M estaba apoyado contra el Mercedes, discutiendo con Julio. Cuando entré, los dos se callaron y me miraron. M estaba sonriendo, jugueteando con las llaves. Julio estaba serio, incluso un poco triste. Yo le había hecho daño. Se acercó a mí y me dijo:
-Me voy con Carlota y los demás. M cuidará de ti. Hasta luego.
Después de decir esto, me besó como nunca lo había hecho. Parecía despedirse o disculparse. Se apartó de mí y, después de abrazarme, se fue en su moto.
-¿Qué le ha pasado? ¿De qué estabais hablando?-le pregunté a M mientras me metía en el coche.
-No sé lo que le ha pasado-me dijo mientras se metía en el coche y lo arrancaba-. Parecía disgustado por algo, igual que tú aunque intentes ocultarlo. Hablábamos de si Carmen se había tomado a mal el primer comentario de boda que le hice.
-¿Y qué?-le pregunté mientras sacaba de la mochila los pocos deberes que tenía que hacer. Me contestó cuando me vio empezar a hacerlos rápidamente.
-Se lo tomó fatal, pero fue por la impresión. ¿Habéis discutido?
-Prefiero no hablar de ello-dije mientras guardaba en la mochila los libros. Los hacía muy rápido.
-En fin, no es asunto mío-dijo con un encogimiento de hombros-. Por cierto, ¿qué querías preguntarme?
-Quería pedirte tu consejo sobre el coche que elegir para Julio. Quiero regalárselo por Navidad.
-¿Y qué modelos tienes en mente?
-Pensaba en un Aston Martin o un Ferrari. No sé mucho de coches, pero he escuchado que esos dos son rapidísimos. Y a Julio le gusta correr.
-Sí, esos son muy rápidos y elegantes. Cualquiera le gustará.
-Gracias M-dije saliendo del coche. Hacía ya un buen rato que habíamos parado.
-Pero dime una cosa-pidió desde dentro.
-Lo que sea.
-¿Me dejarás cargarme a algún lobo si empezamos una pelea?
-Claro, M. Si ellos atacan primero.
-Guay-dijo-. Hasta luego.
-Adiós.
El día fue muy tranquilo. Hice todos los deberes allí antes de ir a casa. Por eso, cuando puse la mochila en el asiento del copiloto de mi coche, pensé en qué podía hacer. Conduje rápidamente hasta casa, pensando en ganar a Lucía en la carrera. Metí el coche en el garaje y, cuando me dirigía hacia la casa con la mochila a cuestas, vi a Lucía esperando sentada en el porche. Vino hacia mí con sus andares de bailarina y una sonrisa en la cara.
-Déjame que yo te coja la mochila-dijo mientras me la quitaba y se dirigía directamente a mi cuarto. Volvió muy rápido.
-¿Dónde empieza y termina la carrera?-le pregunté.
-¿No quieres comer antes?-preguntó. Parecía que me ocultaba algo.
-No. Correré, me ducharé y luego comeré.
-Está bien.
Me enseñó un mapa de la zona en la que estaba la casa. Eran muchos árboles los que rodeaban la casa. La carrera sería dando una vuelta completa a la casa, por la zona exterior del pequeño “bosque”.
Corrimos muy juntas al principio, aunque después yo le saqué bastante ventaja. Era como si yo corriese a 200 km/h y ella a 180 km/h. Llegué yo primera a la meta, lo que la disgustó un poco, aunque después volvió a su rostro esa sonrisa.
-Venga, a ducharte y luego a comer. Espera un momento-dijo mientras me tapaba los ojos con un trapo de forma que no pudiera ver nada.
-¿Cómo quieres que encuentre el baño con esto puesto?-me quejé.
-Yo te guío-se ofreció amablemente mientras me cogía de la mano y me guiaba. Fui tropezando al principio, pero luego calculé mejor las distancias. Me llevó hasta el baño y, cuando terminé de ducharme, me puso un traje rojo de noche con un escote que realzaba mucho mis pechos.
-¿Esto es usar bien el armario?-pregunté irónicamente mientras ella me peinaba y yo me calzaba unos tacones rojos muy altos. Cuando acabó con mi pelo, se divirtió poniéndome complementos innecesarios. Pendientes y collar de perlas. Luego tardó lo suyo con el maquillaje. Pero al final estaba guapísima, eso tenía que reconocerlo. Aunque seguía sin poder comprender por qué me había preparado tanto.
-Ya estas lista-dijo satisfecha cuando me levanté de la silla.
-¿Lista para qué?
-Es una sorpresa. Vamos, te toca comer.
Bajó ella primero, pero después de advertirme que bajara despacio. Le hice caso porque no quería matarme con esos tacones. Cuando estaba bajando los últimos escalones, vi a Julio con un traje de etiqueta, al lado de una mesa con dos copas de cristal, una botella de vino, y unas velas. Había dos sillas una a cada lado de la mesa. El salón ahora parecía de un color rojo claro, y en el aire había un ligero aroma dulzón que solo podía ser sangre de tigre. Él parecía estar mudo, aunque con una sonrisa radiante y unos ojos que expresaban claramente asombro. Él se acercó a las escaleras lentamente. Yo bajé los escalones que me separaban del suelo y le cogí la mano que me ofrecía. Fuimos andando hasta llegar a una de las sillas. Entonces él me soltó la mano, apartó la silla y me la ofreció para que me sentara. Me senté y él me ayudó a arrimarme a la mesa. Luego se sentó en la silla de enfrente y abrió la botella. No era vino, sino sangre. Llenó las dos copas y puso la botella a un lado. Lucía llegó entonces con una sonrisa en la cara, sujetando una bandeja de plata en la que tenía un plato de espaguetis a la carbonara.
-Así que era esto lo que me ocultabas-le dije a Lucía mientras me ponía el plato delante. Ella se rió.
-Te dije que era una sorpresa.
Cuando se fue, Julio me dijo:
-Tengo que agradecerle a la pequeña que te haya puesto tan guapa. Aunque así me lo haga un poco más difícil.
-¿Por qué has hecho todo esto?-le pregunté mientras cogía un poco de comida con el tenedor.
-Quería darte una sorpresa-me dijo, aunque se notaba a la legua que me ocultaba más.
-No cuela, Julio-le advertí. Él se rió.
-Está bien, también quería disculparme por lo de esta mañana.
-Estás perdonado-dije mientras me metía en la boca los espaguetis. Mastiqué rápidamente y tragué para responderle-. Sé que me ocultas algo más. Mientes fatal.
-Esperaré a después del postre-dijo sonriendo-. No quiero que la pequeña me riña porque no comes. Además, tengo pensado algo para hoy que creo que te gustará.
-¿Todo después de comer?-pregunté antes de meterme un poco más de comida en la boca.
-Sí.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...