Capítulo 14: Leer mentes.

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-¿Me vas a contar ya por qué necesitáis almacenar la sangre?-le pregunté a Carlota.

-No somos las únicas criaturas que andan por los bosques y mantienen a salvo a las personas-respondió ella.

-¿Quieres decir que existen otras criaturas de leyenda? ¿Cómo qué, hadas, trols, licántropos?

-No sé nada sobre hadas o trols, pero has acertado con los licántropos.

-¿De verdad existen los hombres lobo?

-Hay un pueblo cerca de los bosques gallegos donde vamos a cazar. En ese pueblo viven licántropos. Son humanos hasta que se transforman por primera vez en lobos. Hay algunos que se controlan mejor que otros. El caso es que nosotros cazamos animales y cuando nos hemos alimentado lo suficiente, llenamos recipientes enteros con sangre. No matamos mucho para no llamar la atención, pero debemos tener reservas porque los licántropos nos impiden cazar. Cada vez son más. Intentamos hacer un trato con ellos, pero no quieren tratar con nosotros. ¿Recuerdas la historia que te conté? Puede que contigo si quieran hablar. Tú no eres completamente un vampiro. Pero hasta que puedas oír los pensamientos, será mejor no ir a cazar y usar bien las reservas.

-¿Oír los pensamientos?

-Podrás hacer cualquier cosa, ¿recuerdas? Inténtalo si quieres con alguno.

-Vale- entonces me puse de pie-. M, por favor.

Él se levantó, me miró y dijo:

-Cuando quieras.

Intenté leerle la mente. Me concentré en oír la voz de los pensamientos de M. Me dolió un poco el esfuerzo, pero al final pude oír una voz en mi cabeza que decía algo suavemente. Escuché con más atención, esa era la voz mental de M.

“¿Me estará escuchando? Se la ve muy concentrada.”

Levanté la vista, sorprendida. Lo había conseguido.

-Gracias M. Me has ayudado mucho.

-¿Has conseguido leerle la mente?-preguntó Julio, repentinamente interesado.

-Sí. Puedo leerle la mente a alguien si me concentro. Supongo que con la práctica me costará cada vez menos.

“Eso supongo yo también”, pensó Julio. Le sonreí y volví a sentarme a su lado. M también se sentó y Carlota se fue a su despacho. Vimos la tele un rato, hasta que Julio pensó algo que me llamó la atención.

“¿Quieres aprender a conducir?”

Me estaba mirando, con su brazo izquierdo por encima de mis hombros. Levanté la vista y le sonreí. Él me devolvió la sonrisa. Nos levantamos y fuimos al garaje.

“¿Cuál quieres coger?”pensó. Se imaginó conduciendo el todoterreno que le había ganado a M en esa apuesta.

-Cogeremos mi coche-le dije.

-¿No quieres coger otro?-me preguntó, todavía imaginándose conduciendo el todoterreno.

-No voy a experimentar con otro coche que no sea el mío. ¿Prefieres que estrelle tu moto contra un árbol?

-Tu coche está bien- dijo enseguida.

Cogí las llaves y me metí en el coche por el lado del conductor. Julio se sentó a mi lado. Arranqué el motor y seguí sus instrucciones. Metí la dirección del instituto en el GPS y, siguiendo siempre sus instrucciones, conducí hacia allí.

-¿Por qué quieres ir a tu instituto?

-Quiero pedirle algo al director. Como no podréis llevarme siempre, voy a asegurarme una plaza en el parking que hay detrás del instituto y que solo usan los de último curso. Le recompensaré con una aportación económica al centro.

-¿Vas a sobornar a tu director?-parecía incrédulo. Yo ya no escuchaba sus pensamientos porque no quería. Me parecía justo que si él no podía oír mis pensamientos, yo no escuchara los suyos.

-No exactamente. Voy a pedir una plaza a cambio de una contribución que ayudará económicamente al instituto. No creo que el director ponga muchas trabas teniendo en cuenta que tú estarás presente.

-¿Y qué se supone que pinto yo aquí?

-¿Tú no me querías?

-Por supuesto.

-Pues si me quieres, ayúdame.

-¿Y qué quieres que haga?

-Convencerle de que me de una plaza. Dile que me he mudado con Carlota, háblale bien de ella y explícale que no podéis traerme siempre porque ahora vivimos muy lejos. ¿Crees que podrás?

-Por ti, lo que sea.

-Vale.

Llegamos después de unos minutos al parking del instituto. Aunque no fuera un parking exactamente, los mayores aparcaban allí sus coches.

Miré por la ventanilla. No había nadie por los alrededores. Ya habían acabado las clases y estaba nublado. Perfecto, ya comenzaba a hacer frío y cada vez había más días nublados que soleados.

-Está nublado, puedes venir-le dije a Julio mientras me giraba para mirarle. Me llevé una sorpresa cuando miré su asiento y él no estaba. Me sobresalté un poco cuando oí unos suaves golpecitos en mi ventana. Me giré y allí estaba Julio, de pie con una sonrisa en su rostro perfecto. Me abrió la puerta y me ayudó a salir del coche, cogiéndome amablemente de la mano. Cerré el coche con llave y miré a Julio, que no me había soltado la mano.

-¿Lista?-preguntó, poniéndose junto a mí mientras me pasaba el brazo derecho por encima de los hombros, entrelazando los dedos de su mano derecha con los de mi mano derecha. Yo jugueteaba con las llaves del coche en mi mano izquierda antes de meterlas en el bolsillo trasero izquierdo de mis vaqueros. Estaba un poco nerviosa.

-¿Crees que colará?-le pregunté a Julio mientras andábamos hacia la entrada.

-Nadie podría resistirse a ti, y menos con dinero de por medio. Eres perfecta.

-Solo soy perfecta para ti-le acusé.

-No-dijo muy serio-. Eres perfecta e irresistible para cualquiera. Aunque intenta vigilar las mentes de los humanos, no vaya a ser que alguno se enamore de ti.

-¿Estás celoso?-me reí.

-Solo inténtalo, aunque que les quede bien claro que ya tienes novio.

-¿Y quién es ese novio, si se puede saber?-bromeé.

-Yo, por supuesto.

-No creo.

-¿A no?-dijo girándose e intentando darme un beso. Le puse los dedos índice y corazón en los labios, parando su avance. Se rió contra mis dedos, volviendo a su posición inicial.

-Estamos en un sitio público-le expliqué.

-¿Y cuándo podré besarte?

-Te prometo que si esto sale bien, antes de irnos te daré un beso.

-Estoy deseando hablar con el director.

Ocaso (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora