Cuando llegamos al baño, echamos el pestillo y yo dejé mis cosas a un lado mientras él me acariciaba y me quitaba suavemente el fino camisón. Cuando quise darme cuenta, ya estábamos los dos desnudos y besándonos antes de entrar en la ducha. Le di al grifo del agua caliente y nos mojamos los dos. Estábamos uno frente a otro en la pequeña ducha cerrada. Sus dedos acariciaban suavemente cada una de las partes de mi cuerpo, dejando un rastro de espuma de jabón por mi piel. Yo hacía lo mismo. Pasaba mis dedos enjabonados por su pecho, hombros, espalda….De repente, mientras le enjabonaba el pecho, me acercó a él y me besó como cuando hicimos el amor en mi cama. Le detuve antes de que fuera demasiado tarde.
-Ya es suficiente por un día, ¿no te parece?-dije mientras seguía enjabonándole los hombros.
-Es que no puedo soportar verte así, enjabonada, tan hermosa….y tener que controlarme. Me resulta muy difícil.
-¿Crees que a mí no? Te prometo que tendremos todas las noches para nosotros-dije dejando un rastro de jabón en su mejilla.
-Está bien.
Nos enjuagamos y salimos de la ducha para secarnos. Yo me puse la ropa limpia, la ropa para cazar, mientras que él se ponía unos vaqueros y una camiseta verde botella con zapatillas de deporte. Le cogí de la mano y fuimos a mi cuarto para recogerlo todo. Yo cogí la ropa y la eché a la cesta de la ropa sucia mientras él hacía la cama y ponía mis cosas en el escritorio. Me puse el reloj, el colgante y el anillo antes de que él me rodeara la cintura con sus manos y me susurrara al oído.
-Ya es la hora, pequeña.
Suspiré y me volví, hundiendo mi cara en su pecho y rodeándole con mis brazos. Aunque pareciera imposible, había crecido tanto que él solo era unos 5 centímetros más alto que yo. Le besé un momento y fuimos abajo con las manos unidas.
Estaban Lucía, Carlota y Roberto, los tres sentados en el sofá, vestidos con su ropa de caza y esperando, aunque no nos esperaban solo a nosotros. Lucía suspiró y me dijo:
-Ya era hora, solo falta esperar a esos dos-dijo levantando los ojos hacia el techo. Carlota y Roberto miraron con reproche a Julio y este bajó la mirada, avergonzado por algo. Se hubiera puesto rojo de vergüenza si hubiera podido. No comprendí de qué se avergonzaba. Entonces oímos pasos bajando las escaleras y nos hicimos a un lado mientras mis padres y mi hermanita se ponían de pie. Carmen y M bajaron entonces las escaleras. Carlota suspiró.
-No puedo creer que teniendo tan poco tiempo hayáis hecho eso-nos dijo a los cuatro, regañándonos. Entonces comprendí de que se había avergonzado Julio y me puse colorada, agachando la cabeza. Los cuatro teníamos las cabezas agachadas, dispuestos a aguantar la reprimenda-. Pero no puedo culparos del todo, supongo. Aunque tú, jovencito-le dijo a Julio-, has sido muy irresponsable teniendo en cuenta las circunstancias.
-No es solo culpa suya, Carlota-le recordé-. También fue culpa mía.
-En fin, sois adultos, así que comportaos como tales, por favor.
Unos cuantos “De acuerdo, mamá” y “No volverá a ocurrir” por nuestra parte la convenció y fuimos hacia los bosques.
Lucía se puso a mi lado y Julio se fue a hablar con M. Carmen se puso a hablar con Carlota y Roberto.
-La verdad es que no entiendo por qué no podéis vivir sin el otro-me confesó Lucía-. Yo estoy bien sola.
Me reí.
-Aún no has encontrado a tu compañero. Pero créeme, le amarás desde el primer momento y entonces nos comprenderás-sonreí y miré a Julio, quien me devolvió la sonrisa.
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Ocaso (Editando)
RomanceFui creada para matar, para vengar una muerte injusta y sobrevivir a la lucha. Estaba pensando eso mientras conducía a 160 km/h e intentaba no chocar. Tenía que encontrarle antes que mi enemigo. Si se enteraba de mi existencia antes de tiempo, perde...