.
-Tú hueles como a rosas. Aunque hay un toque dulce. Lo dulce es por la sangre, seguramente.
-La sangre de la paloma.
-No, tu sangre. Huele muy bien. Por eso Carlota no quiere que Julio te conozca hasta que esté completamente segura de que él no es peligroso para ti. Roberto y Julio se quedarán en el norte hasta que sea seguro que Julio te conozca. Hasta entonces, su cuarto se quedará vacío.
Yo sabía a lo que se refería Lucía con esas palabras. Ella había notado que la habitación de Julio me gustó mucho y quería decirme que podía estar allí siempre que quisiera. Lucía seguía creyendo que Julio y yo seríamos pareja. Era imposible convencerla de lo contrario. No era por la edad, era porque quería ser su amiga, y si fuésemos novios y no saliera bien, lo estropearía todo. Pero seguramente me pasaría más tiempo en su habitación que en la mía. Al ver su habitación me había sentido completamente en casa, segura, a salvo. Seguramente en compañía de Julio también me sentiría protegida. Pero por ahora no le conocía, y no le conocería hasta que Carlota lo considerara seguro.
También me preocupaba que me tendría que mudar con ellos y dejar el instituto y despedirme de mis padres. Iba a ser duro, pero sería necesario. Para que ellos estuvieran a salvo, yo debía irme de su lado.
-Ahora Carlota querrá que me mude con vosotros, ¿verdad?
-En realidad, siempre lo ha querido, pero no lo consideraba necesario. Ahora seguramente hablará con tus padres y conseguirá su permiso para que te mudes. Una vez que ella tenga la autorización, Carmen y M irán a tu instituto y convencerán al director de que te expulsen.
-¿Queréis que me expulsen del instituto?
-Así podrás estar siempre en casa, con Carlota, conmigo y con los demás.
-¿Y cómo aprenderé a conducir?
-Roberto tiene una carrera en magisterio, y legalmente puede darle el carné de conducir a cualquiera. Él te enseñará. O si lo prefieres te enseño yo.
-Será mejor que me enseñe Roberto.
-Lo sabía.
-Por cierto, ¿adónde vamos?
-Primero pararemos en casa para que te cambies de ropa mientras yo cojo otro coche.
-¿Cuál vas a coger?
-El todoterreno de M. Quiero que Carmen diferencie tu aroma del resto. Eso hará aún más divertido el coger su coche. Bueno, ya hemos llegado. Tómate el tiempo que necesites.
-No tardaré mucho, lo prometo.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...