53. un libro que recien empieza (final)

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La noche solía estrellarse después de cada atardecer que ese lugar mágico poseia, dando paso a los brillosos cuerpos celestes que se daban a conocer ligeramente en el cielo. Ariel y Chris agradecian en toda oportunidad que salían de casa a verlas, eventualmente caminaban un poco y se tendian en el césped, otras veces se subian a la camioneta o disfrutaban de cualquier otro lugar que diera con la vista perfecta, aunque eso era más que facil descubrir, pues solo debian mirar hacia arriba. Era un espectaculo simplemente único y que ellos no cambiarian por nada.

-dios... creo que mirar el cielo...-Chris fue el primero en hablar, Ariel y él habian salido de casa hace solo unos minutos. Caminaban juntos y tomados de la mano.-es como verte a ti amor, no importa cuantas veces lo miré antes; me cautivará como la primera vez.

La mujer a su lado sonrió, y a pesar de que fuera noche fue facil ver su sonrisa, la luz de la luna lo permitía. Ariel en cambio no le respondió, simplemente se levanto un poco y tomó sus labios un momento.-¿Como es que encuentras todos los dias algo bonito que decirme, después de veinte años?

Él de ojos azules curvó sus labios.-¿será por qué la fuente de inspiración es la mujer que me robó el corazón? Aun espero que me lo devuelva.

-jamás-Ariel rió.

Si, habian pasado veinte años.

Veinte años que se podrían describir como un reto para ambos, como fue que aprendieron a acompañarse el uno al otro en buenas y malas, a ser mejores personas cada dia por ellos mismos y por los pequeños-que ya no eran tan pequeños.- más importantes de sus vidas. Su historia se escribía cada día y ya tenia un montón de paginas por leer. Otras blancas que morían por seguir escribiendo y si querían leer algún capítulo en especial, por ejemplo, siempre iban por el día en que sus hijos.

Ariel estaba histérica, y es que sus pequeños amores estarían sin ella por primera vez. ¿Por qué tenian que crecer tan rápido? era un esfuerzo sobrehumano para ella dejarlos en el kinder y no verlos por un tiempo que consideraba simplemente eterno. Cinco horas sin sus bebés era mucho.

Chris trataba de convencerla que no era tan terrible como pensaba, estuvieron meses investigando e investigando establecimientos y ese definitivamente era el mejor. A él igual le costaba, pero fue consciente de que era un paso que tarde o temprano tendrian que dar. Solo faltaba media hora. Los minutos a Ariel se le hacian segundos y como la familia que eran, tomados de la mano se dirigeron al kinder.

Ariel hasta se le ocurrió que sus hijos podrian entrar la otra semana ¿que era una semana? Nada. Pero Chris no se lo permitió, además habia cierta castaña muy tierna que estaba impaciente por conocer su colegio.

-Mamá estaremos bien, no te preocupes.-la pequeña Vesta le sonrió a su madre, ella era extrovertida y le encantaba la idea de tener amigos. Estaba muy tranquila y feliz, todo lo contrario era su hermanito quien no parecía estar contento con la idea.-Yo cuidaré de Valentin. ¿Si?

-¡Yo no necesito que nadie me cuide!-soltó el pequeño castaño tratando de que sus nervios no se notaran.

-No le grites a tu hermana.-le dijo su padre en un tono que no llegó a ser regaño.-Ella solo quiere lo mejor para ti, y que estes feliz tanto como ella lo está.

El pequeño quedó cabizbajo, definitivamente no estaba controlando la situación. Él era muy educado y a diferencia de su hermana, algo timido.

-lo siento, papá.-dijo con un tono apenas audible, su papá lo abrazo y Valentin se aferró lo más que pudo.

-Tranquilo bebé, creeme que no es malo. Conocerás muchos niños como tú y seguramente todos querrán ser tus amigos. En el caso de que pase algo me puedes llamar y yo estaré aqui en unos minutos. ¿si?

mellizos evans «chris evans»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora