44. Giros inesperados.

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Ariel.

—Buenos días mis amores. —reí, Valentín me esperaba alegre en su cuna con una sonrisa adorable en su tierna carita, Vesta mientras tanto dormía tranquilamente, como un angelito. Han pasado seis meses desde su nacimiento. Es increíble, como pasa el tiempo.

Mis pequeñitos han girado mi vida en trecientos sesenta grados, un giro especial y mágico, donde agradezco cada día el ser su madre. Al principio fue un tanto difícil acostumbrarme a ambos, pero ya he ganado experiencia y me encanta. Verlos dormir a mi lado, después de haberles amamantado es una sensación única.

En un comienzo creí que eran gemelos, son dos gotas de agua, iguales a su papá, la genética de Chris está claramente representada en ellos. Tienen su pelo castaño oscuro, sus facciones delicadas y su belleza, sus pestañas finas y extensas, las cejas levemente arqueadas y labios rojizos, además de, profundos ojos azules, celestes en medio del tono marino. Son las ternuritas más bellas que pude haber visto.

Chris es un imbécil, de todo lo que se perdió, aunque de todas maneras él no los merece.

En cuanto a este hombre, nada he sabido y prefiero que siga así, ya meses atrás firmé el divorcio y fue ahí, que todo lazo con él, terminó. Y aunque para mi mala suerte lo siga queriendo con mi corazón entero, no verle hace ya tanto tiempo me ha ayudado en algo, es cierto que quizás no desaparece de mis pensamientos, pero estoy decidida a arrancármelo del alma. Te olvidaré Chris Evans.

—Venga aquí mi bebé. —tomé a mi Valentín, él se posó en mi cuello y empezó a jugar con mi cabello, segundos después gruñó un poco y supe que tenía hambre.

Una vez que terminé de alimentarle, lo bañé y vestí aprovechando que mi bebita aún estaba en su sueño. —Valentín siempre se despierta más temprano. —hoy por cierto, tenemos hora con el pediatra, un simpático joven de una personalidad que me encanta.

Su mirada transparente fue lo que me hizo confiar en él, es divertido y para matarse de la risa, mis bebés lo adoran y él a ellos.

De pronto oí a Vesta, fui por ella y repetí lo mismo que con Valentín, la amamanté y bañé. —a Vesta le encanta el agua, estoy segura que si por ella fuera, jugaría todo el día en la tina, mi Vale en cambio le tiene miedo, llora un poco y hace unos pucheritos adorables apenas sus piecitos tocan el agua.

Al dejarlos en mi cama, empezaron a murmurar entre ellos, como si se hablaran el uno al otro. Me situé a su lado y sonreí cuando Vesta apretó mi nariz con curiosidad, mientras tanto mi Vale trataba de tomar mi pecho. — al parecer alguien todavía tiene hambre. —reí y deje libre mi pezón, él sentadito empezó a tomar, sonreí cuando minutos después me percaté que se había dormido. Finalmente lo acomodé. Vesta seguía despierta, observando atentamente los monitos animados de la televisión.

Dios, no sé cómo estaré en un mes más, cuando ingresen a la guardería, ¿es que de verdad debo dejar a mis bebés con personas que en mi vida he visto? No quiero hacerlo. —suspiré resignada. — pero es la única opción que me queda, ya debo empezar con mi trabajo, confío que el lugar en donde los matriculé, por favor estén bien cuidados.

Una lágrima rodó por mi mejilla y decidí alistarme para no pensar más en eso. Media hora ya faltaba para la cita con el pediatra, Marcos se llama por cierto. Vesta gruñó al tener que dejar de ver su programa y Vale no hizo reclamo alguno pues seguía dormido.

Afortunadamente la clínica que atendía a mis bebés queda muy cerca, veinte minutos de caminata eran suficientes para llegar. Concretado ello, escuché la puerta del salón que decía; Dr. Eaton

—¡Ariel, linda ven! —exclamó su alegre voz femenina, nos saludamos y me ayudó con mis bebés. Al entrar, platiqué con él como han estado mis pequeños y todo lo relacionado a su salud. Luego Marcos les revisó, y con una sonrisa me afirmó que todo estaba excelente, Vesta y Valentín crecen saludables.

—Eres un dormilón. —río Marcos al ver que mi Vale se acurrucaba y tapaba su carita para dormir. Tus hijos son preciosos, Ariel. —él me sonrío. —sabes, me encantaría poder ser padre, con Scott mi pareja tenemos las ganas de adoptar. —suspiró. —pero ya ves, la relaciones a distancia son muy difíciles. —terminó de decir y yo no pude evitar abrazarlo. —lo extraño mucho Ariel...,

Volví a abrazarlo, luego le ofrecí que nos tomáramos un café y él accedió, se nota lo mucho que ama a Scott, su amor por él es infinito y admiro la capacidad de ambos para mantener el amor vivo pese a que viven muy lejos el uno del otro. Recordé al hermano de Chris, igual se llama Scott y también es gay, un amor de persona, tal cual como el Scott que Marcos me describe, las casualidades de la vida realmente existen.

Finalmente logré animar a Marcos, el cual saltó de alegría al recibir una llamada de Scott, justo cuando me iba. Ya de vuelta pasé un rato al Central Park, me senté en uno de los bancos mientras observaba dormir a mis bebés como angelitos.

Me sentía extrañamente rara, Chris había llevado otra vez a mis pensamientos y por más que traté de no pensarlo estuvo ahí, cosa que no era novedad pero aun así me sentía inquieta. Me imaginé a Chris de papá, cargando a Vale y Vesta, cambiándoles el pañal, dormirlos, jugar con ellos. —sonreí ante tan bonitas ilusiones, pero las alejé, no son más que eso, ilusiones.

También me detuve a pensar como miles de veces en mi día a día, ¿Qué será de él? y también, ¿Dónde estará?. —suspiré rendida y tomé a mi Vesta, ella me regaló una amplia sonrisa y un tierno bostezo, besé su suave mejilla y de reflejo, miré hacía mi izquierda..., ahora entendía el porqué de mi nerviosismo.

Me quedé inmóvil, literal.

Tragué saliva y sentí que mis músculos empezaron a temblar. —esto sí que no era una ilusión, era él y era real. Chris Evans estaba sentado en el respaldo de una banca, con sus manos en su pantalón y mirando atentamente el cielo.

mellizos evans «chris evans»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora