Septiembre | Magia

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Kari dejó a sus amigos disfrutando del baño en aquel lago y se metió dentro de la casa. El hermano y la cuñada de Yolei estaban sentados en el luminoso sofá de color blanco mientras disfrutaban de un refresco. La sobrina de Yolei bajó por las escaleras con el adorable bañador rosa y azul puesto y se dirigió corriendo a la salida, perseguida por su otra tía, que también se había preparado para darse un baño.

-¡Espera, Rima! –Le gritaba– ¡Que no sabes nadar!

Kari sonrió al ver a la pequeña tan emocionada, pero no pensó en que su tía Yolei estaba allí fuera a solas con Ken. Ruidos provenientes de la cocina llamaron su atención.

Cuando entró, la madre de Yolei se encontraba amasando mochi, y el agua de una cacerola estaba a punto de entrar en ebullición. Kari olfateó el aire y le llegó un agradable aroma.

-Qué bien huele –comentó cerrando los ojos.

La mujer se ajustó las gafas con un dedo.

-Debe de ser la sopa de la señora Takaishi. Tiene una pinta estupenda.

Kari miró la encimera. Sobre una bandeja había una pirámide a medio terminar de bolitas de tsukimi dango, aquellas que se hacían con la pasta de arroz de mochi. En un cuenco había naranjas, uvas y kakis perfectamente colocados. Unos boniatos esperaban en la bandeja de horno para ser cocinados, y a su lado una tabla de madera con puerro, berenjena y zanahoria cortados en pedazos lo suficientemente grandes como para que Rima tuviera excusa para no probarlos. Sobre la placa, dos cacerolas. En una de ellas había una tsukimi udon, una sopa de fideos gruesos con una pinta y un olor espectaculares que Kari supuso que había preparado la madre de TK; y en la otra el agua había empezado a hervir con fuerza.

-¿Puedes meter cuatro bolsitas de té? No puedo cocinar sin té.

Kari asintió e introdujo cuatro bolsas de té de frutos rojos en el agua hirviendo. Dos minutos más tarde, sirvió el agua teñida de rojo en una taza y se la tendió a la mujer, recibiendo su agradecimiento.

-¿Puedo ayudar en algo?

-Creo que no, ya está casi todo. La tsukimi udon y las tsukimi dango de la señora Takaishi ya están, solo tengo que terminar las mías que ya casi están. El boniato solo hay que meterlo en el horno, y ahora me pongo a cocer la verdura. ¿Quieres las berenjenas y el puerro a la plancha o prefieres tempura? –Bebió un sorbo de su té– Ah, qué despistada, casi me olvido de las setas. Me sé una receta de setas con una salsa de ajo estupenda. ¿Quieres ir haciendo el arroz?

Kari miró la arrocera y asintió sonriendo. Le había dejado la parte fácil. Se acercó al fregadero con el arroz y comenzó a lavarlo para quitarle todo el almidón.

-Qué pena que se te olvidase el bañador –comentó la mujer haciendo las bolitas–. Podrías estar divirtiéndote ahora.

-Bueno, esto es entretenido. Me gusta cocinar.

-Al menos no tienes que aguantar las tonterías de Davis. No lo sé en realidad, mi hija siempre habla de eso.

Kari rió.

-Davis siempre saca a Yolei de sus casillas, pero en el fondo se quieren.

-Mi hija no me lo quiere decir, pero estoy segura de que le gusta Ken.

Kari escurrió el arroz y lo introdujo en la arrocera. No le gustaba mentir, pero tampoco tenía en mente delatar a su amiga.

-Davis me dijo una vez que yo le gustaba –dijo, arrepintiéndose al instante. No sabía por qué había llevado la conversación a ese punto. Sin quererlo, había desviado la atención de la vida de Yolei a su vida.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora