Especial | San Valentín [Parte 2]

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Mientras tanto, Yolei caminaba hacia su casa algo nerviosa. Miraba su móvil esperando alguna respuesta más de Ken, a quien le había dicho que iría preparándolo todo en su casa. Cuando estaba a los pies de su edificio, recibió un mensaje:

"Me he encontrado con un amigo de la infancia y tiene cosas que contarme, intento librarme lo antes posible" – El Emperador 😏.

–Jo, Ken –susurró para sí misma.

"Intenta no tardar mucho, no sé cuánto tiempo estaremos solos", respondió.

"Estaré lo antes posible" – El Emperador 😏.

Yolei entró a su casa para darse una ducha mientras tanto, pero su hermana la sorprendió en medio del salón junto a su sobrina.

–¿Qué haces aquí? –Soltó.

–Necesito que cuides de Rima un ratito –le pidió con las manos juntas.

–¿Qué? No, no, ni se te ocurra.

–Venga, Yolei –insistió–. ¿Qué te cuesta?

–Pues que necesito estudiar para un examen muy importante y no puedo estar pendiente de Rima –mintió.

–No tengo con quién dejarla y no va a ser mucho tiempo, por favor.

–¡Que no! Déjala en la tienda con papá y mamá.

Su hermana la miró como si hubiera dicho una tontería.

–Sabes que están muy ocupados con San Valentín... Espera, ¿no será que no te quieres quedar con ella porque vas a ver a Ken?

Las mejillas de Yolei se sonrojaron.

–¡Calla! Qué tontería; necesito estudiar para un examen.

–Quédatela una hora y te prometo que no le diré a nadie que hoy te vas a ver con Ken.

Yolei lo sopesó por un momento.

–Pf –resopló–, vale. Pero como no vuelvas en una hora la abandono en la calle.

–Qué buena tía eres –la abrazó–. Me voy. ¡Gracias!

Cuando su hermana se fue, Yolei resopló y su sobrina comenzó a dar brincos por toda la casa. Su móvil sonó.

–¿Diga? –Respondió sin mirar quién era.

–Yolei, ya voy a tu casa.

–Ah, Ken. Está mi sobrina aquí... vente, pero se queda con nosotros una hora. Lo siento.

–No importa –Yolei notó cómo sonreía al otro lado del teléfono–. Enseguida estoy ahí.

Todavía en el instituto, Kari y Yung salieron juntos de su clase de baile, cansados aunque felices, porque las clases de baile, para ambos, resultaban incluso terapéuticas. Yung ese día decidió acompañar a Kari hasta su casa, así que se pusieron en marcha.

–¿Qué tal todo con Davis? –Le preguntó Yung.

–Mejor –sonrió Kari, notablemente contenta por la conversación que había tenido con él–. Creo que necesitaba hablar con él un poco, nada más.

–Me alegro –dijo con sinceridad.

–Y le di los chocolates. Ah, por cierto –se dio cuenta, se detuvo y rebuscó en su mochila–; también tengo chocolates para ti.

Las cejas de Yung se alzaron ligeramente.

–¿Tenías chocolates para mí?

–Sí –sonrió entregándole la cajita–. Iba a dártelos antes, pero como acabamos hablando de TK se me olvidó. Espero que te gusten.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora